
Fiebre amarilla en Guayaquil: la epidemia de 1842 que dejó más de 2.400 muertos
Ante la reciente alerta sanitaria, recordamos cómo la ciudad sobrevivió a la enfermedad que acabó con más del 10% de su gente
Que haya una alerta sanitaria en 2025 revive un término que ha estado fuertemente ligado a la historia de Guayaquil. En 1842, la ciudad enfrentó una de las peores epidemias de su historia: la fiebre amarilla. La enfermedad, transmitida por mosquitos, llegó a la ciudad a través de la goleta Reina Victoria y causó más de 2.400 muertes en una población de 20.000 habitantes. El entonces gobernador Vicente Rocafuerte lideró los esfuerzos para combatir la crisis sanitaria, según cuenta a EXPRESO el historiador Fernando Mancero.
¿Cómo llegó la fiebre amarilla a nuestra ciudad?
Guayaquil, por su ubicación tropical y condiciones climáticas, ha sido históricamente vulnerable a epidemias. En 1842, la goleta Victoria arribó desde Panamá con marineros infectados de fiebre amarilla. La falta de cuarentena permitió la propagación del virus en la ciudad.
La epidemia causó estragos: más de 2.400 personas murieron, lo que representaba más del 10% de la población. Los síntomas, como la ictericia (piel amarilla) y el "vómito prieto" alarmaron a la ciudadanía. Mancero explica este último síntoma: "No se vomitaba la sangre de color rojo, sino ya semi digerida. Entonces ahí es de color negro", explicó.
"Es decir, como que en Guayaquil en este momento, en unos pocos meses mueran 300.000 personas", dimensiona para comprender la escala de la desgracia. El pánico cundió, y "la gente huyó de la ciudad y la dejó abandonada", reduciendo drásticamente la población y paralizando la vida urbana. La epidemia se extendió desde finales de 1842 hasta bien entrado 1843, probablemente amainando con la llegada de la estación seca, que reduce la proliferación de mosquitos.
¿Cómo se superó la epidemia?
El gobernador de aquel entonces, Vicente Rocafuerte, se destacó por su liderazgo durante la crisis. A pesar de las creencias erróneas sobre la transmisión de la enfermedad (por vía aérea, por ejemplo, Rocafuerte asistió personalmente a los enfermos y perdió a varios familiares. "De hecho, en el Cementerio General aún se puede encontrar las tumbas de sus familiares, todos muertos por las mismas fechas", detalla Mancero. "Él en las calles cargaba en persona a los enfermos, ayudaba a recoger a los fallecidos", agrega. No solo auxilió con acciones directas, sino también con dinero propio a las familias afectadas.
El propio Rocafuerte enfermó de fiebre amarilla, pero logró sobrevivir y continuó liderando la ciudad, negándose a huir pese a sus recursos. Mancero incluso menciona crónicas sobre los "pseudo remedios" de la época, señalando que a Rocafuerte le administraron "Mercurio Cromo", un tratamiento tóxico que, aunque no lo mató entonces, pudo haber contribuido a su muerte años después.
Décadas después, en 1918, el científico japonés Hideyo Noguchi arribó a Guayaquil con el objetivo de erradicar enfermedades virales y erradicar epidemias. Gracias a estas campañas de salud pública, que combatieron al mosquito vector y aplicaron medidas sanitarias modernas, Guayaquil finalmente logró controlar y erradicar la fiebre amarilla.
Este hito sanitario llevó a que la ciudad fuera declarada "puerto limpio clase A", en 1940. Mancero aclara el significado: "No es porque las calles sean limpias, sino que ya Guayaquil estaba libre de epidemias".
Por eso, la lucha contra la fiebre amarilla es un capítulo crucial en la historia de Guayaquil, una muestra de su antigua fragilidad y su posterior resiliencia.