
Masacre en Esmeraldas: así fue el calvario de las familias afuera de la cárcel
La crisis panitenciaria deja 17 reos muertos y decenas de familiares que, entre lágrimas, pedían información
Eran poco más de las dos de la madrugada cuando los vecinos del barrio Lucha de los Pobres, en el sur de Esmeraldas, escucharon la primera ráfaga de disparos. El eco de las detonaciones se confundió con gritos desgarradores que se filtraban desde el interior de la Cárcel de Varones. A esa misma hora, en las casas más humildes de la ciudad, comenzaron a sonar los teléfonos: las madres, esposas e hijos de los privados de libertad recibieron mensajes confusos, videos borrosos que circulaban en redes y audios que hablaban de una masacre.
Al amanecer, la escena en los exteriores del centro carcelario era un retrato del desamparo. Decenas de mujeres, con los ojos enrojecidos y la voz quebrada, se apretaban contra las vallas metálicas custodiadas por militares. “Solo quiero saber si mi hijo está vivo”, sollozaba una madre que llegó desde Quinindé. A su lado, otra mujer alzaba las manos implorando: “Que digan algo, que nos digan quiénes son los muertos”. Nadie respondía.
El aire olía a pólvora y miedo. Los familiares, algunos con niños pequeños aferrados a sus piernas, pasaban horas bajo el sol sin noticias oficiales. En cada rostro se dibujaba la misma mezcla de angustia e impotencia: la cárcel se había convertido en una fosa hermética donde sus seres queridos podrían estar muertos o heridos, y nadie parecía tener respuestas.
“Nosotros vemos los videos que circulan, vemos los cuerpos destrozados… ¿Cómo entraron esas armas aquí adentro? A uno lo revisan hasta lo más íntimo cuando entra de visita, ¿y ellos tienen fusiles y granadas?”, gritaba un hombre desesperado, que afirmaba tener a su hermano en el pabellón C.
Entre los familiares que aguardaban noticias estaba una madre que viajó de madrugada desde Cojimíes, en Manabí, con la ilusión de abrazar a su hijo durante la jornada de visitas. Llegó a Esmeraldas al amanecer, con una funda de alimentos preparados en casa, sin imaginar que se toparía con una de las peores masacres carcelarias registradas en la provincia. “Venía a verlo, a darle de comer, y ahora no sé si está vivo o muerto”, decía entre sollozos, mientras el sonido lejano de las sirenas y las ráfagas de disparos rompían el amanecer en las afueras del penal.
En los alrededores, las fuerzas del orden desplegaron vehículos blindados, soldados con fusiles listos y policías con escudos antimotines. Desde lejos se escuchaban los lamentos de las familias. Cada movimiento del personal de Criminalística levantaba un nuevo rumor: que ya habían sacado cadáveres, que habían sido decapitados, que los heridos eran trasladados en silencio al hospital. La ausencia de información oficial se convertía en una tortura más.
La masacre dentro de la cárcel
De manera preliminar, la Policía confirmó que fueron 17 los reos asesinados y 16 más resultaron heridos, dos de ellos en estado crítico. Los pabellones A y C se convirtieron en escenarios de una guerra que se prolongó hasta el amanecer.
Los reportes oficiales señalan que Los Tiguerones irrumpieron violentamente para atacar a miembros de Los Lobos y de Los Choneros, replicando el mismo patrón de violencia visto apenas tres días antes en Machala. Según las primeras investigaciones, los atacantes lograron obtener las llaves de las celdas tras una maniobra con un guía penitenciario. Una vez con el control, ingresaron a otras áreas del penal y sembraron el terror.
La inspección posterior reveló la magnitud de la masacre: los cuerpos presentaban heridas de bala, cortes profundos, golpes y quemaduras. Algunos estaban decapitados. La Policía decomisó un fusil calibre 2.23, una pistola de 9 mm, machetes, armas blancas, teléfonos celulares e incluso una granada. La cárcel, una vez más, había sido un arsenal clandestino.
Mientras comenzaba la intervención militar y policial en la cárcel de Esmeraldas —militarizada desde enero de 2024—, presos se acostaban en el suelo con biblia en mano.
— Karol E. Noroña (@KarolNorona) September 25, 2025
Al menos 13 personas han sido masacradas. La fragmentación criminal y la complicidad tienen estos efectos. https://t.co/0DzI4keqmy pic.twitter.com/vfNJL3aNoO
Patrón de violencia y control criminal
El enfrentamiento no fue un hecho aislado. Se inscribe en una espiral de violencia que, desde 2021, ha dejado más de 500 reclusos muertos en masacres carcelarias en Ecuador. Las prisiones, convertidas en centros de operaciones de las bandas del narcotráfico, son escenarios donde se reproducen los mismos métodos: falsas alarmas, llaves robadas, ataques sorpresa y cuerpos exhibidos en videos difundidos en redes sociales como trofeos de guerra.
Según una fuente policial que pidió el anonimato, la orden de matar vino desde afuera. Los Tiguerones recibieron instrucciones de eliminar a miembros de Los Lobos y de Los Choneros. La violencia se replicó con exactitud quirúrgica respecto a la masacre de Machala.
#Ecuador: #CIDH condena la muerte de al menos 14 personas, entre ellas un guardia penitenciario, en el contexto de un motín ocurrido en la cárcel de #Machala de la provincia #ElOro el #22Sept, que también resultó en decenas de personas fugadas. La Comisión insta al Estado a… pic.twitter.com/x9uuLAxal0
— CIDH - IACHR (@CIDH) September 23, 2025
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