Guayaquil

El amor canta en los buses: Una historia increíble

Yariela Ponce y el amor de su vida, Max Monaga viven una historia de romance. En 2017, Max participó en el reality Ecuador Tiene Talento

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Max Monaga en su trabajo diario, en los buses que circulan entre Pascuales y Los Vergeles, sale antes de las 07:30Christian Vinueza

Año 2017, el escenario del reality Ecuador Tiene Talento tenía como finalista a Max Monaga, conocido como el Ciego de la Lírica. Su voz se ganó el cariño de la gente. Antes de llegar a la televisión se dedicaba a cantar en los buses en Pascuales, pero en ese año su presencia en aquel concurso causó furor.

En la imagen de archivo, una llama llamada (i), en compañía de dos alpacas.

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Después de cinco años, en la vida de Max ha pasado de todo un poco: hasta ahora no consigue un trabajo formal acorde a su discapacidad, por lo que regresó a laborar en los buses; además, sigue jugando fútbol sala y, lo mejor de todo, su corazón ya tiene dueña: se enamoró y espera tener un bebé en los próximos meses.

Para conocer un poco más sobre su historia, EXPRESO pasó un día con el cantante urbano de los buses.

Max era un niño normal, pero a los dos años, debido a la ingesta de unos medicamentos, comenzó a tener problemas de visión. Aunque fue a los 7 que todo se complicó. No recuerda bien si fue jugando, pero un fuerte puñetazo en uno de sus ojos le causó una infección y se le desprendió la retina. Pocos meses después se le infectó el otro ojo y finalmente el mundo quedó a oscuras para él.

A su corta edad tuvo que enfrentar una nueva realidad. Todo cambió para él y su familia, en medio de la pobreza que los envolvía.

Con el pasar del tiempo eso lo hizo más fuerte. A los 12 años decidió salir a la calle para ayudar económicamente a su familia. Con todas las dificultades que representaba no ver empezó a subirse a las unidades de transporte urbano para cantar, a cambio de unas monedas que le pudiesen regalar.

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La vida siguió su rumbo y Max creció con su arte viajando de bus en bus, a tientas, pero sonriéndole a cada nuevo día.

Hasta hace tres años, Max seguía siendo un soltero con muchos amigos, pero sin ‘chica’.

De pronto todo cambió. Unos ‘panas’ lo incluyeron en un grupo de WhatsApp de una amiga boliviana y pasó algo que le marcó la vida.

Un buen día, entre tantos mensajes que intercambiaban, escuchó una voz que le llegó al alma. Era la de Yariela Ponte, una chica de 27 años cuya voz “me dejó loco”, admite. Días más tarde hizo todo lo posible para enviarle un mensaje privado a su número, pues decirle cosas del amor en el grupo era ‘muy focote’.

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Max Monagas y Yariela el amor de su vida.Christian Vinueza

“La verdad es que esta muchachota estaba para mí. Dígame que es verdad que está preciosa. ¿Sí o no? ¡Está bella!”, dice con seguridad de ver con el alma a su Yariela, con quien ahora comparte sus días en su humilde hogar en Pascuales.

Y confiado comienza a detallar cómo conquistó a Yariela, quien vivía en Pedregal, Panamá, y que también es una persona con discapacidad visual.

“Comenzamos a enviarnos mensajes de voz y nos fuimos enamorando. Lo triste era que ella vivía en Panamá y yo aquí en Pascuales, pero cuando el amor es puro, no importa nada”, expresa Monaga.

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Yariela lo escucha con atención. Ella tiene un buen humor increíble y entre bromas dice: “¿Sí o no, usted que ve, quién es más lindo”. Y ambos ríen.

La panameña, ahora de 30 años, dejó todo en su país y se vino a vivir a Ecuador. Cuenta que en Panamá sus familiares le decían: “piensa bien lo que haces”. Pero ella tenía su palpitar y sabía que Max Monaga era “el hombre que Dios me tenía guardado”.

Pequeña de estatura, se acerca a su Max, que le saca como unos 50 centímetros de diferencia, y confiesa que “lo que me enamoró de él es la atención que me da, lo cariñoso y chistoso que es, su forma de ser... es súper especial. Me convenció de que venga a Ecuador, eso fue hace cuatro meses y ahora estoy esperando no sé si es una Maxita o un Maxito”.

