Música
Tradición. Una parroquia  llena de historia y vibrantes festividades.Gloria Taco

San Buenaventura, rindió un homenaje a su patrono con tradiciones vivas

La celebración en este rincón de Latacunga se realizó con albazos

Por las calles aún dormidas de San Buenaventura, a las 03:00, el eco de una banda de pueblo rompe el silencio. Los voladores iluminan el cielo mientras las primeras luces titilan en las casas. Es el inicio de los albazos, una tradición que despierta a toda la parroquia con música, pólvora y entusiasmo, anunciando la fiesta en honor al doctor San Buenaventura, patrono de este rincón de Latacunga.

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“Desde 1941 no dejamos morir esta tradición”, dice Hugo Mullo, quien viste poncho y sombrero, como manda la ocasión. “El albazo es nuestra forma de decir: ya viene la fiesta, vamos a celebrarla como lo hicieron nuestros padres y abuelos”.

A medida que amanece, los sonidos se multiplican. En cada esquina, grupos de moradores entonan coplas y danzan al ritmo de los instrumentos de viento. Pero lo que realmente enciende el fervor de los presentes es la esperada quema de las chocolateras.

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Son 14 en total, una por cada barrio. Estructuras hechas con madera, alambre, papel de colores y fuegos artificiales que se levantan como monumentos artesanales en el centro de cada comunidad. “Aquí se pone a prueba la fuerza y la creatividad del barrio”, explica Franklin Basantes, mientras coordina los últimos detalles de su chocolatera. “No es solo encenderla, es mostrar quién construyó la más resistente, la más bonita, la que arderá con más fuerza”.

Con el sol ya alto, aparece uno de los personajes más esperados: la vaca loca. Envuelta en telas, con cuernos y luces, corre entre la gente, persiguiendo a quienes caminan distraídos. Ríen los niños, huyen los adultos, y cada uno que es atrapado debe entregar una moneda, una bebida o lo que tenga a la mano. “Es parte del juego, del alma de la fiesta”, comenta Diego Culqui, uno de los jóvenes que da vida a esta figura.

El “ordeño de la vaca loca”.

Más tarde, en la plaza central, se realiza el llamado “ordeño de la vaca loca”. Pero aquí no hay leche real, sino vasos de chocolate o calostro —una colada hecha con la primera leche de la vaca— que se reparte gratuitamente a los visitantes. “Es una tradición que viene del páramo. Cuando bajaban a la ciudad traían calostro para compartir. Era símbolo de vida nueva, de generosidad”, añade Culqui.

Buenaventura
Niños y jóvenes participan activamente en las festividades de San Buenaventura.Gloria Taco

En cada esquina de la parroquia, los colores, los sonidos y los olores se mezclan: los trajes de danzantes, los aromas del hornado y la chicha, las risas de los niños que corren con caretas o cintas multicolores. Todo es una gran celebración de la identidad mestiza y comunitaria.

Cada segundo domingo de julio, San Buenaventura, conocida también como el “huerto de Latacunga”, se transforma. Los barrios se organizan, los jóvenes toman la posta de sus mayores, y los niños, con ojos curiosos, se sumergen en las costumbres que sus abuelos les han enseñado.

Las festividades culminan con la cabalgata de la Mama Negra, el evento más esperado. Jinetes vestidos de personajes históricos y simbólicos recorren las calles. La Mama Negra, ataviada con su traje de colores vivos, lanza caramelos y leche mientras avanza en su corcel, saludando a la multitud. Junto a ella, van el Ángel de la Estrella, el Rey Moro, el Capitán, el Abanderado, cada uno con su papel dentro de esta representación colectiva.

“No hay palabras para describir lo que sentimos”, dice Basantes, con la voz entrecortada por la emoción. “Es algo que se lleva en el corazón. Cuando ves a los niños disfrutando, sabes que nuestras costumbres no van a morir”.

Las últimas melodías de la banda se disuelven en el viento. San Buenaventura ha cumplido, una vez más, con su cita anual con la historia y la memoria. Entre danzas, pólvora y sonrisas, la comunidad reafirma lo que es: un territorio donde las tradiciones no son pasado, sino presente compartido.

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