Abandono escolar
Moisés y Judith, hijos de María Fernanda Orellana, juegan en el piso de su humilde vivienda al no tener labores escolares que hacer porque no están en la escuela. Habitan en la Janeth Toral 2.Amelia Andrade / EXPRESO

Abandonaron la escuela, ahora juegan, limpian y cocinan

En Ecuador, 90.000 niños dejaron sus estudios en pandemia Un censo evaluará el aprendizaje de los menores y determinará el número de desertores 

La rutina de Pierina Bowen (10) es algo distinta de la que tenía hace 15 meses. Antes de la pandemia de la COVID-19, la menor estudiaba en una escuela fiscal en la ciudad de Esmeraldas, provincia del mismo nombre, donde cursaba el sexto año básico. Pero desde marzo de 2020, cuando las escuelas del país se cerraron, sus padres decidieron trasladarse a Guayaquil y retirarla de sus estudios porque no tenían tiempo para ayudarla en la enseñanza no presencial desde casa.

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“No estudio nada desde hace más de un año. Me quedo en casa todo el día jugando, limpiando y cocinando. Mientras mi mamá trabaja, cuido de mi hermano menor”, cuenta con tristeza, desde su humilde vivienda, en la cooperativa Janeth Toral 2, en Monte Sinaí, en el noroeste de la ciudad.

Pierina no es la única desertora. Como lo ha informado EXPRESO en diferentes reportajes, en Ecuador hay más de 4,4 millones de estudiantes, de ellos 90.000 dejaron los estudios en medio de la pandemia, según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Abandono escolar
Pierina Bowen barre la casa, mientras sus hermanos la ayudan con los quehaceres domésticos. Ellos tampoco están registrados en una escuela. Ellos habitan en la Janeth Toral 3.Amelia Andrade / EXPRESO

Los problemas siguen siendo los mismos: que los padres no tienen empleo, que no tienen internet y equipos tecnológicos para la educación virtual, que tienen que cuidar a sus hermanos o salir a trabajar.

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Este es el caso de Juan (16), quien estudiaba el primer año de bachillerato en una escuela de este mismo sector periférico de la ciudad. El año pasado su padre, quien es diabético y trabajaba como reciclador para sostener el hogar, perdió los dedos de la mano y entonces el adolescente tuvo que abandonar el colegio y sus sueños de ser abogado para ponerse a trabajar en el mismo oficio de ‘chambero’ y sacar adelante a su familia, conformada, también, por su madre que es discapacitada.

Quiero que me ayuden para que mis hijos estudien. No es fácil inscribirlos en el sistema educativo. Espero que el censo sirva para conocer la realidad de muchos niños.

María Fernanda Orellana, madre de familia

Ahora no sabe cuándo lo retomará, lo que sí sabe es que hay que comer y comprar medicinas y que él es el único que puede trabajar para eso. “No queda de otra”, dice resignado con la cabeza cabizbaja, mientras cuenta las botellas plásticas vacías y se imagina cuánto le pagarán por ese lote.

En este sector de la ciudad, donde viven cerca de 200.000 personas sin agua potable, sin alcantarillado, sin vías asfaltadas, sin transporte, sin energía estable, sin servicios de salud ni educación adecuada, hay cientos de niños en edad escolar que nunca han conocido lo que es una escuela.

En la cooperativa Janeth Toral 2 y 3 hay cientos de niños que no van a la escuela. Junto con la comunidad tratamos de brindarles ayuda, pero se requiere el apoyo de las autoridades.

Beatriz Menoscal, líder comunitaria
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Los hijos de María Fernanda Orellana (22) son un ejemplo. Moisés (6) debería estar en segundo año de básico y Judith (5) en primero. Sin embargo, ninguno ha sido matriculado. Los menores juegan descalzos en las calles tierrosas y empedradas, a veces, sin la vigilancia de su joven madre que está ocupada atendiendo a su tercer hijo de 9 meses de nacido.

Ellos saben contar hasta el número 10 y conocen las vocales. “Lo aprendieron a través de fichas de cartón que conseguí antes de la pandemia, pero que ahora están deterioradas porque las usan para jugar”, narra la joven madre.

ProblemaMás de 110.000 estudiantes no han entregado sus portafolios (tareas), lo cual es un indicador que no están siguiendo sus clases.

Pero, ¿por qué no están matriculados?, se le pregunta. Con algo de recelo responde. “El año pasado y este iba a hacerlo, pero no pude porque la matriculación fue en línea y no tengo internet. Acudí al distrito educativo para gestionar el proceso, pero no me ayudaron, por eso se quedaron sin cupo para estudiar”, relata.

Abandono escolar
Melanie (13) y Jordan (10) Casierra, quienes habitan en la manzana 1994 de la cooperativa Janeth Toral 3, están a punto de dejar de estudiar por la falta de comunicación con sus maestros.Amelia Andrade / EXPRESO

El Ministerio de Educación aún no tiene clara la cifra de abandono escolar. Por eso prepara un censo nacional para determinar el número real de deserción y medir el nivel de aprendizaje de los estudiantes en los últimos 15 meses.

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El primer paso para buscarlos será la implementación de 20.000 puntos de encuentro (escenarios deportivos, iglesias, escuelas, patios de casas, etc.), donde se espera que los niños lleguen para conocer su realidad e incentivarlos a que regresen al sistema educativo.

Carmen Molina, madre de familia, anhela que este anuncio se cumpla pronto. Hasta tanto, exhorta a las autoridades educativas a que acudan a los sectores populares de Guayaquil para que se percaten qué están haciendo los niños.

Han dejado a los niños abandonados. Algunos no estudian porque no consiguieron matrículas y los que están matriculados no pueden estudiar porque no tienen los elementos necesarios para hacerlo”, puntualiza otro padre de familia.