¿Quién quiere ser el primero?

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Y ahí -¡’eureka’!- cual si fuera una película de Tarantino, llega ese mágico momento en el que aparece la redentora frase con la cual concluye la obra de teatro.

Nos atracan en medio de la pandemia. Desvalijan los muertos en los hospitales. Roban en las mascarillas, las fundas para cadáveres y ahora en los kits de alimentos. Da vergüenza decirlo, pero somos el único país sobre la faz de la tierra en el cual la noticia no es el COVID-19 sino lo ladrones que somos.

En semejante cuadro solo procede afirmar que el problema es la corrupción… ¿No?

Pues no. Ese es el problema creado por el régimen anterior. Pero el actual, luego de tres años, no es la corrupción, sino la impunidad. Porque la “hoja de ruta” de las pillerías es la siguiente: primero salta el negociado en la compra de lo que sea. Inmediatamente, el responsable afirma que “se cumplieron todos los procesos legales”. Si puede meter la expresión “en territorio”, mejor. Luego, resulta que o es un perseguido político o se lo acosa por ser mujer, afro o hincha de Independiente del Valle.

Después viene el cabreo y la amenaza de revelar los secretos del Gobierno. Y ahí -¡’eureka’!- cual si fuera una película de Tarantino, llega ese mágico momento en el que aparece la redentora frase con la cual concluye la obra de teatro: “la Fiscalía iniciará la investigación”. He aquí el momento cúlmine en el que cae el telón. Porque luego… Ya pues… usted sabe… No pasa nada. Ah… perdón. Luego viene el nombramiento en alguna embajada. Y fin.

Pero déjenme contarles algo: hace 12 años en las cárceles de Singapur había más de 500.000 presos. Seis meses después quedaban 50. Se adoptó la pena de muerte y el trabajo forzado para los criminales confesos, narcotraficantes y violadores probados, siendo los reincidentes condenados a muerte.

Además, el gobierno decretó que toda figura pública corrupta -políticos, policías o militares- también fuera condenada a muerte luego del debido proceso.

¿La Fiscalía no actúa? Este es el remedio. El efecto disuasivo de la pena es lo único que corta la delincuencia de raíz. Nadie más se atreve. ¿Quién quiere ser el primero en viajar al otro mundo?

-Bestia… pobres. ¿Y el garantismo? ¿Y los derechos humanos?

-Ya. ¿Y los de quienes no merecemos vivir en este repugnante estercolero de impunidad?