
Flor Bertotti: Guayaquil fue la primera parada de su gira 'Otra vuelta tour'
La actriz y cantante argentina regresó a los escenarios con un espectáculo que revivió la nostalgia de Floricienta
Guayaquil volvió a creer en los cuentos. A las 20:00 de este jueves, el Coliseo Voltaire Paladines Polo inició una travesía emocional que reunió en un mismo lugar a quienes crecieron con la historia televisiva de Floricienta y a quienes recién la conocen por herencia familiar.
El arranque estuvo a cargo de Pxblx como telonero, seguido de un set enérgico de DJ Angelu que mantuvo al público de pie durante media hora, calentando la espera con nostalgia pop y coreografías improvisadas desde las gradas.
A las 21:00 se apagaron las luces y, con un rugido colectivo, apareció Flor Bertotti. Desde el inicio se propuso jugar con la audiencia y pidió encontrar los mejores outfits del coliseo: muchos imitaban el vestuario de Floricienta y de sus videoclips más recordados.
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Flor Bertotti conquista al Coliseo Voltaire Paladines Polo
Con seis músicos y seis bailarines en escena, la artista argentina recorrió distintos capítulos de su historia musical. Cantó No te importa, de Niní; y más tarde presentó Hay un cuento, a la que llamó su favorita de esa era televisiva, provocando que el coliseo se transformara en un coro gigantesco.
El primer nudo en la garganta llegó con Te siento, una interpretación que hizo llorar a más de uno y recordó que estos recuerdos no solo se bailan: también duelen y abrazan al mismo tiempo. En medio de los pedidos constantes desde las gradas, accedió a interpretar Los niños no mueren: casi al borde del llanto, cantó abrazando la ovación como un reflejo del vínculo sensible que mantiene con su público.

La emoción dio paso a una transición explosiva. Mientras Flor cambiaba de vestuario, sus bailarines encendieron la fiesta con un remix que mantuvo la euforia arriba. El público no dejó de insistir y ella siguió cediendo a los caprichos del recuerdo: añadió Un enorme dragón, desatando uno de los momentos más espontáneos de la velada.
En ese bloque también interpretó un popurrí titulado Delivery de canciones, con fragmentos de Chaval chulito, Kikirikí y Así es la vida, una celebración urgente de los temas que marcaron la infancia y la juventud de toda la audiencia.
Fiesta y recuerdos: popurrí y coreografías que marcaron la infancia
Las coreografías, muy teatrales, recordaron sus presentaciones del Grand Rex en Buenos Aires, donde la ficción y la música se funden con carácter escénico. El contraste perfecto llegó con Pobres los ricos, número en el que la artista dejó claro que puede ser princesa y popstar a la vez. Saltos, pantallas led, guiños a cámara y un dominio del escenario que confirmó que su legado no solo vive en la memoria: hoy vibra y se renueva.
El clímax llegó con Flores amarillas. Las luces se tiñeron de dorado, las voces se elevaron y los girasoles en su cabello se convirtieron en símbolo del reencuentro. El público grabó, lloró, cantó y celebró ese instante en el que la ficción volvió a sentirse real y compartida por nuevas generaciones.
Flor agradeció ser recibida una vez más en Ecuador y por permitirle iniciar aquí una nueva etapa. Fue una noche para comprobar que, aunque pase el tiempo, los cuentos que nos marcaron pueden volver a empezar.
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