Reserva vista
Museos. Reserva Vista abre las puertas del arte oculto y transforma el museo en una experiencia viva y cercana en el Museo Municipal de Guayaquil.Freddy Rodríguez

Museos sin muros, un impulso para espacios más incluyentes en Guayaquil

La apertura de espacios como Reserva Vista busca fomentar la participación ciudadana. Articular museos y academia es clave

En Guayaquil, ciudad portuaria de múltiples rostros e historias, los museos cobran una importancia estratégica. No solo resguardan el patrimonio, sino que permiten que los ciudadanos dialoguen con él. Eso es precisamente lo que buscan algunos de estos espacios: ofrecer experiencias sensoriales e inclusivas que trasciendan sus muros y lleguen a quienes históricamente han sido excluidos del circuito cultural.

Paola Martínez, administradora del Museo Nahim Isaías, lo resume así: “Un museo debe sentirse, olerse, tocarse y, sobre todo, pensarse”. Para ella, estas instituciones deben ofrecer vivencias que involucren activamente al visitante. Su visión concibe al museo como una escuela sin pupitres y al público como un aprendiz activo, no un espectador pasivo.

Un ejemplo concreto de esta transformación es el programa Reserva Vista, impulsado por el Museo Municipal de Guayaquil. Esta iniciativa permite al público acceder a la "reserva vista", una zona donde se conservan obras ganadoras del prestigioso Salón de Julio. El recorrido, guiado y previamente coordinado, permite no solo ver las obras de cerca, sino también conocer su contexto y significado de boca de los propios artistas.

Karyna Nogales, directora de Patrimonio Cultural del Municipio, explica a EXPRESO que esta experiencia ofrece un recorrido por la historia del arte ecuatoriano a través de las obras premiadas. Destaca que los resultados han sido tan positivos que el museo alienta a otras instituciones a replicar el modelo. “Estamos llegando a distintos públicos con un recorrido dinámico y entretenido”, señala. Lo que antes era invisible, hoy se convierte en una herramienta pedagógica, de memoria y reflexión ciudadana.

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Obras guardadas del Salón de Julio pueden ser vistas

Durante las visitas a la reserva, los asistentes pueden apreciar obras como Siempre cerca de ti, de Juan Caguana, una pintura intervenida en tela policial que reflexiona sobre la violencia y los mecanismos de represión. O Colgado, de Stefano Rubira, un dibujo sobre un muro rescatado de los escombros que interpela la relación del ser humano con la naturaleza desde una mirada contemporánea. Estas piezas no solo conmueven; también estimulan el pensamiento crítico.

Para Rubira, que su obra forme parte de esta reserva es fundamental. “Lo contrario sería que estuviera en mi casa, dañándose. Aquí ya es parte de la ciudad, patrimonio de todos”, afirma. Caguana coincide: “Estudiantes de arte pueden consultar y revisar estas obras. Eso es importante para la ciudad y para la gente que le interesa el arte”. Esa conexión entre creadores y ciudadanía convierte a la reserva en una sala de clases viva, en un archivo emocional y político de Guayaquil.

Pintura salon de Julio

Una oferta cultural y de museos en barrios inexistente 

Jorge Albuja, docente y gestor cultural, propone ir aún más allá: transformar los museos en espacios comunitarios. “El museo es un espacio político donde la identidad no solo se expone, sino que se debate”, sostiene. Para él, el verdadero reto está en llevar estas experiencias a los barrios periféricos de Guayaquil, donde la oferta cultural es escasa o inexistente. “Hay zonas muy pobladas donde no hay museos ni centros culturales. Allí también debería sembrarse cultura”, puntualiza.

Desde esta perspectiva, abrir una reserva no significa solo mostrar obras, sino activar procesos de participación. Es permitir que los niños del suburbio, por ejemplo, vean arte contemporáneo; que los jóvenes de Pascuales dialoguen con artistas; y que los adultos mayores de Nueva Prosperina se reconozcan en las narrativas visuales del país.

Apertura de espacios que buscan hacer vivir a los museos

En esa misma línea de democratización del arte, surgió también Noches Abiertas, una propuesta liderada por el gestor cultural Luis Alberto Illescas, que buscó activar el centro de Guayaquil con veladas artísticas en el Museo Nahim Isaías. Esta iniciativa que se desarrolló entre mayo y junio, convirtió al museo en un espacio vivo durante la noche, con recorridos, música y encuentros culturales. Según Illescas, se trata de “devolverle vida a la ciudad cuando se apagan las luces”, y demostrar que el arte puede ser una herramienta de seguridad, identidad y comunidad.

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En paralelo, los museos avanzan en procesos educativos que fomentan la participación. Proyectos como Amigos del Museo del Bombero o las videoguías inclusivas del Museo del Cacao para Todos son ejemplos concretos de cómo vincularse con la comunidad. “Hace falta que los museos tengan áreas educativas sólidas, que acompañen sus muestras con herramientas pedagógicas”, insiste Albuja.

Los expertos también coinciden en que es necesario articular esfuerzos entre museos, universidades y organismos públicos. “Debe haber una red cultural sólida”, plantea Nogales, “que fortalezca los vínculos con la ciudadanía y permita construir políticas públicas”.

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