Cultura

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Pesántez Rodas fue docente en la carrera de Literatura de la Universidad de Guayaquil durante cuarenta años.Archivo

Recordando a Rodrigo Pesántez Rodas

El escritor y ensayista azogueño falleció en el Puerto Principal a los 82 años

“A veces tengo ganas / de que cruces a pie / mi sangre / Que dejes en la orilla / tu ropa y la vergüenza. / Que te sumerjas /desnuda hasta tocarme / el hueso / y el aliento. / Que te bañes así, / cojas mis peces / y en el ombligo lleves / como un collar /la furia / de mis dientes”.

Los versos de ‘La dulce furia’ son parte del enorme legado literario que dejó Rodrigo Pesántez Rodas, reconocido ensayista, catedrático y escritor que falleció la noche del jueves 2 de abril, a los 82 años.

Pésantez Rodas fue un académico consagrado, un escritor docto y un investigador que dedicó su vida a la poesía. Durante cuarenta años, dio las cátedras de Literatura Ecuatoriana y Estilística en la Universidad de Guayaquil, por cuyas aulas pasaron centenares de estudiantes. 

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La escritora manabita, Siomara España, lo recuerda como un maestro generoso y un promotor de la literatura femenina. “Desde que fue mi profesor, nos llevamos bien, y ese cariño creció con los años. Lo considero mi mentor, Era un hombre de gran corazón, generoso con la literatura, sobre todo con la literatura de mujeres. Su libro ‘Presencia de la mujer ecuatoriana en la poesía’, publicado en los años sesenta, antologaba los versos de 67 mujeres de todo el país. Fue una obra sorprendente para su época”.

España también destaca la labor de Pesántez Rodas como gestor cultural. “Cuando laboró como funcionario en la Unesco hizo todo lo posible por dar a conocer la literatura ecuatoriana, e impulsó obras de autores como Hugo Mayo que, hasta entonces, no había sido antologado”, subrayó.

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El año pasado, la escuela de Literatura de la Universidad de las Artes le rindió un tributo al autor.Cortesía

Entre las numerosas obras del intelectual azogueño nacido en 1937, estaban ‘Panorama del ensayo ecuatoriano’, ‘Ocho poetas tanáticas’, ’Jorge Carrera Andrade, amistad y anhelos compartidos’ y ‘Siete poetas del Ecuador’.

También le sobrevive su amplia obra poética, entre los que se encuentran los libros ‘Viñas de Orfeo’, ‘De cuerpo entero’ y ‘Vigilia de mi sombra’. 

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A lo largo de su extensa carrera se hizo acreedor de galardones como el premio José Vasconcelos en México y la Condecoración Nacional al Mérito Cultura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

“Es una pérdida para el país la partida de este poeta y eminente crítico, que contribuyó a los movimientos literarios, fue parte de la crítica, la promoción cultural y figura destacada entre los poetas de su generación”, dijo el escritor Eliécer Cárdenas. 

“No encuentro palabras. Qué tristeza. Se muere un gran poeta y estudioso de la literatura ecuatoriana y en circunstancias que nunca mereció. Qué triste país el que vivimos”, agregó la autora Aminta Buenaño.

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Pesántez Rodas publicó numerosos poemarios, ensayos y antologías de poetas ecuatorianosCortesía

En 2019, la Escuela Abierta de la Universidad de las Artes le rindió un homenaje a su trayectoria. “Me alegra que, al menos en esa ocasión, nos reuniéramos a celebrar su legado. Si las circunstancias fueran otras, recibiría un gran homenaje”, estableció España. “Pero el mejor tributo a un artista que dio tanto por la literatura, es leerlo”.

Aquí les dejamos algunos de sus versos.

Indisciplina

Con este mismo cráneo

que se viste de pelos.

Con este mismo que se usa y se desusa.

sentado en mis pescuezo.

Con este que soñó tener violines

y solo consiguió

un divorcio

en Quito.

Con este que se para,

grita,

y puja.

Con este mismo

-digo-

habrán de verme

en el juicio final

muerto de risa.

Los fantasmas

Nada nos pertenece.

Nada.

Soy,

somos

del pajar una aguja

y nadie nos encuentra

si nos buscan.

Somos casualidad y de repente

alguien tropieza,

nos tropieza

y damos

brillo apenas,

tan solo brillo,

y nada más.

Después volvemos a ser

mar solitario,

jaula sin ave,

sombra sin palmera.

Volvemos a la ajena

incertidumbre ,

a la poblada ciudad de los fantasmas.

Las dos orillas

Qué harás ahora de nuevo

me preguntas.

Y yo:

la rueda al grano y masticando

la harina del recuerdo.

Y tu allá

entre los hilos tontos de un viento

que se aleja.

Cercano estuve al puente

donde mi agua y tu cauce se avistaron.

Todo pudo pasar

y pasó todo,

menos los dos pasamos.

Tu orilla allá,

la mía acá

y el puente en la mitad de los asombros.