Wayuri
Conexión. Empezó como una propuesta de turismo comunitario.YADIRA ILLESCAS

Wayuri: el centro que conecta la cultura kichwa con la naturaleza en Pastaza

Siete familias kichwas han convertido su territorio en un refugio de tradiciones vivas

Entre sonidos de tambores, risas y cantos en kichwa, los visitantes son recibidos en el Centro Comunitario Wayuri, ubicado en el kilómetro 16 de la vía a Macas, en la parroquia Pomona, provincia de Pastaza.

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Lo que empezó como una propuesta de turismo comunitario es hoy un refugio cultural, donde la selva y la memoria ancestral conviven en armonía.

Este proyecto nació del deseo de mostrar lo que somos, sin dejar de cuidar nuestra tierra”, explica Carmen Tapuy, lideresa de una de las siete familias que integran la comunidad.

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Ella guía a los turistas por senderos que bordean el río Puyo, narrando leyendas antiguas mientras comparte la guayusa.

El tiempo se mide entre ceremonias y saberes

El acceso a Wayuri es una travesía breve pero simbólica. Desde la vía principal, un desvío de 10 minutos lleva hasta un puente de madera que cruza el imponente río.

Ese paso es más que geográfico: es el umbral hacia un mundo donde el tiempo se mide en ceremonias y saberes heredados.

“Cuando alguien llega, lo primero que escucha es nuestro tambor y el canto de las aves. Eso ya es una bienvenida espiritual”, dice Luis Santi, joven de la comunidad que aprendió a tallar figuras desde pequeño. Él se encarga de las presentaciones culturales y del taller de artesanías.

En Wayuri, cada detalle cuenta una historia. Las chozas de palma, la gastronomía basada en yuca y pescado, los baños en el río, los rituales de limpieza con plantas medicinales… Todo está pensado para que el visitante no sea un espectador, sino un participante de la vida comunitaria.

Durante dos años, este centro ha permitido a las familias generar ingresos sin abandonar sus prácticas. Además, los niños crecen sabiendo que su cultura vale y que puede ser compartida con el mundo.

“Wayuri es nuestra casa, pero también queremos que sea una escuela viva para quienes nos visitan”, resume Carmen, con una sonrisa serena. “Aquí no enseñamos solo con palabras, enseñamos con el corazón".

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