Quito

Adornos con mazapán: sin turismo ni ventas

Artesanos de Calderón que se dedican a esta activad piden reactivación turística. Reciben pocas visitas en sus locales y la informalidad gana terreno.

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Espacio. Doña Leonor Suárez lleva más de 60 años dedicándose a la elaboración de adornos con mazapán.José Daniel Acosta

Obras de arte que prevalecen en el tiempo. Un grupo de artesanos y artesanas de Calderón son los que llenan de colores un pequeño mercado artesanal de figuras de mazapán ubicado en el centro de esta parroquia. Desde el exterior, su acceso elemental no denota ni una pizca de lo que se puede encontrar en 26 pequeños locales.

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La Unión de Productores Progresistas Mazapán de Calderón que, alberga a un grupo de 14 artesanos que se dedican a realizar adornos para el hogar en mazapán, no vive su mejor momento. Y no precisamente por la pandemia de la COVID-19 que afectó a gran parte de los comercios.

Paulina Sanguña, presidenta del gremio e hija de una fundadora del grupo, cuenta a EXPRESO que hace años vienen luchando para sobrevivir con este arte y mantenerlo vivo pese a las adversidades. Una de las razones es porque “ya no hay mucho interés en las nuevas generaciones en aprender del oficio por tratarse de algo poco rentable”. Ese desinterés viene desde el inicio del año 2000.

Lo que realmente nos falta es turismo. Calderón se ha convertido en un sitio para el comercio informal. La ruta de acceso a la parroquia es compleja desde que construyeron un puente.

Paulina Sanguña, presidenta del gremio.

“Lo que realmente nos falta es turismo. Calderón se ha convertido en un sitio para el comercio informal. La ruta de acceso a la parroquia es compleja desde que construyeron un puente en la Panamericana Norte y con ello los turistas que iban para Otavalo o Ibarra ya no pasan por aquí”, relata.

Con Paulina concuerda su compañera Elena Oyagata. Cuenta que hace más de 30 años la actividad en Calderón era prometedora, porque “llegaban turistas de distintos países” y eso alentó a que más personas se sumen a esta actividad. Sin embargo, con el paso de los años, la parroquia dejó de ser un paso turístico.

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“Era el boom. Aquí había solo dos mil familias y todos hacían mazapán. Vivíamos de la artesanía. De hecho, yo decidí quedarme, porque veía un buen futuro. Pensé que Calderón llegaría a ser como la Mitad del Mundo o Cotacachi. Llegaron autoridades que poco a poco se encargaron de acabar con ese sueño”.

En la actualidad reciben apoyo de la junta parroquial y de un centro comercial cercano, a quienes les comercializan sus productos y, en ocasiones, son invitados a ferias. Son un grupo organizado para que exista equidad entre ellos.

Mientras nosotros vivamos, esto no morirá. No da fortuna, pero sí nos ha servido para estar junto a nuestros hijos y mantenernos nosotros mismos con nuestro trabajo.

Vicenta Lincango, artesana de Calderón.

En el pequeño mercado, ubicado en la calle Carapungo, reciben pocas visitas. La mayor parte de los artesanos son mujeres. Gran parte empezaron esta labor desde que estaban en la escuela, hace más de 50 años. Ellas cuentan que dedicarse a este arte les ha permitido estar cerca de sus hijos y familia, pero están conscientes de que es muy poco probable que otras generaciones sigan con el oficio y que en algunos años este se extinga por falta de incentivos. El mazapán es fácil de preparar, pero se requiere entrega, pasión, creatividad y fuerza para elaborar los adornos. Sonrientes y entusiasmados, estos artesanos sostienen que seguirán trabajando para llenar de colores los hogares de aquellas personas que lleguen a visitarlos.