Mundo, escúchanos

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El mundo tiene que oírnos. Y no solo porque gritamos #SOSGalapagos, sino porque esas Islas Encantadas, son desde 1978 Patrimonio de la Humanidad.

El mundo tiene que oírnos. Y no solo porque gritamos fuerte #SOSGalapagos, sino porque esas Islas Encantadas, que sirvieron para que Charles Darwin desarrollara su teoría de evolución de las especies, son desde 1978 Patrimonio de la Humanidad. Fue el primer sitio del mundo en ser designado así por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, que relievó sus ecosistemas prístinos y únicos en el planeta Tierra.

Más allá de la ciencia y de su belleza natural, es un lugar que evoca tantas ilusiones que ha llegado a ser el sitio número 1 para “ver antes de morir”, según una encuesta realizada por la prestigiosa revista USA Today.

El mundo tiene que oírnos: necesitamos ayuda. Por cuarto año consecutivo una flota pesquera de origen chino se ha instalado a faenar en los límites de la llamada Zona Económica Exclusiva, reconocida como tal desde la adhesión del Ecuador a la Convemar (Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho al Mar).

Fue en 2012 y por petición del entonces presidente Rafael Correa, cuando la Asamblea Nacional dio luz verde para adherir al Ecuador a tal agrupación que abandonaba la tesis de soberanía sobre las 200 millas, reconociendo 12 millas de mar territorial y 188 de Zona Económica Exclusiva. Soy apenas una periodista que sabe muy poco de estos temas, pero leo argumentos de expertos, conservacionistas, medioambientalistas y organizaciones civiles como #SOS Rescate 200 Millas Mar Ecuador, para demandar la revisión de adherirnos a la Convemar. Al margen, me uno a las voces que con otras razones ruegan al mundo por ayuda.

Sería de locos pretender que la Armada Nacional pueda ejercer el control requerido, incluso poniendo todos sus recursos en las aguas que circundan Galápagos; aunque todos nuestros hombres de blanco, profesionales y capacitados, se movilizaran a las Islas Encantadas no alcanzarían los resultados esperados sin contar con los equipos necesarios.

El peligro no es posible verlo sino en las profundidades del océano, o en historias tan tristes como la de ‘Esperanza’, un tiburón ballena que formaba parte del programa de rastreo satelital de las ballenas y que simplemente desapareció. Para ser exacta, dejó de transmitir y nadie me quita de la imaginación el hecho de que podría formar parte de los miles de tiburones ballena a los que se dio caza para nutrir las inmensas bodegas de frío de la tropa china.

Si Galápagos es Patrimonio de la Humanidad, la humanidad debe proporcionar ayuda para enfrentar de mejor manera el peligro que acecha. En 1978, por su relevancia excepcional el archipiélago fue elevado a esa categoría instituida por las Naciones Unidas desde 1972. En diciembre de 2001 se incluyó dentro de esta declaratoria, a manera de extensión, a la Reserva Marina de Galápagos. Como si fuera poco, en 1985 se consagró como Reserva de la Biósfera, y más tarde se reconoció al archipiélago como santuario de ballenas y sitio de protección de humedales.

Estas condiciones y reconocimientos le otorgan una categoría tan especial que el Comité de Patrimonio de la Unesco puede y debe informar ampliamente de las amenazas que pesan sobre el lugar y que este tenga la protección jurídica necesaria, además de un sistema de gestión idóneo. Así rezan algunas de las obligaciones y beneficios de los Estados que son parte del Patrimonio Mundial.

Me alivia saber que Yolanda Kakabadse y Roque Sevilla, más otros especialistas medioambientales, encabezan un equipo público-privado que lleva adelante una estrategia de protección de Galápagos. Debo suponer que su estrategia incluye pedir ayuda internacional, pues evidentemente enfrentarnos a una flota de 260 buques pesqueros asiáticos requiere esfuerzos mayúsculos.

Seguramente no tenemos la solución en nuestras manos; quizás los ciudadanos comunes y corrientes apenas podamos alzar nuestra voz y conciencia. Pero si son muchas el grito será ensordecedor y el mundo nos tendrá que escuchar. Confiemos en que así será.