
La actriz Lorena Vega trae a Quito su obra más personal: Imprenteros
La artista argentina comparte su historia en una propuesta que lleva siete años sobre los escenarios
Actriz, directora, dramaturga y docente, Lorena Vega es hoy una de las figuras más contundentes de la escena teatral y audiovisual argentina. Desde sus obras hasta sus recientes participaciones en populares series como el éxito de Netflix Envidiosa, su trabajo se caracteriza por una entrega emocional y una versatilidad tan profunda que muchos espectadores se sorprenden al descubrir que los personajes que vieron fueron interpretados por la misma actriz.
“Una chica me dijo que su papá me había visto en Envidiosa, en Las cautivas y en Imprenteros, y discutía que no era la misma persona. Le decía: ‘Te equivocás, no es la misma actriz’. Para mí, eso es un elogio”, cuenta entre risas.
Vega recibe a Expresiones en la capital ecuatoriana, donde ha llegado para presentar Imprenteros, una obra de teatro documental que dirige, escribe y protagoniza junto a sus hermanos, y que se ha convertido en uno de sus trabajos más reconocidos, con siete años ininterrumpidos sobre las tablas.
Hasta entonces, Vega ya había construido una sólida trayectoria en el teatro independiente y comercial de Buenos Aires, así como en el cine. Sin embargo, la historia que narra Imprenteros nació de un lugar mucho más íntimo: la pérdida de la imprenta familiar tras la muerte de su padre.
Lo que en un inicio parecía un proyecto pequeño —“iban a ser cuatro funciones”— terminó convirtiéndose en un fenómeno teatral.
“Al principio tenía miedo de que a nadie le interesara”, admite. “Pero después de tantos años con el material vigente, con funciones dentro y fuera de Argentina... entendí que ese temor estaba supererrado. Era una historia que identificaba a mucha gente. Aunque yo hablaba de mi familia, hablaba de muchas familias”, señala.
Imprenteros retrata el vínculo entre trabajo, herencia y afecto, y cómo la historia de un pequeño emprendimiento artesanal puede resonar colectivamente. “Nuestra historia es como tantas otras: familias trabajadoras que tienen un oficio que pasa de generación en generación, con todo lo que eso implica —tensiones, pasiones, vínculos—. Hay una herencia emocional ahí, más allá de lo material”, indica.
El proyecto se amplificó con un libro y un documental. “Queríamos dejar algo tangible. Habíamos perdido las máquinas de la imprenta, que nos permitían justamente volver tangible lo que hacíamos. Entonces dijimos: hagamos esto tangible, nuestra historia. Así nació el libro. Y mientras lo hacíamos, Gonzalo Zapico empezó a registrar todo, y nació la película. Todo tuvo esa misma necesidad: dar testimonio”, cuenta.
A la par, la obra y sus proyectos posteriores también le sirvieron para reflexionar sobre la duda que impulsó todo el proceso: ¿qué es una familia?
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“No diría que encontré una respuesta cerrada, definitiva. Pero sí me acerqué a una idea de familia como una construcción que se hace a lo largo de la vida, a través de los lazos que vas creando. No tiene que ver exclusivamente con los vínculos sanguíneos. Hay familias que se arman por afectos, por afinidades, por redes de cuidado. No solo por relaciones de pareja, sino por personas que se quieren, que se sostienen mutuamente y que encuentran algo común que los une”, comenta.
En Quito, Imprenteros tendrá funciones el jueves 26 de junio a las 19:00 y el viernes 27 de junio a las 20:00, en el Teatro Nacional Sucre.

Las múltiples facetas de Lorena
Además de Imprenteros, Lorena Vega está actuando o dirigiendo las obras Las cautivas, Precoz, La vida extraordinaria, Testosterona, Civilización y Yo, Encarnación Ezcurra, todas actualmente en cartelera en su país natal. A eso se suman sus participaciones en cine —entre ellas en el filme Mazel Tov, una de las películas más vistas de 2025— y en diversas series de streaming. Su agenda parece inabarcable, pero ella la asume con compromiso y humor:
“Es un trabajo de ingeniería total articular estar en tantas obras al mismo tiempo y acompañar todos los procesos audiovisuales. Trato de estar muy atenta a la agenda para que no se pise nada”.
“No es que no viva —dice entre risas—, pero sí tengo una entrega total al trabajo. Y muchas veces las cosas se estrenan juntas porque fueron filmadas en distintos momentos. La gente dice: ‘¿Qué hace esta mujer?’. Y yo estoy tratando de que todo conviva”.
También tiene nuevos proyectos en marcha, entre ellos El barro, su próximo estreno, donde forma parte de un elenco coral que da vida a una cárcel de mujeres. “Es como la versión femenina de El marginal. Es un trabajo con muchas actrices, muchas de teatro, algunas muy reconocidas, como María Becerra. Tengo una participación y estamos esperando que salga con mucha expectativa”, asegura.

Una voz que narra y enseña
Además de actuar, dirigir y escribir, la artista también enseña. Su enfoque sobre el decir y el uso de la voz le valió, entre otras cosas, la invitación de Fito Páez para participar como narradora en su último disco. “Él me hizo sentir que lo estábamos construyendo juntos. Y en el estudio me reveló cosas nuevas sobre mi uso de la voz. Es alguien impresionante. Me mostró que hay capas que todavía no había explorado”.
A los 49 años, Vega representa una manera de hacer arte que combina intensidad, oficio, ética de trabajo y una mirada lúcida sobre el rol del teatro en la sociedad, especialmente en una época en la que, en su país, los fondos para la creación artística y los apoyos institucionales se han reducido drásticamente. “Trabajar en Argentina hoy es incierto. Es freelance, aleatorio, depende de muchos factores. Pero también es fascinante”, afirma. “Hay que lidiar con eso redoblando la apuesta, armando proyectos colectivos, sin bajar los brazos”, dice.
Aunque no se reconoce como una figura famosa, su presencia crece y se multiplica, lo que también ha contribuido a atraer a un nuevo público al teatro, su primer amor.
“Que venga gente nueva al teatro porque me vio en una serie me parece hermoso. Convocar al teatro es difícil, en cualquier parte del mundo, no solo en Argentina, y si eso mueve algo, si despierta una curiosidad, bienvenida sea”, afirma.
Para Vega, todo —la actuación, la escritura, la enseñanza— parece girar en torno a una misma búsqueda: hacer visible lo invisible. Y, en el proceso, construir una obra que, como Imprenteros, transforme la memoria íntima en un acto colectivo.