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Renata Salem.
Renata Salem.Cortesía

Renata Salem: "Antes de cumplir 30 años quiero hacer un protagónico"

Para la actriz de 'Compañía 593' tejer carteras se convirtió en una terapia para la depresión que padece.

De piel blanca y larga cabellera negra. Nació en el sur de la ciudad, “en la clínica Alcívar”, dice la modelo, actriz y emprendedora, Renata Salem, quien fue parte de la telenovela Compañía 593. Uno de sus sueños es lograr el protagónico de una producción.

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Tiene 27 años. “Parezco de menos porque me cuido, duermo bastante. A los once años incursioné en el modelaje, siempre estuve involucrada en ese mundo demasiado plástico y por ello siempre he querido demostrar que soy más que un rostro bonito. Cuidarse es un acto de amor propio”.

Se considera una Barbie Girl porque “Barbie tiene muchas actividades. Soy una actriz. El director Lucho Aguirre me dijo que no me daría un papel importante hasta que yo no aprendiera a actuar. En México hice cursos. Regresé más fuerte y me dieron la oportunidad de interpretar a Fiorella en el dramatizado de Ecuavisa. Antes participé en Sí se puede, pero solo estuve en 20 capítulos, mi personaje se murió”.

¿El papel en la telenovela de los bomberos le dio una mayor proyección?

Mi personaje en 'Compañía 593' me salvó. La gente no lo entiende por qué Fiorella era mala, pero era muy segura de sí misma, inteligente y lo que se proponía lo lograba. Cuando me llamaron para ese papel, yo no me sentía capaz porque sufro de depresión.

Es una enfermedad que cada vez es más común. Lo bueno es que ya se habla del tema.

Pensaba que sentirme así era normal. Me recomendaron ayuda profesional. Comprendí que a veces el cerebro no produce la suficiente cantidad de serotonina para estar bien. Nunca tuve un trauma tan fuerte para desarrollar una depresión. Antes de Fiorella, sentí un gran bajón emocional. Tomo medicina para regularme, muchos creen que estoy loca. Con el tratamiento he mejorado.

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La tristeza es una emoción, la depresión es un estado. Sentía que la cara se me derretía, como si fuera de cera. El rostro me pesaba, no podía sonreír. No veía que soy joven, bonita y que muchas chicas me consideran un ejemplo. Me lo decían en las redes sociales. Lo valoro, porque generalmente se escriben tonteras, aunque las críticas son solo una opinión, no un hecho. Yo decido si entran o no en mi cabeza.

La actriz Érika Vélez perdió el miedo y habló de la salud mental, no es fácil hacerlo.

No hablé antes porque me daba miedo que las personas me etiqueten como lo hacen con los gais. Ya no es el doctor tal o cual, sino el gay. No quería que digan es la depresiva o que me traten con pinzas. Pueden tratarme como a cualquiera, solo que merezco respeto. Creo que Érika sacó la cara por los que no lo hicimos.

Representa a una gran comunidad. Aquella que no se atreve ni siquiera a decírselo a su mamá porque lo considera un tabú. Se cree que porque somos depresivos, nos vamos a ahorcar o nos cierran los balcones porque piensan que nos vamos a lanzar. Ella tuvo los ovarios para enfrentarse a la sociedad.

Por meter la nariz en lo que no debía y por su insensibilidad Poncho Quintero quedó muy mal parado.

Poncho habló mal, vi las capturas de pantalla, borró todo el contenido que subió. Tal vez pensó que las personas utilizan la salud mental para ser noticia. Quizá no entendió que una mujer como Érika que lo tiene todo puede padecer depresión como cualquiera. En algún momento de mi vida me podían dar la mejor noticia y yo no podía sonreír. Érika visibilizó una enfermedad que va en aumento.

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Érika no necesita algo así para sonar...

Sé que no lo necesita. Poncho debe aprender a usar el derecho al silencio, más inteligente eres con tus silencios que con tus palabras. Él no la lastimó a Érika, lastimó a todos los que padecen de depresión.

¿Qué no hubiera hecho si se lo hubieran dicho?

