
Punta de Piedra enfrenta al abandono con unión comunal
Esta localidad del golfo de Guayaquil carece de electricidad, agua y alumbrado desde hace décadas
La mañana estaba fresca, con una garúa que duró pocos segundos. La lancha, más rápida de lo previsto, condujo a un equipo de EXPRESO desde Caraguay hasta Punta de Piedra en solo 54 minutos. Era viernes y, al aproximarnos al ingreso de esta comuna del golfo de Guayaquil, al menos una docena de botes permanecían acoderados a la orilla del río.
El ruido del motor fuera de borda cesó por un instante y, al descender, llamó la atención el estado del muelle: de la estructura artesanal que se levantaba hace unos seis años, apenas quedaban cañas, dispersas entre rocas, conchas e incluso restos de municiones del siglo pasado.
“Lo construimos antes de la pandemia. Se cayó hace un año, por el asunto de que la marea sube, baja, trae basura y eso hacía fuerza; los palos se debilitaron, era de madera”, comenta el comunero Fabián Espinoza, minutos después de recibirnos.
Punta de Piedra es una tierra olvidada. Sus 180 habitantes viven sin alumbrado público, sin agua potable y sin electricidad. Han enfrentado estas carencias durante décadas. Al recorrer sus caminos de tierra, se escuchan motores de generadores, pero son casos excepcionales.
Agapito Risco, presidente de la comuna, sale de su vivienda y saluda a un par de pescadores. Espinoza se acerca para coordinar la llegada de un grupo de universitarios que realiza un proyecto de conservación del ecosistema junto a su tutora.
Risco cuenta que la mayoría de los habitantes se dedica a la pesca y a la captura de cangrejos, oficios que pasan de generación en generación, como también las necesidades básicas.
“Aquí el agua es escasa. Tenemos un pozo que tiene más de 150 años y con eso hemos estado resistiendo. No bebemos de ahí, solo la usamos para lavar ropa o bañarnos. Cada 10 días nos traen en lancha agua potable que sobra de las camaroneras, y la hacemos durar para cocinar y tomar”, explica Risco.
Si hay un espacio que llena de orgullo a los comuneros, es la escuela, gestionada por los padres de familia. Sus cuatro salones representan esperanza para los niños y sus familias. Sin embargo, un desnivel en el terreno que divide dos áreas de la institución preocupa a los comuneros.
“Necesitamos escalinatas o un muro de contención. Tenemos miedo de que, cuando lleguen las lluvias, esto ceda y se dañen los salones o los niños resulten heridos”, dice Espinoza. Los chicos realizan actividades en las aulas, atentos a las indicaciones de sus profesores, mientras las tres canchas de tierra permanecen vacías a pocos metros.

Punta de Piedra: Planes de cementerio y un área de cultivo
“Máxima, ¿me copia?”, le pregunta Risco a Francisco Romero, síndico de Punta de Piedra, por radio, invitándolo a sumarse al recorrido en medio de esas canchas. Dos minutos después, Romero llega y explica algunos de los planes de la comuna: un cementerio y un área de cultivo de nueve hectáreas para sus habitantes.
Para el camposanto aún faltan permisos municipales, pero las gestiones continúan, reconoce el síndico, mientras señala con sus manos las zonas destinadas para ello.
Todo este espacio colinda con un bosque seco, hábitat de tigrillos, serpientes, tejones y otras especies, que los habitantes luchan por conservar. Al mismo tiempo, rodea un área destinada al cultivo de camarones.
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Punta de Piedra: Pescadores alarmados por la inseguridad
De regreso a la orilla del río, un trío de capturadores de cangrejos limpia los crustáceos y los agrupa cuidadosamente en su lancha. Conversan sobre su labor diaria, pero sus rostros cambian al tocar el tema de la inseguridad. Los tres comuneros se rehúsan a hablar de ello.
Agapito Risco
Aunque los afecta desde hace meses, prefieren no comentarlo. Entonces, un pescador irrumpe y asegura que también son víctimas de extorsión.
“En todo el golfo hay vacunadores. Tienes que pagar para que te dejen trabajar (...) Ellos andan mejor armados que los militares. De aquí de Punta de Piedra ya se han ido algunos (pescadores) porque tienen miedo”, reconoce.
En la comuna hay un retén cerrado desde hace más de 20 años. Risco espera que la Armada pueda reactivarlo, al menos como un gesto hacia la historia que une a la institución con Punta de Piedra.
Y, como todos los habitantes, sueña con luz y agua permanentes. “Cada año vienen políticos, funcionarios, fundaciones a prometer y prometer que nuestra situación va a cambiar. Pero mírenos, nada ha cambiado”, dice resignado.
El motor fuera de borda de un bote vuelve a sonar. Punta de Piedra se aleja de la vista, con una comunidad que sigue esperando ser tomada en serio.
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