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Carmen Ojeda Oquendo | La presión de ‘estar bien’ en las fiestas

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Forzar un estado emocional suele empeorar lo que se intenta ocultar

Diciembre llega con su propio guion emocional: alegría garantizada, familias unidas y un ánimo festivo que, en teoría, debería aparecer por sí solo. Ese libreto implícito hace que muchas personas sientan que deben ponerse una sonrisa, incluso cuando por dentro la energía no alcanza. En consulta es común ver cómo estas expectativas terminan generando más tensión que bienestar.

La obligación de mostrarse feliz se vuelve una carga silenciosa. Entre fotos perfectas, reuniones que parecen improvisadas, pero no lo son y frases celebratorias repetidas en todos lados, aparece la sensación de que no hay lugar para lo incómodo: la nostalgia, el cansancio o la simple necesidad de estar en silencio. Cuando alguien percibe que ‘todos disfrutan’ menos él, surgen dudas internas y un malestar difícil de nombrar.

Las fiestas también remueven lo que preferimos mantener quieto: relaciones familiares frágiles, duelos que se reactivan, distancias afectivas, rupturas recientes o expectativas que no se cumplieron. No siempre es fácil sentarse a una mesa donde los vínculos siguen cargando historias no resueltas. Esa combinación de exigencia externa y emoción interna termina agotando.

Desde la psicología clínica sabemos que las emociones no entienden de tradiciones ni de fechas marcadas en rojo. Sentirse distinto a lo que el entorno espera no es una señal de falla; es una reacción humana frente a lo vivido durante el año. Forzar un estado emocional suele empeorar lo que se intenta ocultar.

Una estrategia útil para transitar diciembre es soltar la idea de ‘deber estar bien’. En vez de exigir una emoción, vale más preguntarse qué resulta sostenible hoy: quizá un plan tranquilo, un límite necesario, una conversación honesta o simplemente evitar espacios que desgastan. Darse permiso para sentir sin juicio abre espacio para el alivio.

Las fiestas pueden ser significativas, pero no tienen por qué ser perfectas. Cada quien vive diciembre desde su propia historia, y reconocerlo es la forma más honesta -y más sana- de atravesar estas semanas sin añadirse peso emocional innecesario.