Ellos viven en un cuarto que tiene una camita y unas cuantas cositas. Aquí falta de todo, pero sobra amor.

Su amigo Jonathan Perlaza, mejor conocido como Mr. Glory, que lo conoce desde hace varios años, comenta: “solo sé que se nos enamoró, había días que se ponía triste debido a que ella vivía lejos y se pasaba mandando mensajes de voz por el teléfono. Pero ahora ella está aquí y se lo nota feliz”.

Y Max no esconde su sentimiento. “Sí, estoy enamorado. ¿Si ven lo que me manejo? señala a la chica. ¿Qué más puedo pedir? Es una belleza que Dios me ha dado, la amo y ella lo sabe”, dice un romántico Max.

Y en su pequeña cocina y con el superhéroe Catboy, de la serie infantil PJ Masks, como testigo que los observa admirado desde una cortina, Max toma de la mano a su pareja y le da un enorme beso.

Ambos dejan conocer entonces su deseo: casarse. Sin embargo, este es un sueño del que solo los separa los 58 dólares que cuesta el matrimonio civil. Por más que sale a cantar en los buses, Max no ha logrado reunir el dinero suficiente para cumplir su anhelo.

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Max Monagas y uno de sus mejores amigos Mr. Glory.Christian Vinueza

Mientras llega el día de unir sus vidas, Max continúa cantando en los buses.

Son las 07:30 y es hora de salir a trabajar. Lo acompaña su ‘pana’ Mr. Glory, el nombre artístico de Jonathan Perlaza.

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Antes de que salga, ella trata de arreglarle la camiseta, viene un fuerte abrazo y luego un beso. “Cada día que sale a su trabajo lo despido, le doy la bendición para que Dios lo ayude”, dice con cariño la futura señora de Monaga.

Sus días de trabajo van de lunes a domingo, desde las 07:30 hasta las 10:30, en los buses que van desde Pascuales hasta el sector de Los Vergeles, al norte de Guayaquil. Pide permiso al conductor, a veces le toca pagar, otras le perdonan el pasaje. Hay días que avanza hasta el encebollado 5 Esquinas, donde el dueño le sirve como rey y no le cobra.

Camina varias cuadras con su parlante, micrófono y las pistas de música urbana. Saluda de la manera más cordial. Hay pasajeros que lo reconocen de su paso por la televisión y le toman fotos. Canta de dos a tres canciones y luego pasa por el pasillo del bus, le mete ‘todo el flow’ con melodías urbanas, hasta las de moda, a cambio de algunas monedas.

“Lo que más me gustaría es poder tener un trabajo estable, le pido a Dios que le toque el corazón a alguien y se haga realidad”, dice con mucha naturalidad.

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Max Monagas y Yariela esperan casarse lo más pronto.Christian Vinueza

Y es que en su viaje diario entre bus y bus, hay días buenos, cuando puede hacer de 5 a 10 dólares, y otros tristes donde el bolsillo llega ‘pelado’.

Pero Max no se doblega. Sabe que en casa le espera el abrazo de su amada Yariela. De la chica que con su voz lo ‘volvió loco’. De la mujer que dejó su natal Panamá para venirse a Pascuales solo porque el amor ve más allá del corazón.

Max está ansioso porque ella le dé el sí en el Registro Civil y, “si hay chance, una pequeña y humilde fiesta”, dice con humildad.

Por ahora está buscando los $ 58 que le cobran en el Registro Civil.

Otra de las facetas de Max es la de jugador de fútbol sala. La última aparición en cancha fue con su equipo en el que incluso se dio tremendo lujo: tuvo como compañero al exseleccionado Patricio Urrutia, de rival a Segundo Castillo y de hincha al golero amarillo Javier Burrai.

“Ha sido algo lindo, lo primero que le pedí a Burrai fue una foto. Él me dijo que me felicitaba, porque jugaba fútbol. Fue uno de los mejores momentos que he tenido en mi vida”, expresa Monaga, quien entre bromas dice que espera que algún día Barcelona lo lleve a jugar en sus filas.