
El cacao ecuatoriano, entre la bonanza y los aranceles de EE.UU.
El sector se desafía ante un arancel del 15% en pleno auge exportador. El sector busca diversificar mercados ante la amenaza
E l cacao, conocido como la “pepa de oro”, atraviesa uno de los momentos más cruciales de su historia reciente. Ecuador, segundo exportador mundial de este grano, enfrenta el desafío de un nuevo arancel del 15% impuesto por Estados Unidos a partir del 7 de agosto de 2025, medida que amenaza con reducir su competitividad en un mercado que absorbe entre el 25% y el 30% de sus exportaciones.
La medida llega en medio de un contexto internacional marcado por la volatilidad. El lunes 6 de octubre, los precios del cacao cerraron en $ 6.690 por tonelada en Nueva York y GBP 4.868 por tonelada en Londres.
La dinámica contrasta con lo ocurrido al inicio de esta semana, cuando los futuros de materias primas retrocedieron. El vaivén, según analistas, refleja tanto la incertidumbre en la demanda como la preocupación por la oferta mundial.
Para Carolina França, analista de Hedgepoint, la política comercial estadounidense no solo afecta a países proveedores, sino que también introduce presiones inflacionarias en la propia economía norteamericana. “Los aranceles a más del 50% de las importaciones de cacao en grano y derivados generan incertidumbre y podrían alterar significativamente los flujos del comercio internacional”, advierte.
EE.UU., consumidor clave
Estados Unidos ocupa una posición estratégica en el mercado global: importa cacao en grano y derivados para abastecer a su industria chocolatera y, al mismo tiempo, exporta productos terminados. En 2024, el cacao en grano representó el 39% de sus compras netas, seguido por la pasta (25%), el polvo (19%) y la manteca (17%).
Costa de Marfil, primer productor mundial, es también el principal proveedor de cacao en grano para EE. UU., aunque sus exportaciones enfrentan ahora un impuesto del 15%. Ecuador, en cambio, había ganado espacio en este mercado, precisamente gracias a la caída de la producción marfileña y a la calidad de su grano fino de aroma. El nuevo arancel, sin embargo, amenaza con frenar este ascenso.
“El cacao ecuatoriano ha logrado abrirse camino en los mercados internacionales por su calidad y sostenibilidad, pero un arancel de esta magnitud puede detener inversiones y afectar a miles de pequeños productores”, señala Iván Ontaneda, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores de Cacao (Anecacao).
Iván Ontaneda
Expansión vulnerable
La “pepa de oro” vive uno de sus mejores momentos. Cerró el primer trimestre de 2025 con 139.000 toneladas exportadas y $ 1.333 millones en ventas, lo que representa un crecimiento interanual del 37% en volumen y 161% en valor, según el Banco Central.
Durante el primer semestre de 2025, Ecuador exportó 248.000 toneladas de cacao, generando $ 2.310 millones en ingresos, un incremento del 82% respecto al mismo período del año anterior. Este desempeño consolida al cacao como el segundo producto de exportación no petrolero del país, solo detrás del camarón.
El valor promedio por tonelada exportada en este lapso fue de $ 9.314, lo que evidencia la fortaleza de los precios internacionales y la confianza de los compradores en el cacao ecuatoriano.
Las proyecciones apuntan a que, para el cierre de 2025, se podrían alcanzar 600.000 toneladas exportadas, generando más de $ 5.000 millones en divisas y beneficiando a más de 400.000 ecuatorianos vinculados a la cadena productiva.
Este desempeño obedece tanto a la caída de la producción africana, afectada por plagas y sequías, como a la mejora en la productividad local. Hace una década, el rendimiento nacional se situaba en 7 a 8 quintales por hectárea; hoy supera la tonelada, gracias a inversiones en riego, fertilización y manejo técnico.

Señal de alerta
No obstante, el precio internacional ha mostrado señales de debilidad. Entre julio y octubre de 2025, la cotización cayó de $ 9.000 a $ 6.200 por tonelada, golpeando la rentabilidad de productores y exportadores.
Para los exportadores, el impacto es evidente. “El 15% genera más incertidumbre en la industria chocolatera estadounidense. Las compras se han ralentizado y eso coincide con la cosecha principal de nuestro país”, explica Ontaneda.
Desde el lado productivo, Limbert Morán, técnico comercial de Maquita Cushunchic, en Esmeraldas, sostiene que los agricultores ya sienten la presión. “El precio se ha reducido progresivamente. Hoy un quintal se paga a $ 205, cuando semanas atrás se pagaba a $ 245. A esto se suma la competencia con África, que empieza a recuperarse”, asegura.
El Gobierno ecuatoriano busca contrarrestar el escenario con una doble estrategia: negociar con Washington para reducir el arancel y diversificar mercados. El ministro de Agricultura, Danilo Palacios, reconoce que las conversaciones con la administración de Donald Trump aún no ofrecen claridad: “Estados Unidos lanza tarifas para luego negociar. Nosotros seguimos insistiendo en un acuerdo que reduzca la carga”, indicó.
Mientras tanto, Ecuador apuesta por expandir destinos en Asia. Acuerdos recientes con China, Corea y Japón abren oportunidades para disminuir la dependencia de un solo mercado.
El impacto de su valor en la vida diaria
En Esmeraldas y Quinindé, las cifras del cacao que se mueven en las pantallas de Nueva York y Londres no son números lejanos: son la medida de la angustia o la esperanza de cientos de familias que dependen de este grano. En las fincas de Viche y La Unión, productores como Jorge Valencia explican que las caídas recientes les obligan a replantear gastos. “El quintal que hace unos meses se pagaba a un precio que cubría los fertilizantes, hoy ya no alcanza. Con el cacao bajo, la deuda en la cooperativa se hace más pesada”, comenta, mientras revisa mazorcas aún verdes que pronto tendrá que vender.
En Quinindé, donde el cacao fino de aroma es el sustento de comunidades enteras, los pequeños agricultores relatan que el mercado internacional los deja en una posición frágil. María López, productora de la parroquia Chura, cuenta que en su familia ya recortaron la mano de obra en la cosecha. “No podemos pagar ayudantes; ahora toca que mi esposo y mis hijos hagan todo el trabajo”, dice, resignada.
Los exportadores también sienten el impacto. Desde el puerto de Esmeraldas, Jaime Murillo, representante de una empresa exportadora, señala que las fluctuaciones reducen los contratos a largo plazo. “El comprador europeo se vuelve más cauteloso; pide descuentos, renegocia y, en algunos casos, suspende pedidos. Eso significa menos ingresos para el exportador, pero sobre todo menos estabilidad para el productor”, explica. En un territorio donde el cacao es más que un cultivo (es tradición, herencia y sustento), cada baja en la bolsa golpea directamente la mesa de los hogares. “Para nosotros, el precio internacional se convierte en el precio de nuestra comida diaria”, resume Valencia.
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