La trampa del mañana

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Cuando el mundo, tal como lo conocíamos, está derrumbándose, quizá no quede más remedio que entender y aceptar que solo existe el hoy.

En la planificación familiar de -estilo suizo- en el que vivo, este domingo 26 de abril yo debía estar lista en casa para recibir a mi hijo con su novia, y otros amigos. Más de 6 meses atrás, ya tenían los boletos comprados y los itinerarios para hacer turismo en Ecuador durante 1 mes. Desde Guayaquil irían a la Amazonía, Quito y Galápagos… Debía estar lista hoy con toda la carta de platos típicos y esa variedad de jugos de frutas naturales con los que mi primogénito sueña. La pandemia arrasó con los planes y hoy debí admitir frente al espejo que caí de nuevo en la trampa del mañana.

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Los maestros a los que venero lo dicen una y otra vez, y sin embargo lo olvido -solo existe el hoy-, el ayer jamás vuelve y el mañana está por hacerse. ¿Podíamos imaginar tantas semanas de aislamiento? ¿Podíamos prever una pandemia como esta que nos está obligando a replantearnos todo? ¿Alguna vez imaginamos que el petróleo llegó a no valer nada en los mercados internacionales?

Hablo con amigos y compañeros que han perdido a sus padres sin despedirlos; escucho a pequeños empresarios reconocer que están al borde de la quiebra; veo a mis mayores ofrecer en palabras su vida, si eso permite que los más pequeños tengan la oportunidad de crecer… A la fuerza, debemos reconocer que nada garantiza el mañana.

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Dicen que un día le preguntaron a Giacomo Cassanova, cuál era su secreto para haberse convertido en el más grande seductor y amante de su época: Se supone que respondió –amar a cada una con la ilusión del primer amor y la desesperación del último-. Amaba entonces sin expectativas, entregándolo todo, sin pensar en el mañana. En esa historia de Cassanova hay quizá mucha fantasía, pero tiene una lección de realidad ineludible: vivir a plenitud el presente.

Cuando el mundo, tal como lo conocíamos, está derrumbándose, quizá no quede más remedio que entender y aceptar que solo existe el hoy. Tal como lo dice Brian Weiss, en su libro -Los milagros existen- ¨cuando dejamos de reflexionar sobre lo que ya ha sucedido, cuando dejamos de preocuparnos por lo que acaso no suceda nunca, estamos en el momento presente”.

En eso quiero insistir en estas líneas: concentrarnos en el presente y aprovechar la oportunidad de tener tiempo en casa para saldar cuentas, cortar cabos sueltos y terminar aquellas cosas que empezamos y no quisimos terminar. A veces no se requiere más que de un poco de coraje para decir -hasta aquí y gracias- sin tener que ofrecer explicaciones. Los maestros recomendarían hablar con compasión y verdad. El tono puede ser tan importante como las palabras.

Jaime Vargas

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Sin ataduras mayores se puede caminar más ligero, disfrutar lo que queda de los afanes del día, y ojalá ponerse prioridades, reevaluando la importancia de esas cosas que creíamos pequeñas.

La tecnología va a permitirme ver y saludar a mi hijo por videoconferencia, cuando se suponía que ya debía tenerlo en casa, abrazándolo de nuevo. Moverá su cabeza para un lado a otro cuando le diga que lo extraño y que sigue siendo mi hijo adorado. Mi esposo e hija se reirán de mí y para consolarme me animarán a planificar un viaje de nuevo. Lo haré para darles gusto y distraerme, sabiendo que solo son planes, que sabemos de sobra que aferrarse al mañana puede ser una trampa.