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La falta de pequeñas unidades de negocios en las urbanizaciones cerradas obliga a los residentes a acudir a centros de alta congregación.AMELIA ANDRADE

Urbanización o barrio: pros y contras en la cuarentena

Transportarse o abastecerse de alimentos son las ventajas de la residencia abierta durante la emergencia . Sin embargo, es más difícil su organización.

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El abanico de beneficios de vivir en urbanizaciones cerradas, como vía a la costa o Samborondón, se achica durante la cuarentena, frente a quienes residen en barrios o ciudadelas abiertas, como El Centenario, La Atarazana u otras, aseguran expertos en arquitectura guayaquileños. Sin embargo, no niegan que la primera de estas formas de vivienda tenga también sus beneficios, durante la emergencia.

Oscar Valero, arquitecto y urbanista, explica que las urbanizaciones cerradas dificultan, en tiempos de contagio comunitario del virus, el alcance de las necesidades básicas de sus habitantes, como hacer mercado, comprar medicina, transportarse o asistir a casas de salud.

“Muchas urbanizaciones, al ser colocadas en zonas con un solo uso de suelo (residencial), exponen a las personas a tener que tomar su vehículo o medios de transporte públicos para poder acceder a medicinas o alimentos. Esto ocasiona focos de atracción para todas estas ciudadelas, ya que un mismo supermercado atiende a un conjunto amplio de ellas, volviéndose potenciales focos de infección con facilidad”

Oscar Valero, arquitecto y urbanista

Vicente Solano, habitante de un barrio del centro, concuerda con el pensamiento de Valero. Cerca a su casa, narra, tiene a su alcance tres o cuatro tiendas para comprar productos básicos, dos farmacias, panaderías, restaurantes y locales de venta de comida rápida, menciona. “Puedo ir hasta esos sitios a pie, no necesito recorrer más de tres o cuatro cuadras para llegar. En sí, no veo dificultad para salir a comprar algo para mi casa”, afirma.

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Valero, quien también vive en un barrio abierto, El Astillero, atribuye la misma facilidad. “Poseo, a una distancia transitable a pie, dos supermercados, cerca de 4 farmacias y al menos seis tiendas locales en el barrio”, señala.

No obstante, reconoce que las urbanizaciones cerradas, en cambio, tienen una mayor facilidad de organización y conciencia de comunidad.

Guillermo Ayala, presidente de la Federación de Urbanizaciones de vía a la costa, evita hablar sobre los contras de vivir en una ciudadela cerrada y coincide con Valero en la facilidad de crear normas comunes para evitar mayores contagios. 

“Además, existe una familiaridad que compromete para que no existan incumplimientos. (...) Es mucho más fácil hacer cumplir lo dispuesto por esta emergencia”

Guillermo Ayala, presidente de la Federación de Urbanizaciones de vía a la costa

Algo que no sucede en ciudadelas abiertas, opina el líder barrial. Para ello, pone como ejemplo, la forma residencial que eligió su hijo. “Él vive en Santa Cecilia y me contó que tuvieron que llamar a la Policía porque estaban jugando voley. Esos extremos no hemos visto por acá, ni siquiera he visto que salen a caminar o trotar dentro de mi urbanización. Solo he visto a unas tres personas caminando con su perro”, cuenta.

Por su parte, el catedrático y exfuncionario municipal, Felipe Espinoza, insiste en que Guayaquil es una ciudad “desnudada” urbanísticamente y que, por tanto, eso la vuelve vulnerable frente a emergencias de salud inesperadas, como la pandemia del Covid-19.

“Se desmanteló el sistema de equipamiento barrial, sectorial. No cuenta con espacios públicos, es una ciudad muy plana, muy horizontal, de baja densidad, que requiere una gran infraestructura de transporte para conectar grandes servicios y trabajo”, apunta.

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Expertos resaltan las facilidades de los ciudadanos para hacer compras de alimentos y abastacerse de medicamentos.AMELIA ANDRADE

El también experto en urbanismo critica que en las urbanizaciones cerradas, normadas por ordenanzas del Municipio, el reglamento interno les impida tener un minimarket, una pequeña farmacia, obligando a los residentes a acudir a centros comerciales de mayor afluencia como las piazzas.

Fernando Huamán, residente de La Puntilla, reconoce que cuando se trata de hacer compras resulta necesario salir de la urbanización para conseguir alimentos o medicina. Sin embargo, no lo ve como un factor en contra.

“Sí me ha tocado salir. Muchas familias han resuelto con compras a domicilio también. Obviamente, hay que hacer una fila en el supermercado, pero todo se hace con seguridad y con las medidas de precaución necesarias”

Fernando Huamán, residente de La Puntilla.

En tanto, la percepción de encierro tanto en urbanizaciones cerradas como en ciudadelas abiertas cambia, según residentes y expertos. El arquitecto Brick Reyes explica que la sensación de sofoco que puedan sentir las familias, más que depender del modelo de vivienda, responde a una cuestión económica, bajo la que se adquirió el bien inmueble.

“Por lo general, los programas de vivienda dan casa dependiendo la cantidad de familias. En cambio en las ciudadelas ese diseño no siempre se encaja a las necesidades. Muchas se vuelven casas con departamentos repartidos”, asegura. Danny Torres, habitante de La Joya, dice sentir mayor libertad por un tema de seguridad. “Al tener una garita, uno puede salir al patio a respirar aire fresco con mayor seguridad. Eso no pasa en ciudadelas abiertas”, explica.