Donación de médula
Inés y Cecilia se regalaron vida tras atravesar por un cáncer.Juan Carlos Castro

Inés y Cecilia: un amor incondicional y un gesto que devolvió vida

Inés, de 29 años, volvió a la vida hace 9 meses, cuando su hermana mayor se sometió a un procedimiento médico para salvarle la vida

Esto es Gestos de Amor, un especial que explora historias de amor incondicional y desinteresado que van más allá del romanticismo, recordándote cómo los gestos y detalles también pueden tocar los corazones. Prepárate para ser inspirado por estos conmovedores relatos que celebran el amor en todas sus formas.

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Inés Maruri tenía 18 años cuando le diagnosticaron cáncer sanguíneo. Estaba a punto de comenzar su vida universitaria, vivir la dulce experiencia de cualquier persona a su edad y eventualmente convertirse en una gran psicóloga o abogada. Pero su sueño se detuvo y su vida tomó otro rumbo: el de las quimioterapias, las constantes citas médicas en Solca y meses en reposo. Con ello, llegó la tristeza de ver cómo su vitalidad se desvanecía debido a la enfermedad.

“Me diagnosticaron linfoma de Hodgkin. Al principio, no teníamos idea de lo que nos esperaba y fue muy duro para toda mi familia, pero desde el primer momento, ellos fueron mi pilar fundamental”, cuenta Inés a EXPRESO, mientras sus ojos verdes se llenan de lágrimas.

Ahora, 11 años después y con 29 años de edad, luce radiante, como si el cáncer nunca pasó por su cuerpo ni su vida. ¿La razón? Su hermana mayor, Cecilia, le salvó la vida al someterse a un trasplante de médula ósea para ayudarla a salir de la oscuridad hacia la luz.

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“Mi hermana hizo un gran gesto de amor conmigo. Esa era la única forma en que podía salvarme y ella, sin pensarlo dos veces, se puso a disposición de los médicos. Me ha devuelto la vida”, cuenta Inés, secando sus lágrimas y sustituyéndolas con una sonrisa.

Más que una hermana. Con 54 años de edad, Cecilia parece una madre para Inés. Primero por la gran diferencia de edad y segundo porque su trato hacia ella es muy maternal.

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Donación de médula en Guayaquil
Inés y Cecilia, junto a la doctora Bella Maldonado.Juan Carlos Castro

“Somos 12 hermanos de padre y madre. Yo soy la mayor e Inés es la última. Ella no solo es mi hermana, es mi hija. Cuando me dijeron que era la seleccionada para el trasplante, solo pensaba en que ¡yo tenía que salvarle la vida a mi hermana! Mis hermanos son mi vida”, enfatiza Cecilia.

El proceso de trasplante de médula ósea se realizó en mayo de 2023 en el hospital de la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer (SOLCA) de Guayaquil, lugar donde emergen historias como la de Inés y Cecilia basadas en un amor desinteresado: el cariño de los hermanos que dan hasta una parte de sus vidas para salvar a quienes más aman.

El trasplante de Inés se realizó después de varias rondas de quimioterapia para intentar eliminar todas las células malignas y tras dos intentos fallidos de autotrasplantes para regenerar células sanas. Después de una década intentando curarla, los médicos tratantes le dijeron a la familia que la única solución era el trasplante de médula ósea.

Inés y Claudia
Inés es la menor de los hermanos y Claudia la mayor y quien resultó 100 % compatible para la donación.Juan Carlos Castro

Rápidamente, todos los hermanos de Inés se sometieron a exámenes para determinar quién tenía la mayor compatibilidad para realizar el proceso. El desafío recayó en Cecilia, la mayor, con el 100 % de compatibilidad.

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El proceso de trasplante, desde los exámenes médicos, duró casi un año. Concluyó con cinco días de medicación por parte de Cecilia para estimular la producción de células madre, que se extrajeron a través de un catéter conectado a la altura de su pecho y se transfirieron frescas a su hermana menor.

“Me advirtieron que sentiría dolor. Pero creo que las ganas de salvar a mi hermana eran tan grandes que no sentí nada. Solo sentí los brazos y las piernas muy pesados y por un tiempo no pude caminar. Pero nada de eso importaba, lo único que importaba era verla bien y bonita como siempre ha sido”, cuenta Cecilia.

Dentro de ese proceso de recuperación, la familia sufrió otro revés cuando los médicos tuvieron que ingresar a Inés en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) porque el trasplante se complicó. “Pensaron que la perderíamos”, recuerda Inés.

Inés nunca está sola. Su casa está llena, al menos durante el día, de sus hermanos y sobrinos, aunque en dicho hogar, ubicado en el cantón Daule, vive solo ella, otra de sus hermanas y su madre.

Actualmente, Inés lleva una vida normal (con las citas rutinarias de control y chequeos se asegura de que todo vaya bien) y pasa el tiempo con su familia, su gato y sus plantas, mientras se recupera por completo. Además, tiene planes de retomar pronto sus estudios y convertirse en una excelente psicóloga infantil.

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“Gracias a mi hermana y al amor de mi familia, hoy más que nunca estoy fuerte. El apoyo de ellos ha sido fundamental para afrontar este desafío que me presentó la vida”, dice Inés. “Amo a mi hermana y estoy dispuesta a todo por ella”, añade Cecilia mientras abraza a su hermana y demuestra que los gestos de amor existen de todas las formas, tamaños y significados.

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Bella Maldonado, jefa de la Unidad de Trasplante de Médula Ósea (UTMO) de Solca Guayaquil.
Inés junto a la doctora Bella Maldonado, jefa de la Unidad de Trasplante de Médula Ósea (UTMO) de Solca Guayaquil.Juan Carlos Castro

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Solca ha realizado más de 400 trasplantes de médula ósea para salvar vidas y en este año esa institución médica cumplirá 18 años de ofrecer el procedimiento. Así lo explica a EXPRESO la doctora especialista Bella Maldonado, jefa de la Unidad de Trasplante de Médula Ósea (UTMO) de Solca Guayaquil.

La doctora explica que enfermedades malignas como la de Inés son genéticas, es decir que ya vienen en los genes y que afloran en cualquier edad y en cualquier persona.

El proceso al que se sometió Cecilia, inició con la toma de una medicación (estimulantes de colonias granulocíticas) que obligó a su médula ósea a producir más células medulares de lo normal. Al quinto día del proceso, hubo tantas células que ya no cabían en su médula y salieron a la sangre periférica. Es ahí, cuando los médicos conectaron a la donante desde su pecho a un catéter especial anexado a una máquina especial separadora de células, para extraerle las células medulares nuevas y en fresco administrarlas a Inés.

“Es una maravillosa manifestación de amor y es un milagro de vida, porque es devolverle la vida a ese ser que le donó”, concluye la doctora.

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