El miedo a ser aplastados por la constante caída de piedras de un cerro que colinda con varias casas y una cancha deportiva a la que todos los días acuden a recrearse adultos y niño en Colinas de la Alborada, norte de la ciudad, se reactiva entre los 1.000 residentes de la zona.

Señalan que las lluvias han ablandado nuevamente el terreno del cerro y poco a poco se producen deslizamientos, indica Jéssica Santana, quien habita en el barrio hace cuatro años y con frecuencia debe recoger los palos y pedazos de rocas que caen hasta el patio de su domicilio, ubicado en la manzana 2345.

“A pesar de que hemos colocado alambres para mitigar los efectos de un posible derrumbe, vivimos en zozobra, porque no sabemos en qué momento la tierra se nos viene encima”, manifiesta.

Édison Gallegos, otro residente, lamenta que el Municipio no haya construido un muro de contención para evitar que las piedras que se deslizan del cerro caigan sobre las villas. “Nosotros hemos tenido que ingeniar algunas acciones para evitar que suceda alguna desgracia”, dice, al referir al trabajo desarrollado junto con los vecinos.

Otro residente denuncia el peligro que corre la población que ya no sabe a quién pedirle ayuda para que solucione un problema que todos los años les roba la tranquilidad.