Carmen Ojeda Oquendo | Ansiedad escolar

Frases como “no puedes fallar”, “tienes que ser el mejor” o “no toleraré malas calificaciones” refuerzan esta ansiedad
Cada vez más niños y adolescentes enfrentan una realidad silenciosa pero constante: el estudio, en lugar de representar una oportunidad para crecer, se convierte en una fuente de angustia. La ansiedad escolar se manifiesta como una respuesta emocional intensa ante tareas, evaluaciones y expectativas que superan, a veces, las capacidades emocionales del estudiante.
No se trata solo de ‘estar nervioso’ antes de una prueba. Muchos estudiantes presentan síntomas físicos y emocionales como dolores de cabeza, insomnio, llanto frecuente, bloqueos mentales, miedo extremo al fracaso o incluso crisis de pánico. A menudo evitan ir a clases, dejan de participar o sienten que no son lo suficientemente buenos, aunque se esfuercen. Tenemos que estar atentos a estos signos de ansiedad en nuestros niños y adolescentes para acompañarlos en sus desafíos y buscar ayuda cuando sea necesario.
Las causas son variadas. La presión por obtener buenas calificaciones, el temor a decepcionar a padres o profesores, una carga académica excesiva, métodos de enseñanza poco empáticos o el perfeccionismo inculcado en casa, generan un entorno en el que el rendimiento importa más que el bienestar. Frases como “no puedes fallar”, “tienes que ser el mejor” o “no toleraré malas calificaciones” refuerzan esta ansiedad.
Es urgente que tanto padres como instituciones educativas promuevan un ambiente más comprensivo, donde el error sea parte del aprendizaje y no un motivo de castigo. Escuchar a los estudiantes, respetar sus ritmos, validar sus emociones y buscar apoyo psicológico cuando sea necesario puede marcar una diferencia crucial en su desarrollo.
Recordemos que el verdadero éxito escolar no se mide solo en notas, sino en el equilibrio entre aprender y sentirse bien. El objetivo no es formar estudiantes impecables, sino personas equilibradas, seguras de sí mismas y emocionalmente sanas: una calificación nunca debe costar la salud emocional de un niño. Educar con amor también significa permitirles fallar sin miedo, aprender a su ritmo y sentirse valiosos más allá de los resultados académicos.