
Boris Saltos y su regreso al arte con una muestra perturbadora
El artista ecuatoriano Boris Saltos presenta una colección inquietante en Guayaquil mientras su obra viaja a NY
Cava con tus manos donde alguna vez hubo calor, no es solo el título de la más reciente exposición de Boris Saltos, sino una invitación a remover las capas de lo que fuimos y ya no somos.
Después de una década alejado de las galerías, el artista y tatuador guayaquileño regresa con una colección de seis piezas que oscilan entre lo orgánico y lo perturbador, donde huesos tatuados, materiales indeterminados y una atmósfera de extrañeza confrontan al espectador con su propia animalidad.

Boris Saltos: De la plastilina al arte conceptual
Saltos no llegó al arte por vocación temprana, sino por una serie de casualidades. A los 17 años, tras desertar de Ingeniería Civil en solo tres días (“el aburrimiento me devoraba”), una excompañera lo guió hacia el ITAE, donde descubrió que el arte era más que las rígidas clases de pintura que odiaba en el colegio.
“En casa creaba esferas de plastilina con capas de colores que luego cortaba para ver su interior. Era mi manera de explorar sin saberlo. Cuando entré al preuniversitario de artes, entendí que esto no era solo técnica: era el lenguaje de la conciencia”, confiesa.

10 años fuera del arte: ¿Por qué Boris Saltos regresó?
Su retorno no es un capricho. “No tenía nada que decir antes; ahora sí”, explica. Durante esa década, su práctica artística, se nutrió de otros lenguajes (el tatuaje, la música, la investigación) en un proceso lento de reflexión. “No me levanté un día queriendo exponer. Fueron años de prueba y error, de aprender desde afuera”.
El tatuaje, aunque presente en dos huesos de la muestra, no define su obra: “Es una técnica con aplicaciones, no una filosofía”. Pero hay algo más visceral: “Mis piezas son preguntas abiertas. No creo en el arte como objeto cerrado”.
La exposición, organizada por Juan Felipe Paredes (curador asistente del MAAC), guía al espectador en una oscuridad deliberada. “El título es del curador, pero la muestra indaga en releernos en el mundo”, aclara Saltos. Lo siniestro no es un efecto, sino parte de su lenguaje: huesos que parecen relicarios, materiales que simulan piel o tierra, una “naturaleza pervertida por lo humano”.

“No busco provocar perversión, sino evidenciar cómo lo orgánico y lo artificial chocan”, dice. Sus referentes lo delatan: desde el artista conceptual On Kawara hasta el caos musical de The Prodigy y también basado en la crudeza de Evangelion.
Él afirma que estas obras “son mi manera de entenderme en el mundo y como tal han sido procesos de varias etapas, lo que vemos en la exhibición son pequeñas formalidades de varios cuestionamientos mucho más amplios y escabrosos alrededor de la perspectiva y lectura de mi propia práctica”.

Niebla (2014): La obra interactiva de Boris Saltos que viajó a NY
Mientras su obra dialoga en Guayaquil, una pieza conceptual de Saltos cruza fronteras hacia la Galería MIMO en Brooklyn, Estados Unidos como parte de Pi Jamada. Se trata de Niebla (2014), un gabinete-espejo de baño intervenido en el que un sistema de enfriamiento empaña el cristal e invita al público a dibujar, escribir y borrar sobre la bruma efímera.
“Es una propuesta anterior que exhibí en la galería No Mínimo”, comparte el artista. Señala también cómo este trabajo temprano ya exploraba la interacción entre lo orgánico (el vapor) y lo artificial (el mobiliario doméstico), tema que hoy resuena con fuerza en su nueva exposición. La obra estará expuesta hasta el 20 de julio.
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