La Taberna es uno de los espacios más conocidos de Las Peñas. Siempre permanecía lleno, con vida. Hoy, la realidad es otra.
La Taberna es uno de los espacios más conocidos de Las Peñas. Siempre permanecía lleno, con vida. Hoy, la realidad es otra.Freddy Rodríguez / Expreso

La reactivación no sube al Santa Ana

La pandemia y las medidas de bioseguridad dispuestas por las autoridades del cantón recrudecen la opacidad que ya afectaba a este emblemático cerro.

El ambiente ha muerto. En el tradicional e inquieto barrio Las Peñas y el cerro Santa Ana, las farras han desaparecido, tanto o más que los mismos turistas y caminantes que llegaban también al sitio para subir los 444 escalones que los conducía al gran faro, desde donde se puede observar la grandeza de Guayaquil.

El lugar donde se realizan los trabajos ya tenía una regeneración previa y había recibido mantenimiento en la anterior Alcaldía.

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Hoy todo es distinto. A pocos días de cumplirse un año desde que llegó el coronavirus al país (y con él las restricciones), en este lugar, donde nació Guayaquil, solo hay silencio y caminos vacíos, con apenas unos cuantos vecinos que desde sus portales advierten a las visitas por dónde seguir.

“No suba más, si lo hace regresará sin su equipo. Ya todo está oscuro, ahora lamentablemente nos guardamos temprano”, le dice una habitante a EXPRESO, durante el recorrido que hizo el pasado miércoles. Apenas son las 20:00.

El pasado miércoles, los pocos restobares abiertos cerraron sus puertas a las 22:00.
El pasado miércoles, los pocos restobares abiertos cerraron sus puertas a las 22:00.Freddy Rodríguez / Expreso

La llegada de la COVID-19 y el que en la ciudad se prohiba el funcionamiento de bares y discotecas para evitar contagios ha calado hondo en la vida del cerro, que ya tenía meses atrás, incluso antes de la pandemia, reclamos por el olvido de la autoridad, que no se ha hecho presente con ningún plan integral para volver a darle vida al sitio tras la regeneración.

Consultado a propósito de este tema, para un especial que trataba el retroceso del cerro, el Municipio no dio mayores detalles de si tiene pensado algo para mejorar la vida turística del cerro, pero se supo especificar que se harán estudios para proponer la colocación de un ascensor turístico. De eso no se ha socializado nada aún.

DatoEn el sector también hay un plan para mejorar la calle Panamá, en la zona rosa. Ese proyecto está en camino, pero del Santa Ana no se ha hablado.
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Las secuelas más graves y recientes pasaron factura el último feriado de carnaval. La resolución del COE Cantonal, de permitir solo hasta las 18:00 la venta de bebidas alcohólicas durante el asueto, deprimió aún más el lugar. Así como la economía de los 26 locales que funcionan allí, de los cuales solo cinco tienen permiso de funcionamiento del Municipio y otros están en proceso de obtenerlo tras muchos años.

Tatiana Vélez administra el local Casa Grande, un bar ubicado en un pasillo del escalón 37, al inicio del cerro. Cuando supo aquello de que el COE no los dejaría atender, se indignó. “Analizamos con otros dueños. Guayaquil queda vacía los feriados. Y ni siquiera al poco turista que llegó nos dejaron atenderlo. Es injusto”, comenta.

La Numa Pompillio permanece desolada hasta llegar a Puerto Santa Ana, donde el ambiente es otro. Hay vida, turistas, música.
La Numa Pompillio permanece desolada hasta llegar a Puerto Santa Ana, donde el ambiente es otro. Hay vida, turistas, música.Freddy Rodríguez / Expreso

Las playas se abarrotaron de multitudes sin ninguna prevención. El cerro afirma aplicar medidas de bioseguridad y respetar el aforo. Extraña la vida nocturna. La factura alcanza, además, a los usuarios.

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Carolina Acevedo, de 35 años, vive en el Malecón desde hace un poco más de dos décadas, y recuerda haberse instalado por “religión” en el Santa Ana cada fin de semana, desde que era adolescente. “Estoy segura de haber farreado en cada uno de los bares, absolutamente en todos”, cuenta; mientras decide, junto a su hermana, Nicole, a qué sitio ingresar.

