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Los docentes de la Universidad de Harvard publicaron la obra 'Cómo mueren las democracias'.Cortesía

Cómo mueren las democracias, la obra de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt

Analiza la desintegración de las instituciones democráticas en la actualidad

La obra Cómo mueren las democracias ( Ariel, 2018), obra de los polítologos de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, constituye un análisis agudo y multifacético sobre el delicado proceso de desintegración de las instituciones democráticas en el mundo contemporáneo. Los autores sostienen que la caída de una democracia rara vez es consecuencia de golpes militares o revoluciones violentas; en cambio, se trata de un proceso gradual e insidioso que se da desde el interior, mediante la utilización de procedimientos legales y reformas constitucionales que concentran el poder y debilitan los contrapesos necesarios para la supervivencia del sistema.

Levitsky y Ziblatt argumentan que la descomposición de una democracia se inicia con movimientos imperceptibles que, a lo largo del tiempo, socavan los pilares institucionales. Este deterioro se plasma en diversas tácticas, que pueden parecer legítimas a simple vista pero que en conjunto desmantelan el equilibrio político.

Captura de instituciones clave

La transformación comienza con la reconfiguración de órganos esenciales del Estado. Los gobernantes, al designar funcionarios leales en cargos estratégicos —especialmente en el poder judicial y los órganos de control—, aseguran que la supervisión independiente se debilite progresivamente. Este proceso, muchas veces amparado por reformas constitucionales o cambios legislativos, reduce la capacidad del sistema para autocorregirse y frena la rendición de cuentas.

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Este mecanismo se acompaña de la politización de organismos tradicionalmente autónomos, lo cual es crucial para consolidar el control. Al modificar las reglas de designación o al extender la duración de los mandatos de ciertos funcionarios, los líderes logran que la estructura del poder se reoriente a su favor, lo que a la larga erosiona la separación de poderes que es consustancial a la democracia.

Ataque a la prensa y a la sociedad civil

La libertad de expresión es un baluarte de la democracia, y su debilitamiento resulta determinante para el avance autoritario. Los regímenes en proceso de autocratización desacreditan a los medios, a menudo presentándolos como enemigos o instrumentos de la oposición. La presión judicial, la censura indirecta y la promoción de narrativas oficiales contribuyen a la instauración de una atmósfera de autocensura y miedo, lo que a su vez limita la crítica y el debate público.

Además, el control sobre la información facilita la manipulación de la opinión pública, donde la propaganda y las redes sociales se convierten en herramientas para difundir mensajes que justifican la concentración del poder. Esta estrategia, históricamente observada, permite a los líderes moldear la percepción ciudadana y disminuir el espacio para la disidencia.

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Manipulación de las reglas electorales

Los cambios en la legislación electoral y en las normas de funcionamiento de los partidos políticos resultan en una ventaja sistemática para quienes están en el poder. Al rediseñar los mapas electorales, modificar los requisitos para la participación de nuevos partidos o ajustar los sistemas de votación, se reduce la competencia política y se refuerza la posición del gobernante.

Esta técnica, que puede presentarse como una reforma para modernizar el sistema, frecuentemente se utiliza para crear barreras que impidan la emergencia de una oposición viable, consolidando el monopolio del poder a través de elecciones que, aunque formales, carecen de la esencia de la competencia democrática.

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La historia ofrece múltiples ejemplos que ilustran cómo estos mecanismos han sido empleados para socavar la democracia desde dentro:

Tras la Primera Guerra Mundial, la República de Weimar emergió en un contexto de crisis económica, inestabilidad política y tensiones sociales. La fragilidad de sus instituciones —frágil debido a un sistema multipartidista y a una cultura política aún en formación— permitió que extremismos ganaran terreno. Adolf Hitler y el Partido Nazi supieron explotar estas debilidades utilizando mecanismos legales para concentrar el poder. La aprobación de la Ley Habilitante en 1933, por ejemplo, no solo facilitó la eliminación de la oposición, sino que también sentó un precedente sobre el uso de la legalidad para instaurar el autoritarismo.

