
A un año del deslave en Quilloturo, la ayuda no llega
Moradores vuelven al recinto, ante la falta de asistencia real para su reubicación
Una cruz de madera con el nombre de Marco Paredes recibe a quienes se atreven a visitar Quilloturo, el caserío enclavado entre montañas en la parroquia Río Verde del cantón Baños, donde la tierra rugió el 16 de junio de 2024 y sepultó la vida de 14 personas.
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Otras cruces similares recuerdan también a Carlos, María, Justin y a todos los que no lograron escapar de la avalancha que, en cuestión de segundos, borró media comunidad.
Un año después, el silencio se ha instalado donde antes se oía el bullicio de niños y el ir y venir de agricultores. Lo poco que quedó en pie fue reconstruido por quienes decidieron regresar, más por necesidad que por elección. De las 30 casas que albergaban a cerca de 200 personas, apenas unas pocas han vuelto a ver humo saliendo por sus cocinas.
“Nos hemos visto obligados a regresar a Quilloturo porque no tenemos adónde más ir”, confiesa Deysi Chicaiza Paredes, aún endeudada por los gastos tras el desastre. “Es tierra fértil, se da de todo, pero ahora sembramos con miedo”, añade, mientras recolecta los frutos de su cosecha.
“Cuando suenan las gotas, uno ya no duerme. Nos vestimos y estamos listos para salir corriendo en la noche. No se vive… se sobrevive”, murmura mientras carga a su bebé.
La esperanza de reubicarse en un sitio seguro se ha ido diluyendo. Aunque el Gobierno prometió $5 millones para trasladar a 145 familias, los afectados no han recibido noticias concretas. En su lugar, el Municipio de Baños ofrece terrenos a un precio de entre $8.000, una suma impagable para quienes apenas logran subsistir.
“¿De dónde vamos a sacar ese dinero? ¡Ni siquiera tenemos para el arriendo!”, reclama Silvia.
Para muchos, como Julio Ramos, que aún duerme en un albergue, el único ingreso fue un bono de contingencia de $300, que invirtió en su terreno para no perderlo por completo. Bono que no todos los afectados recibieron, dice Silvia. “ Gente que no sufrió ningún rasguño estaba en la lista del bono”, lamenta.

Desde la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, el coordinador zonal 3, Héctor Cobo, reconoce que la situación de Quilloturo es crítica. “La zona es geológicamente inestable, con suelos saturados por lluvias frecuentes. Cualquier evento adicional podría provocar nuevas emergencias”, advierte.
Explica que, debido al alto riesgo, ya se han elaborado estudios técnicos para la instalación de un sistema de alerta temprana específico para Quilloturo, con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo.
“Estamos en coordinación con entidades locales y comunitarias para garantizar que, cuando se instale el sistema, esté acompañado de capacitación y monitoreo constante”, puntualiza.
Pese a los riesgos, Quilloturo sigue siendo tierra productiva. Se cultivan mandarinas, tomate de árbol, naranjilla y otros productos que sostienen a las pocas familias que decidieron volver.
“Este es nuestro único sustento”, comenta Julio Ramos. Mientras trabaja, mantiene un ojo en la quebrada. “Aquí se vive con el corazón en la mano. Cada trueno es una advertencia”, confiesa.
Una ayuda que no avanza
La vicealcaldesa de Baños, Nelly Rivera, admite que la ayuda brindada no ha sido suficiente. Explica que ya se expropió un terreno en Juive para más de 80 familias y se trabaja en un segundo predio en Río Negro. “Los terrenos no serán gratuitos. Se venderán con facilidades, pero bajo control, porque también hay personas que quieren aprovecharse sin haber sido afectadas”, afirma. Detalla que se han diseñado tres modelos de viviendas adaptadas a la situación económica de cada familia. Mientras tanto, en Quilloturo, el tiempo se vuelve una amenaza. Cada nube oscura revive el miedo. La montaña, que un día cayó sin avisar, sigue allí, imponente, mientras sus habitantes esperan una segunda oportunidad.
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