Diva Nicotina, La Taberna, Fountain, el Bar Karaoke Pan de Oro, así como La Casa Grande, son algunas de las opciones que encuentra esa noche. En todos los sitios, convertidos ahora en restobares (el requisito para funcionar en medio de la pandemia), hay apenas unos contados clientes. Ese escena a Acevedo le genera nostalgia.

Apenas unos pocos visitantes recorren hoy las tradicionales escalinatas de Las Peñas.
Apenas unos pocos visitantes recorren hoy las tradicionales escalinatas de Las Peñas.Freddy Rodríguez / Expreso

En febrero de 2020, recuerda, estuvo sentada a orillas de la pileta, a escasos pasos de Fountain, con 12 amigos que se confundían con la cantidad de turistas que subían y bajaban de las escalinatas y hacían fila para ingresar a los cerca de 55 bares que, a decir de Nicolás Vasco, vicepresidente de los Centros Nocturnos del Guayas, habían en ese entonces en el lugar.

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Es la noche del pasado miércoles. Esa imagen se ha esfumado. En los pocos sitios abiertos, sí, hay música; también un menú diverso para picar; dueños y meseros listos para atender, pero ese ambiente de fiesta, ya no se siente.

Oswaldo Alarcón, quien recorre también el espacio en busca de una “añorada noche bohemia”, dice extrañar los conciertos de rock de Diva Nicotina, “la buena onda afuera de los bares”, la euforia de amanecer mirando el río o La Perla, y hasta la comida al paso al pie de las escalinatas.

Antecedente‘Guayaquil es mi destino para conocer su historia’, de 2014, promociona al cerro como un lugar en el que hay plazas, glorietas, museos y restaurantes. Es falso. Solo hay bares, y muchos cerrados.

“Somos de las pocas ciudades del país donde los centros nocturnos están prohibidos. Montañita, Salinas, Ambato tienen todo abierto y que yo sepa, la pandemia es la misma. Con estas medidas, la identidad del guayaquileño se está perdiendo...”, advirtió.

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“Si seguimos así, no seremos más esa gente alegre y acolitadora. ¿Acaso quieren eso las autoridades? No tenemos ya donde entretenernos”, lamentó; mientras veía como su tan “amado bar”, Diva Nicotina, permanecía desolado.

No en todos los lugares turísticos de Guayaquil están solitarios. Guayarte y Puerto Santa Ana, proyectos municipales más recientes, tienen un escenario en el que la reactivación sí ha dado frutos.

En papel20 años tiene la ordenanza que regula el plan de regeneración urbana y que hoy es, simplemente, letra muerta.

Antes de llegar a Puerto Santa Ana, sin embargo, uno debe avanzar por la desolación que golpea la calle empedrada Numa Pompilio Llona, donde se levantan coloridas casas históricas y galerías llenas de arte, hoy cerradas. No hay bulla, no suenan los tacones sobre las piedras, no hay visitantes riéndose, ni luces de colores, ni puertas de bares abiertos.... No hay nada.

Pero cuando se pasa la Casa Pilsener y se acerca al Puerto Santa Ana, los locales están abiertos todos, llenos de vida, de música y, lo más importante, de clientes. Es la otra cara de la pandemia, la cara bonita, la que aún brilla y que hoy pinta recuperada en su camino a la reactivación. Para el cerro, es la muestra de lo injusto.

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Vasco, también presidente de los Centros Nocturnos de la Zona Rosa, reconoce también ese sector que representa ha sentido el golpe. Solo 10 de los 33 bares que antes de la pandemía existían hoy se mantienen a flote. Aunque a medias.

Solo esta semana, cuatro más han dicho que van a cerrar. Es que así no podemos mantenernos. Y claro, todo se está perdiendo y no es justo. Y no lo es porque tenemos un protocolo a seguir para evitar el contagio, pero nadie lo toma en cuenta. Simplemente dicen: los bares y discotecas no funcionan, y mientras tanto todo muere

Nicolás Vasco, vicepresidente de los Centros Nocturnos del Guayas

Aún así, en 20 días, Vasco prevé reunirse con la alcaldesa, junto al resto de directivos del gremio, para llegar a un acuerdo.