Desarrollo adicional: Este episodio histórico subraya la importancia de una cultura democrática sólida: sin un consenso social profundo en torno a valores como el pluralismo y la tolerancia, incluso las reformas legales bien intencionadas pueden transformarse en instrumentos de opresión.

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En tiempos recientes, Venezuela se erige como un caso paradigmático de cómo un líder electo puede desmantelar la democracia desde el interior. Hugo Chávez, al acceder al poder a través de elecciones, implementó una serie de reformas que, a lo largo de varios mandatos, fueron concentrando el poder en el Ejecutivo. La politización de la judicatura, la reestructuración de organismos de control y la manipulación de las reglas electorales fueron tácticas que permitieron la consolidación de un régimen que, aunque mantenía la fachada de legitimidad democrática, socavaba sistemáticamente los fundamentos del pluralismo.

Este proceso no se dio de manera abrupta, sino que se caracterizó por una serie de pasos graduales que, en conjunto, erosionaron las instituciones democráticas. La transformación en Venezuela es un recordatorio de que la concentración del poder, aun dentro de un marco electoral, puede debilitar irrevocablemente el equilibrio institucional y la rendición de cuentas.

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En países como Hungría, Turquía y Rusia, se ha observado un patrón similar de autocratización. En Hungría, por ejemplo, reformas en la estructura judicial y en el sistema de medios han permitido a los gobiernos limitar la independencia de las instituciones. Turquía, por su parte, ha enfrentado una creciente restricción a la libertad de prensa y una persecución de figuras disidentes, mientras que en Rusia se ha evidenciado la utilización de cambios legislativos y control mediático para consolidar un régimen autoritario.

Estos casos demuestran que, independientemente del contexto cultural o geográfico, la erosión democrática se alimenta de estrategias similares. La manipulación de normas y la concentración de poder se revelan como tácticas universales, lo que subraya la necesidad de mecanismos robustos de vigilancia y de una ciudadanía crítica y activa.

Un eje central en el análisis de Levitsky y Ziblatt es el rol de los partidos políticos, que deben funcionar como guardianes del sistema democrático. En su ideal, los partidos actúan como filtros que impiden que figuras con tendencias autoritarias accedan al poder. Sin embargo, cuando los partidos se fragmentan o se ven tentados por estrategias populistas, se debilitan los controles internos que podrían evitar la autocratización.

La ausencia de una oposición interna fuerte en los partidos puede derivar en la adopción de medidas radicales, al margen de una ética democrática, que terminan por socavar la institucionalidad. Por ello, es crucial que los partidos no solo se concentren en la victoria electoral, sino que asuman un compromiso inquebrantable con los principios democráticos.

De igual modo, una sociedad civil vibrante y un periodismo independiente son esenciales para la salud de cualquier democracia. La participación ciudadana activa, la denuncia de irregularidades y la insistencia en la rendición de cuentas permiten contrarrestar el avance autoritario.

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La obra se convirtió en un bestseller del género ciencias políticas.Cortesía

Cuando estos actores se ven silenciados o cooptados, se debilita el control social sobre el poder y se abren brechas que pueden ser explotadas para concentrar la autoridad. La historia nos muestra que la resistencia organizada, incluso a través de formas pacíficas de protesta, puede detener o revertir procesos de erosión democrática antes de que resulten irreversibles.

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Cómo mueren las democracias no es simplemente un análisis académico, sino una advertencia urgente para los tiempos modernos. La historia —desde la República de Weimar hasta la transformación en Venezuela y otros casos contemporáneos— nos enseña que la democracia es un proceso en constante construcción, vulnerable a maniobras que, a pesar de presentarse como legales, socavan sus cimientos.

La defensa de la democracia requiere vigilancia constante y un compromiso activo de todos los actores sociales. Las instituciones deben mantenerse robustas, y la ciudadanía, informada y crítica, debe estar alerta ante cualquier señal de erosión. Solo a través de este esfuerzo colectivo se podrá evitar que el sutil murmullo de la descomposición se convierta en el estruendo irreversible del autoritarismo.

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