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Un documental de 2007 en Netflix es una buena noticia por una sencilla razón: en ese año todavía no se habían inventado los drones
Un documental de 2007 en Netflix es una buena noticia por una sencilla razón: en ese año todavía no se habían inventado los dronesInternet

Qué ver en Netflix: Historias de ladrones con honor

“Los ladrones viejos / Leyendas del artegio” es una joya del documental mexicano que ahora está en Netflix. Roberto Aguilar nos da motivos para verla.

El artegio es el arte, hoy en vías de extinción, de robar sin hacer daño a la víctima. En las superpobladas calles del Distrito Federal mexicano de los años setenta, hoy llamada Ciudad de México, los cinco protagonistas de esta película eran los maestros absolutos de la especialidad. Fantomas, el Carrizos, el Burrero, el Xochi y el Chacón, tipos elegantes, discretos, habilísimos y con un estricto código de ética: nunca se roba al que menos tiene; es preferible entregarse que lastimar a una persona… El documentalista Everardo González los visita en las prisiones donde cumplen sentencias que, ya ancianos, no llegarán a completar. Y ellos lo cuentan todo. El resultado es el documental más divertido, sorprendente y (esto es paradójico) edificante de cuantos se han filmado en los últimos años sobre delincuentes de la vida real.

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“Los ladrones viejos / Leyendas del artegio” ganó los dos mayores reconocimientos a los que pueda aspirar un documental mexicano: premio a la mejor película iberoamericana del Festival de Guadalajara en 2007 y Ariel de Plata al mejor largometraje documental del año siguiente. Desde 2018, una versión en mediana resolución se puede encontrar en YouTube. Ahora Netflix lo acaba de subir a su plataforma con su brillo original, aunque con el bajo perfil que se acostumbra para este tipo de reposiciones.

Un documental de 2007 en Netflix es una buena noticia por una sencilla razón: en ese año todavía no se habían inventado los drones, de modo que los documentalistas tenían que completar con imaginación cinematográfica aquello que hoy se rellena con imágenes intercambiables captadas desde las alturas. Netflix, precisamente, es el campeón de esa nueva escuela de documentalismo que sustituye el valor narrativo de las imágenes por su espectacularidad. Basta con ver su reciente producción “Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía”, una serie de seis capítulos de una hora que podrían reducirse a dos o tres si se suprimieran las vistas de Buenos Aires desde el dron acompañadas por efectos de sonido.

“Los ladrones viejos” es cine puro. Aquí no hay rellenos ni efectos especiales: hay investigación iconográfica de época; trabajo de búsqueda en archivos, hemerotecas, filmotecas…; una banda sonora con canciones de Los Golpes, Los Terrícolas, Los Ángeles Negros… El México de los setenta desfila ante los ojos del espectador en imágenes de noticieros, fotografías, recortes de periódicos, fragmentos de películas provenientes de archivos policiales… Y los testimonios de los cinco personajes (a quienes se suman un antiguo sargento y un coronel de Policía, hoy retirados) tejen el hilo argumental de la película. No hay voz en off. En su lugar, una magnífica edición organiza los testimonios en una historia redonda.

Efraín Alcaraz, El Carrizos, carga con el mayor peso de la narración sobre sus hombros. Escucharlo es un deleite. Articulado, sincero, conversador lleno de recursos que siempre encuentra la palabra exacta, El Carrizos es un maestro para administrar los tiempos del relato, los efectos de suspenso, los clímax y los anticlímax… En fin: es un contador de historias nato. Y sus aventuras alucinantes se merecen un narrador de su talla. Extorsionado por policías corruptos, detenido y torturado en los sótanos de Tlaxcoaque, convertido en leyenda urbana por la espectacularidad de sus golpes, la historia de este especialista en robo de domicilios es digna de una novela de Alejandro Dumas.

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Dos presidentes de la república, Luis Echeverría y José López Portillo, fueron sus víctimas. El primero, por casualidad: El Carrizos, simplemente, decidió meterse en una casa hipervigilada por soldados que no sospecharon de él porque iba con la mejor de sus galas: un traje gris de corte Napoleón. Salió de ahí con dos fundas de almohadas llenas de joyas (así se trataban los patriarcas del PRI) y tres chamarras finísimas compradas en París. “Jamás me imaginé yo, jamás, que fuera la casa de Luis Echeverría”, dice, y hay que creerle porque El Carrizos no miente. La segunda vez fue premeditada: “López Portillo -se justifica- era un ladrón, nos robó lo que quiso. Y le pegué. Ahí en Bosque de Las Lomas le abrí dos cajas fuertes y me llevé todo su dinero, todas sus alhajas, todos sus centenarios y todos sus dólares”.

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Pero no hay Robin Hoods en esta película y ese, quizás, es su mayor mérito: el director Everardo González evita tomar el camino fácil de romantizar a sus personajes. Los propios ladrones viejos se lo impiden: ancianos, presos, condenados a penas impagables, saben que morirán en la cárcel. No tienen nada que perder y, quizás por eso, hablan con una sinceridad conmovedora. Ya desde la primera escena, cuando la cámara recorre la tristemente célebre cárcel de Lecumberri, fundada por Porfirio Díaz para escarmentar a los disidentes y llevada a la literatura con toda su crudeza por Álvaro Mutis, un pacto de credibilidad se establece entre el espectador y los personajes cuyas voces empiezan a sonar. Y ese pacto jamás se rompe. Los ladrones viejos no son héroes, no. Pero son más confiables que Luis Echeverría y José López Portillo juntos.

FICHA

  • Título: “Los ladrones viejos / Leyendas del artegio”

  • Género: documental

  • Director: Everardo González

  • País: México

  • Año: 2007

  • Duración: 1h 36 min.