No habría permitido que me desvaloricen como mujer. Me arrepiento de no haberle puesto un alto a muchas personas, no hubiera confiado en alguien que me hizo mucho daño. También me habría gustado que me enseñaran el valor del tiempo, porque vale más que el dinero, porque el tiempo se va y no vuelve, además que solo debo hacer lo que me apasiona y lo que hace latir mi corazón.

También me habría gustado que me dijeran que por irme a los 21 años a México me perdí los últimos años de lucidez de mi abuela, Bertha. Sigue viva y tiene 97 años.

¿Las experiencias fueron malas en México?

Me marché para seguir mis sueños, porque quería ser actriz, buscaba el estrellato. Viví dos años, trabajé como modelo con la intención de ser actriz. Regresé muy golpeada, el ambiente es muy plástico y falso, crees que la vida es así y no lo es.

Me convertí en alguien apático, estaba a la defensiva, mi tono de voz cambió. Nunca consumí drogas, gracias a mi mamá, Elena, por los valores que me inculcó.

Si no hubiera sido por lo que me enseñó, fácilmente caía en las drogas o en la prostitución.

¿Quién la desvalorizó?

Personas de mi círculo íntimo y también una expareja. Las modelos son consideradas un objeto, nos ponen un precio en la frente.

Aunque se lo hubieran dicho, muchas veces no se hace caso.

Lo sé. A veces quisiera agarrar a la Renata del pasado para pegarle una cachetada y le diría que fue estúpida, por decisiones que no tomó o por trabajos que no aprovechó. Tal vez si me lo hubieran dicho, no habría escrito el libro. Soy la persona que soy por las experiencias vividas. Cuando se me presentó una oportunidad en México, me lastimé el brazo derecho. Me caí de las escaleras un 16 de septiembre, fue un desastre. Tenía una profesora de acento neutro, iba a trabajar en Televisa.

Como vivía sola, regresé a Ecuador. Me daba temor operarme allá y amanecer en una tina llena de hielo sin un riñón, aquello ocurre en ese país. Cuando volví al DF ya no existía contrato, ahí sí me fui al diablo. Hice todo lo digno posible para llegar, si hubiera aceptado las ofertas sexuales ahora estaría en Netflix.

¿Su corazón late por alguien?

Tengo mi novio rumano, Radu. Según él nos vamos a casar este año. Es mi pilar ese hombre, me llena el alma, mi aliado. Somos tal para cual.

Tiene un emprendimiento que le sirvió para superar sus problemas de salud mental.

Surgió porque es una terapia para mantenerme en el presente, en el ahora. No en el ayer ni en el mañana. Me calma la ansiedad y depresión, tejer carteras es mi terapia, todo el día lo hago. Ahora tengo una artesana que me ayuda, las diseño yo. He hecho siete modelos, sacaré más. El talento lo tengo en las manos: dibujar, pintar, maquillar, esculpir... Todo eso se me hace muy fácil. Yo del ombligo para arriba soy buena, del ombligo para abajo, soy pésima. No sé bailar, bailo horrible. No conquisto así, estuve hasta en clases con Hugo Guerrero.

Hace menos de dos meses aprendí a tejer. Me siento muy bien, lo hago ya automáticamente. Siempre es bueno aprender una nueva habilidad como juegos de mesa, crucigramas... fortalecen el cerebro.

La producción nacional está muy escasa. ¿Seguirá apostando por la actuación?

Antes de cumplir 30 años quiero hacer un protagónico. Me siento lista, creo que puedo tener esa responsabilidad, es algo que lo tengo entre ceja y ceja. Existen planes de hacer teatro en noviembre con parte del equipo de 'Compañía 593', Pamela Sambrano, Alejandra Paredes y Gabriel Garzón, hijo de Héctor Garzón. Gabriel es el director y yo la productora de Relatos dantescos. Estoy en un momento de mi vida en la que no desaprovecho ninguna oportunidad, no dejaré pasar el tren.

También le ha dado por escribir.

'Hiedras sobre las rosas' son relatos y poemas. Lo lancé en 2019. El segundo libro se llamará Si a mí me lo hubieran dicho. Son lecciones que he aprendido, decisiones de mi vida que tomé y no tomé.

Renata Salem
También modela y escribe.Cortesía