
"Necrosis", arte que explora el vínculo entre el cuerpo y los espacios urbanos
La muestra de Fernando Calle invita a reflexionar sobre la decadencia, la memoria y la transformación. Se exhibe en Guayaquil
Al recorrer los pasillos vacíos y las paredes de la sala Mezzanine del Museo Municipal de Guayaquil, el visitante de Necrosis siente que entra en un organismo vivo. “Si aceptamos la premisa de que la arquitectura no es solo un contenedor, sino un cuerpo —un cuerpo que también respira, que también enferma, que también guarda memoria—, entonces mirar un espacio abandonado se vuelve un acto de escucha: no observamos ruinas, sino superficies vivas que conservan huellas de su historia, su desgaste, su fragilidad”, explica Fernando Calle Torres, creador de la muestra.
La serie establece un paralelismo entre el deterioro urbano y los procesos biológicos de enfermedad y desgaste. “La pintura no reproduce lo visible; lo analiza. Lo diagnostica”, dice el artista, al describir cómo sus “escaneos visuales” revelan zonas de colapso, tejidos debilitados y áreas mutadas en los espacios representados. La analogía con el cuerpo humano permite comprender la ruina como un organismo que sigue emitiendo señales, incluso cuando parece inerte.
Pintura, dibujo y escultura se combinan para evidenciar anomalías y fragilidades de cada espacio. Inspirado en las imágenes de resonancias magnéticas, el artista explica: “El color no es tratado como un recurso estético, sino como una herramienta de diagnóstico visual. Cada tono delimita, subraya, evidencia una región específica del espacio representado, como si de un cuerpo en estudio se tratara”.
Lo que se desmorona
El nombre de la exposición surge de la experiencia directa con edificaciones abandonadas cubiertas de moho y hongos. “En un primer momento, podría pensarse que la necrosis es únicamente un fenómeno que ocurre en el cuerpo humano, donde el tejido muere y adquiere un tono oscuro. Sin embargo, este concepto va más allá”, afirma el artista. La observación biológica le permitió construir una metáfora entre el deterioro arquitectónico y los síntomas corporales, resignificando la ruina como materia viva que conserva memoria, energía y persistencia.
La muestra se organiza en series. En Anomalías, los espacios enfermos se estudian con la paleta cromática de los diagnósticos médicos; en Espacios Traslúcidos, radiografías transformadas en soporte pictórico revelan lo oculto; en Necrosis, imágenes arquitectónicas y corporales se yuxtaponen para provocar reflexiones sobre la decadencia; y Fragmentos combina pintura y escultura con materiales encontrados, simulando estructuras colapsadas que aún conservan heridas visibles.

La museografía, fragmentada y no lineal, busca que el público explore cada pieza desde su propia perspectiva. “He decidido presentar las pinturas sin marcos ni adornos convencionales, colocando los bastidores directamente sobre las paredes. Esto refuerza la idea de que las obras son estudios en proceso, como laboratorios donde se inspeccionan y diagnostican estructuras internas”, explica el creador.
Con Necrosis, el artista propone repensar la relación entre cuerpo, arquitectura y memoria urbana. “El abandono no es vacío; es materia viva en transformación. Cada superficie corroída, cada grieta, cada mancha habla de desgaste, historia y vida. La exposición invita a reflexionar sobre cómo habitamos, deshabitamos y olvidamos los espacios que nos rodean, y cómo lo urbano y lo corporal comparten un lenguaje común de transformación”, concluye. La muestra se puede visitar hasta el 30 de septiembre. El ingreso es libre.
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