
El Niño Viajero congregó a unas 80.000 personas en Cuenca en Nochebuena
La Arquidiócesis de Cuenca maneja una cifra cercana a las 80.000 personas participantes en el recorrido
Vestido con un traje azul bordado con hilos de colores plata y dorado, el Niño Viajero salió de su celda en el Monasterio del Carmen para recorrer las calles de Cuenca como cada 24 de diciembre. Y con él, miles de personas vivieron la fiesta navideña entre cánticos, comparsas y trajes tradicionales que pusieron color y algarabía a esta tradición que se ha mantenido por más de 60 años.
La jornada se inició temprano con un sobrevuelo por el cielo despejado y soleado de la ciudad. El arzobispo de Cuenca, monseñor Marcos Pérez, con el Niño Viajero en manos bendijo a la capital azuaya.
Luego, ya en tierra firme, la Catedral de la Inmaculada, en el parque Calderón, fue el escenario de la eucaristía de apertura del gran Pase. Este año la imagen contó con tres padrinos: la Policía Nacional, la Comunidad Mercedaria y los comerciantes del mercado 4 de Noviembre, que acompañaron la imagen durante toda la jornada religiosa.

Inicio del pase del Niño Viajero
La Catedral lució abarrotada de decenas de personas que llegaron desde diferentes rincones de la ciudad. Unos estaban vestidos como personajes bíblicos; otros lucían trajes tradicionales de las culturas locales. La intención de todos fue la misma: rendir homenaje a la venerada imagen del Niño Viajero.
Después de la eucaristía se vivió una verdadera fiesta de flores. La imagen fue bañada con una lluvia de pétalos de rosas que cayeron desde lo más alto de la Catedral y, en medio de la multitud, fue trasladada al vehículo que la llevó en procesión hasta la iglesia de San Sebastián, desde donde se inició el gran Pase del Niño Viajero.
El monseñor Marcos Pérez señaló que cada año se desborda el “quinto río de Cuenca”, por el fervor a la imagen del Niño Viajero. “El Pase del Niño (Viajero) expresa lo más profundo que existe en el corazón de los cuencanos y azuayos”, expresó.
Fe convertida en tradición
Entre los participantes de la jornada estuvieron familias, amigos y colectivos culturales que cada año participan de esta procesión, que se extiende por más de cinco horas.
Anthony y Katerine Guerrero, tercera generación de la familia de doña Carmen y don Bolívar Guerrero (mantenedores del Pase del Niño Viajero), fueron parte de la jornada. Llegaron vestidos representando a la Sagrada Familia. “Esta es una tradición que nos inculcaron los abuelitos. Desde niños salíamos revestidos al Pase. Es una cuestión de fe y devoción al Niño Jesús”, comentaron los jóvenes.

Laura Figueroa también fue parte del gran Pase. En compañía de su nieto y con la imagen del Niño Jesús cargada en su espalda, danzó al ritmo de los villancicos que entonaban los asistentes. Su energía y alegría contagió a los presentes.
La mujer viene cada 24 de diciembre desde Azogues para ser parte del Pase del Niño Viajero y cada año prepara un traje típico de chola para “agradecer la bendición del niño”. “Este año bordé la imagen del Divino Niño en el rebozo de mi nieto. Él está bendecido por el Niñito”, manifestó.
Así como estas familias, centenares se unen cada año al gran Pase como una expresión de fe y cultura que es heredada de generación en generación.
Artistas son parte del gran pase
En esta procesión también participan artistas locales, con danzas, coros y coreografías. La familia Vanegas es parte del conglomerado artístico que desde hace dos décadas celebra la Navidad desde el Pase. Este año, al menos tres generaciones juntas danzaron revestidas con trajes que fueron confeccionados exclusivamente para esta fecha, acompañados de un cachullapi interpretado por la tradicional banda de pueblo Virgen de la Merced.
Monserath Galán, integrante del grupo familiar, comentó que su preparación se inicia al menos dos meses antes del gran Pase. Deben elegir el traje, la coreografía y el grupo que los acompañará. “Lo importante es conservar la tradición y además rescatar expresiones culturales de nuestra ciudad. También vivimos nuestra fe por el Niño Jesús”, reseñó la mujer.

La jornada fue una verdadera fiesta de fe, cultura y tradiciones que se viven intensamente a través de miles de personas que llegan para disfrutar de esta celebración.
Ni el intenso sol hizo que los espectadores dejaran sus lugares. Unos en las aceras; otros desde los balcones de las casas patrimoniales. Todos aplaudían y gritaban “¡Viva el Niño Viajero!” para animar a los danzantes y músicos.
La jornada cerró pasadas las 16:00, cuando el Niño Viajero retornó en procesión al santuario del Carmen de la Asunción, donde estaba previsto celebrar una última misa antes de que la imagen vuelva a las manos de sus protectoras, las religiosas del Monasterio del Carmen.
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