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Una joven árabe camina con su indumentaria habitual por la playa. Para tomarle una foto se debió pedir permiso, son las normas.Jerson Ruiz / Expreso

Las playas en Doha, toda una aventura entre tangas, burkas y abayas

Katara, el balneario de la sede vive un choque cultural por las mujeres en el Mundial. Mientras las locales lucen tapadas, otras llevan trajes diminutos

Antes de viajar a Doha, una de las interrogantes más generalizadas era cómo iban a tener que vestir las mujeres de Occidente en sus playas, ya que en Qatar las locales no deben estar tan destapadas y a las árabes simplemente no las dejan ir por la cultura que manejan. Sin embargo, todas las dudas quedaron ‘fuera de juego’ en el Mundial.

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En Doha, la ciudad sede del torneo, sus playas viven por estos días un choque cultural explosivo entre las tangas, los minibrasieres y los cuerpos esculturales de los extranjeros, versus las costumbres de las abayas y las burkas, el largo vestido largo negro con que se cubren las qataríes.

Los latinos son los que más aprovechan la playa de Katara, ubicada junto al centro cultural del mismo nombre, en el centro de Doha. Aquí es inevitable no andar con recelo, pues el tema femenino en Qatar no es un juego y el tomar fotos está prohibido, al menos en la parte donde se encuentran los bañistas de la cultura local.

En pleno Golfo Pérsico, la playa luce hermosa, aunque nada tienen que envidiarle las de Ecuador. El acceso a ellas es gratis, aunque antes se debía pagar.

De acuerdo con los comentarios, Katara es la playa más famosa de Qatar, ahí hay perezosas y sillas para los turistas. No hay vendedores ambulantes de comida, ni cerveza; incluso no se ve pasar a sobadores, tatuadores, artesanos y tampoco se ve basura tirada en la arena.

En el recorrido, una árabe descansa acostada tomando el sol. Está toda tapada con su abaya y su cabeza la cubre con el nicab, una especie de velo que solo deja ver su rostro. Metros más allá, al borde del agua, se encuentra una joven vestida con su abaya y la burka (velo que cubre su rostro y solo deja ver sus ojos), quien se toma selfis en la playa.

Al ser preguntada si se le puede realizar fotos, la fémina responde que sí, sin embargo, segundos después su padre le llamó la atención.

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Tal como se las ve en las calles, las musulmanas entran al agua con su vestimenta completa. Antes la entrada a la playa tenía costo.Jerson Ruiz / Expreso

Una de las postales visuales que propios y extraños se llevarán de la sede es la majestuosidad de Qatar desde el agua; pese a ello, lo que llama la atención a los turistas es ver a dos mujeres árabes con sus trajes típicos, negros, junto a sus hijos bañándose. A ellas solo se les ve la cara; mientras que a los niños un poco más.

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El choque cultural se da solo metros más allá, en la misma playa, en el área destinada para los turistas que llegaron al Mundial. Extranjeras como Annagy y Andrea yacen acostadas en la arena, con trajes diminutos, mostrando sus esculturales cuerpos. Están conscientes de que acaparan todas las miradas.

Annagy es de Serbia y dice que no le sorprendió ver a las musulmanas y que los árabes no se fijan cómo están vestidas, al menos, no son tan obvios.

Andrea, quien es española, añade entre risas que “si se les ocurre vernos, seguro que será un pecado”.

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Los cuerpazos de Annagy y Andrea, de Serbia y España, pidieron arena y sol y ellas no dudaron en dárselo. Tienen una área para hacerlo.Jerson Ruiz / Expreso

“Es una cuestión de costumbres, nada más; para nosotras sería incómodo bañarnos así (con burka), pero ellos lo ven de otro modo”, replica Annagy con un buen español, debido a que reside en España.

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Mientras que Andrea dice tener la ‘película’ clara: “Es cuestión de respetar las creencias y nada más; al final, todos somos seres humanos”, precisa, mientras detrás de ellas pasan tres musulmanas, pero sin ganas de meterse en el mar, aunque el calor es insoportable, pero ellas decidieron seguir tapadas con su abaya y su burka.

Dicho esto, Katara, en Doha, es una playa que aquellos que llegaron a ver el Mundial nunca olvidarán. Es el sitio donde el choque de culturas jugó su propio Mundial y se ‘bañó’ con mucho respeto.