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Hecho. Fernanda, de 10 años, es un cruel ejemplo de la violencia que azota a Guayaquil y al país. ==Alex Lima

Guayaquil: los criminales son sanguinarios hasta con los niños

La cifra de menores asesinados sube como la espuma. La droga y la pugna de poder provocaron que se rompieran los códigos entre bandas criminales.

La droga y la pugna por el poder fueron el ‘estimulante’ para que se rompieran todos los códigos. La guerra comenzó hace una década. Los niños dejaron de ser intocables y en una lucha a muerte, entre organizaciones criminales, ellos se convirtieron en víctimas colaterales de una violencia sin control.

En 2023, la inhumanidad con la que se han suscitado los hechos de sangre ha elevado el número de menores de edad victimados. Del 1 de enero al 7 junio en Ecuador han sido asesinados 17 niños y 105 adolescentes (ver infografía).

Fernanda, de apenas 10 años, es una muestra de esta crueldad con la que actúan los criminales. El pasado 31 de mayo, ella fue alcanzada por un proyectil en medio de una balacera registrada en el bloque 22 de Paraíso de la Flor, en el noroeste del Puerto Principal.

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Los asesinos llegaron en busca de un hombre, pero en su arremetida no les importó disparar a las personas que estaban a su alrededor, entre ellos a Fernanda, quien minutos antes había llegado en compañía de su madre hasta el local comercial donde se registró el atentado. Compraban unos moños para el cabello de la nena para la celebración del Día del Niño en la escuela.

A la pequeña, quien soñaba con estudiar diseño o convertirse en arquitecta y a otras dos personas, Marck Anthony Ronquillo Briones, de 22 años, y José Mendoza Vélez, de 60, el individuo que intentó evadir a sus verdugos los tomó como escudos. Ellos fueron víctimas de este ensañamiento criminal que azota principalmente a Guayaquil.

En lo que va del año, en la Zona 8, que a más del Puerto Principal la conforman Durán y Samborondón, se han registrado 1.085 asesinatos.

Fernanda era la mayor de tres hermanos y residía en el distrito Nueva Prosperina, el más violento del país. Su muerte ha dejado un vacío en el corazón de sus familiares, quienes no se explican cómo la crueldad humana pudo quitarle la vida a una niña que, a pesar de las vicisitudes económicas de su hogar, vivía llena de ilusiones.

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Veinticinco días antes de este hecho, en el callejón 32 y Medardo Ángel Silva (suburbio), siete personas fueron baleadas, dos fallecieron, entre ellas Renato, un menor de 5 años, quien fue alcanzado por tres proyectiles disparados por sujetos que llegaron en un vehículo rojo, ellos portaban fusil y pistola. La otra víctima mortal fue su tía.

La muerte de Fernanda y de Renato engrosa la lista de niños asesinados en Ecuador como consecuencia de una bala perdida o de un enfrentamiento entre organizaciones criminales.

Pero, ¿cuándo se rompieron las ‘reglas’ impuestas entre los líderes de bandas delictivas, de no acabar con su ‘blanco’ si cerca estaba un niño?, ¿por qué dejó de importarles la vida de un menor de edad?

EXPRESO buscó la opinión de expertos. Para entender el comportamiento criminal consultó con un especialista en temas de seguridad, un fiscal, el jefe de la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida y Muertes Violentas (Dinased) y de una persona que ‘transitó’ por el camino equivocado.

Renato Rivera Rhon, experto en seguridad y coordinador de Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado, sostiene que el incremento de bandas criminales ha originado el reclutamiento de menores de edad, quienes por su poca experiencia generan víctimas colaterales.

“El perfil de los sicarios es preocupante, cada vez son criminales más jóvenes. Antes había códigos de no meterse con la familia. Las organizaciones criminales de México y Colombia los rompieron. Ahora los sicarios no tienen conocimiento del uso de arma, disparan a sueldo. Además, el hecho de que siete de cada 10 eventos sean en la vía pública generan más efectos colaterales”, afirma.

Sin embargo, el fiscal César Peña indica que después de la pandemia (2019) se comenzó a irrespetar la norma interna entre bandas delictivas.

“Dejó de existir la lealtad o seguridad, ahora disparan a matar a quien se les interpone en el camino, hoy en día cualquiera puede ser victimado, ya no hay límites, la intención es demostrar poder y verse como sanguinarios, dar un mensaje a sus contrarios”, afirma.

El coronel Galo Muñoz, jefe nacional de la Dinased, indica que el nivel de violencia con la que actúan los grupos de delincuencia organizada no les permite ver si entre las víctimas indirectas hay menores, ya que su única intención es causar terror. “En la Costa es donde han ocurrido más actos de violencia en contra de ellos. Diecisiete son niños inocentes. Pero entre esos 105 adolescentes asesinados muchos han estado involucrados con organizaciones criminales. No se puede tapar el sol con un dedo”, enfatiza.

Para el hombre que decidió corregir su vida, los códigos del bajo mundo se rompieron hace 10 años por el poder y la masificación de la droga en el mercado interno. “Antes tenían prohibido matar a una persona frente a los hijos o familiares. Ahora el objetivo es intimidar a los integrantes de las bandas contrarias enviando el mensaje como ‘si te metes con lo mío, te mato y te remato’. Estos actos sanguinarios se viralizaron en narconovelas y por la influencia de la criminalidad con que actúan los carteles de México”, asegura.

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  • La familia de Fernanda, a punto de quedarse sin casa

Como si el dolor por al asesinato de su hija mayor no fuera suficiente, Antonio Guaranda y Mariuxi Chiriboga viven otra tragedia. Las paredes de la casa que ha sido su hogar por 10 años están a punto de caerse y ellos podrían quedarse sin un techo donde cobijar a sus hijos Mathias, de 9 años, y Jhon, de 7.

Con tristeza, la progenitora relata que con el deceso de su hija murió una parte de su corazón y se aferra a sus dos niños para seguir adelante. “Ha sido un golpe tan duro, prácticamente vi morir a mi niña. Regresábamos de la escuela, donde cursaba el séptimo año de básica, pero nos bajamos del bus para comprar en un bazar, ella me pidió unos moñitos para el festejo del Día del Niño, nunca pensé que una tragedia así podía pasar. Aún me parece que la estoy viendo, a veces sirvo su plato con comida, no puedo asimilar que no estará más conmigo, que no volveré a ver su sonrisa”, expresa afligida.

Fernanda era una de las mejores alumnas de su aula de clases. Sus siete diplomas, por buen aprovechamiento, adornan una de las paredes de caña que están a punto de desplomarse.