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Localidad en Cuba
Turistas visitan una obra del artista cubano José Fuster en el pueblo costero de Jaimanitas, a las afueras de La Habana, quien fue el pionero de llenar de arte la ciudad.AFP

Fusterlandia: el pueblo donde el arte lo pintó todo

Edificios, esculturas y portales de esa localidad cubana están cubiertos de cerámica

En 1994, el artista cubano José Fuster decoró con mosaicos la entrada de su casa en el pueblo de Jaimanitas. Treinta años después, el “contagio” hizo efecto: esa comunidad se ha transformado en una gigantesca y exuberante obra de arte.

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Ubicado en el oeste de La Habana, este modesto pueblo de pescadores podría haber permanecido en el anonimato, como tantos otros, si el artista no se hubiera radicado allí.

Cada semana, un millar de turistas visita el lugar para admirar fachadas, edificios, esculturas y portales cubiertos de cerámica o mosaicos, en una explosión de colores y formas surrealistas.

Cuando se mudó a Jaimanitas, Fuster, nacido en 1946 en Caibarién (centro), ya era un artista reconocido, con una extensa carrera como pintor, grabador y ceramista. “Los formatos de las telas, de las cerámicas, me parecían chiquitos”, explica el artista a la AFP.

Fuster inició decorando su propia casa

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Empezó decorando la entrada de su casa, luego el patio, y terminó transformando su hogar en una auténtica obra de arte que ahora funciona como museo de su propia obra: murales, esculturas gigantes, mosaicos, cerámicas pintadas y poemas grabados.

Entre ellas, la “Mesa cubana” rinde homenaje a figuras y emblemas de la historia del país, mientras que la “Torre del gallo” es una obra de cuatro metros de altura revestida de azulejos de colores.

“La gente piensa en Gaudí por la técnica (del mosaico), pero el concepto es Brâncuși”, explica el artista de 79 años, en referencia al arquitecto catalán Antoni Gaudí y al escultor rumano Constantin Brâncuși.

Un viaje en 1976 a Târgu Jiu, en el oeste de Rumanía, donde Brâncuși realizó un conjunto monumental, le sirvió de inspiración. “Vi lo que hizo Brâncuși en el pueblo. Me costó casi 20 años madurar la idea”, comenta Fuster, quien, lejos de la sobriedad rumana, ha dado rienda suelta a una profusión de colores y a un barroquismo total.

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Artista. El artista José Fuster recorre una calle en una motocicleta.AFP

El arte naif de Fuster bebe de la realidad cubana. Recurrentes palmeras, gallos y figuras de campesinos, acompañados de refranes populares, frases improvisadas y guiños poéticos, integran su universo visual, del cual emergen elefantes rosas y fuertes alusiones a la revolución cubana de 1959.

Por doquier, las obras, las casas y las esculturas están adornadas con un sinfín de detalles. Dos excéntricas paradas de autobús marcan la entrada al pueblo, mientras que la nueva casa del artista, ubicada frente al mar, es una obra en constante evolución.

“No tenía ninguna idea de que podía crear tanto. Esto se convirtió en un tipo de contagio. La gente venía a pedir cosas”, cuenta Fuster, que, debido a sus problemas de movilidad, se desplaza por el pueblo en un carrito eléctrico.

El artista —quien afirma financiar su labor mediante la venta de sus cuadros y sin ayuda de las autoridades— ha decorado decenas de casas, a menudo rebautizadas en referencia a la identidad de sus habitantes. “El Mexicano”, cuyo nombre real es Jorge González (79), dice vivir en “una obra de arte”. Gracias a Fuster, su casa, antes de madera, ahora es de cemento y está cubierta de mosaicos. “En Jaimanitas nos llevamos, de cierta manera, muy bien”, y “aquí todo el mundo prácticamente cooperó”, precisa González.

Hace algunos años, durante el breve deshielo diplomático entre Estados Unidos y Cuba, este humilde trabajador vio desfilar frente a su casa a estrellas estadounidenses como Madonna y Sean Penn, atraídos por la magia de “Fusterlandia”. Así fue como un periodista norteamericano bautizó el reino de Fuster. El nombre caló de inmediato, aunque “no gasté dinero en hacer propaganda. Se hizo solo”, asegura el artista.

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