Josué y Pepe
Josué y Pepe posan y muestran su emprendimiento de café para filtrar.Alex Lima/EXPRESO

Sembrar una planta por cada taza de café, el fin de un emprendimiento guayaco

Guayacos: Josué Mendoza y Pepe Ayala, de 26 y 27 años, emprenden con café para filtrar: Misegreta Café. A la vez, incentivan a la creación de huertos familiares

Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.

El exquisito y amargo aroma es inconfundible. Se esparce por todos los rincones de la casa. Josué prepara café en la cocina. Es café para pasar, por eso, abre una bolsita drip (filtradora) que tiene las cenizas de los granos tostados, la coloca en una taza pequeña y con cuidado le vierte agua caliente, permitiendo la filtración de la bebida en solo 20 segundos.

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Pepe levanta la taza, primero percibe la fragancia, después toma un sorbo y luego se encanta con el sabor del café traído de las plantaciones de Loja, en el sur de Ecuador. Este, en particular, es considerado uno de los cafés más apetecidos del país por miles de catadores.

Una vez finalizada la bebida, Pepe utiliza la arena del café, aún en la bolsa drip, como abono y tierra para sembrar tomates. Le muestra orgulloso a EXPRESO como algunos de sus pequeños cultivos, en los que ya hizo esta dinámica antes, empiezan a florecer.

Josué Mendoza y Pepe Ayala, de 26 y 27 años de edad respectivamente, son buenos amigos, guayaquileños, vecinos, colegas y los dueños de Misegreta Café, este emprendimiento con café.

“La idea de usar la arena del café para sembrar plantas en casa, en lugar de desecharlo, una vez que la hayamos usado para preparar la bebida, nació en la pandemia, a finales de 2020. Pero el negocio de venta de café para filtrar ya tiene un año y medio”, cuenta Josué, quien también es productor audiovisual.

“Inicialmente vendíamos solo el café para filtrar, pero luego hicimos una investigación profunda en Internet de cómo evitar que la gente use cafeteras para pasar el café y cómo darles comodidad de filtrarlo rápido. Conseguimos en China estas funditas, que son como la tela que se usaba antes para pasar el café. Nosotros importamos este material desde Asia”, acota Pepe, quien además es ingeniero industrial de profesión.

Cada mes, estos jóvenes compran 100 libras de café a un proveedor de Loja. Luego llevan la mercancía hacia una tostadora en Guayaquil y después la trasladan a su cocina-oficina, situada en pequeño y ventilado espacio de la casa de Pepe, en la ciudadela Urdenor. Ahí, minuciosamente y con mucha delicadeza, durante 5 horas al día, pesan 300 gramos de café por fundita, sellan los paquetes y de docena en docena, guardan en cajas.

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Los paquetes finales son entregados a cuatro puntos de ventas: dos panaderías, una cafetería y una tienda de productos variados. Además, dejan otra parte para los pedidos individuales a domicilio que les llegan a través de las redes sociales y son su principal cliente.

“Desde que hemos estado impulsando la campaña de usar la arena del café como abono para tener huertos en casa, hemos tenido más clientes. En Instagram ya superamos los mil seguidores”, cuenta Josué. “La idea es que, en cada bolsa de café usada, en esa misma sembrar una planta. Es decir, por cada taza de café bebida, sembrar un árbol”, añade Pepe.

Pepe y Josué
Pepe y Josué en el proceso de empaquetar el café en los drips.Alex Lima/EXPRESO

La iniciativa de mezclar un negocio con una ayuda al medio ambiente, nació de ellos, tras horas de investigación sobre tendencias con café en YouTube y en otras plataformas digitales, para aportar un plus a su negocio. Se fascinaron con la idea de que, con los restos del café, se puede generar vida y que con el cultivo de huertos familiares, las personas pueden sembrar verduras y frutas en sus hogares.

No obstante, la idea de empezar un negocio con café, surgió, cuenta Pepe, por la fascinación de ambos amigos con esta bebida. En cada reunión entre ellos, no podía faltar el café y entre taza y taza, trazaron el proyecto.

“Somos amigos desde el colegio y a los dos nos gusta mucho el café. Antes de este negocio, tuvimos otros emprendimientos que no florecieron. Misegreta Café, a diferencia de ellos, está llegando muy lejos”, cuenta sonriente y con satisfacción Josué.

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“Tuvimos emprendimientos como una marca de gafas y hasta vendimos en las calles chicha de arroz en un carrito, como en los que se vende morocho, pero tampoco prosperó”, recuerda Pepe con una sonrisa entre burla y nostalgia.

Luego de varios fracasos en emprender, cuentan que el negocio del café sigue en ascenso, pues después de varios estudios de mercado, revisar decenas de tendencias internaciones de ventas de café y de sumarle beneficio, refinamiento a la imagen, muestra y facilidad de uso a su producto, al fin dieron en el blanco.

Estos jóvenes, además, tienen a la par una agencia de publicidad, a la que le dedican 3 horas al día. Con ella hacen la publicidad de su emprendimiento y por ahora preparan un lanzamiento para que más personas conozcan que luego de una deliciosa taza de café, se puede sembrar un árbol.

Si sabes de un personaje de tu barrio o círculo que todo el mundo debería conocer, escribe a lopezk@granasa.com.ec