
Olivier Dangles: “La sostenibilidad requiere ciencia con identidad local”
En entrevista con EXPRESO, Olivier Dangles defiende una ciencia comprometida con la sostenibilidad y las comunidades.
Olivier Dangles, investigador del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD) y profesor invitado en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), impulsa desde el WasiLab un modelo de ciencia transdisciplinaria que busca construir soluciones reales desde lo local. A continuación, compartimos su visión en una entrevista profunda sobre los retos y oportunidades para una sostenibilidad con identidad suramericana.
¿Cómo llegó a involucrarse con la investigación en sostenibilidad en Ecuador?
Trabajo en el Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo y, desde hace un tiempo, soy profesor invitado en la PUCE. Aquí co-dirijo el WasiLab, un laboratorio que propone una nueva forma de hacer investigación: más integrada, más conectada con la realidad y más comprometida con la sociedad. En lugar de quedarnos como observadores, buscamos generar conocimiento útil, construido junto a las comunidades que viven los problemas ambientales y sociales en carne propia.
¿Por qué escogió los Andes tropicales como foco principal de su trabajo?
Porque es una región particularmente vulnerable al cambio climático. Los Andes tropicales tienen una posición geográfica única que intensifica los impactos, como la pérdida de glaciares, la alteración de ciclos de agua y la degradación de ecosistemas. Pero además son montañas habitadas. Las personas dependen directamente del páramo, de los humedales, del agua que proviene de esas cumbres. Eso hace que los problemas no solo sean ambientales, sino también profundamente sociales. Es una región donde los efectos del cambio climático y la desigualdad se entrelazan.
¿Cuál es el rol que deberían tener las universidades frente a estos desafíos?
Durante mucho tiempo, la universidad se fue especializando tanto que terminó alejándose de la sociedad. Estudiamos los problemas, sí, pero muchas veces sin actuar sobre ellos. Por eso creemos que es urgente renovar el contrato social entre la universidad y la sociedad. La investigación no puede estar desconectada de la realidad. Proponemos dos pilares: interdisciplinariedad y transdisciplinariedad. El primero implica que las ciencias sociales, naturales y humanas trabajen juntas. El segundo, que incorporemos también los saberes de la comunidad: de agricultores, líderes indígenas, gobiernos locales, ONGs. Hay mucha sabiduría fuera de la academia.
¿Cómo se lleva a la práctica esta visión de ciencia más colaborativa?
Implica transformar la manera de investigar. En lugar de llegar con una hipótesis cerrada, comenzamos por co-definir el problema con los actores locales. Eso garantiza que estemos abordando temas relevantes para la gente. Luego, desarrollamos metodologías participativas, donde la comunidad forma parte activa del proceso. Además, evaluamos constantemente las tensiones que pueden surgir: diferencias de intereses, conflictos, desequilibrios de poder. La reflexividad es clave. No basta con investigar; hay que analizar cómo nos estamos relacionando con el entorno en todo momento.
¿Podría mencionar algunos de los proyectos actuales del WasiLab?
Claro. Por ejemplo, trabajamos en Cotopaxi con campesinos que buscan dejar los químicos en la agricultura, colaborando también con Agrocalidad para probar métodos alternativos. En la Amazonía, investigamos junto a comunidades indígenas el rol de los “guardianes del territorio” frente a la minería ilegal. En Quito, colaboramos con la Alcaldía en la gestión del agua, para anticipar futuras sequías. Todos los proyectos parten de una preocupación real, de actores concretos, y se construyen con ellos desde el inicio.
¿Cómo percibe el interés de las nuevas generaciones por la sostenibilidad?
Hay una fuerte motivación personal en los jóvenes. Muchos llegan a la universidad con el deseo de “hacer algo por el planeta”. Pero también hay incertidumbre laboral: ¿qué voy a hacer con un título en sostenibilidad? A diferencia de carreras como medicina o derecho, la sostenibilidad aún está generando sus propios oficios. Por eso trabajamos para abrirles caminos reales: en ONGs, empresas, municipios, academia. Muchos trabajos del futuro aún no existen, pero se están construyendo ahora mismo.
¿Existen diferencias entre cómo se entiende la sostenibilidad en Ecuador y en otros países?
Sí, y eso es fundamental. Hay una tendencia a importar modelos del norte global, Estados Unidos, Europa, sin considerar el contexto latinoamericano. En Ecuador tenemos una base riquísima: la Constitución reconoce los derechos de la naturaleza, el FONAG fue el primer fondo de agua del mundo, y hubo propuestas innovadoras como la Iniciativa Yasuní-ITT. Pero muchas veces no valoramos lo propio. Queremos fomentar una ciencia con identidad suramericana, que reconozca nuestras fortalezas y saberes locales.
¿Qué mensaje final le dejaría a quienes inician un camino en la sostenibilidad?
Que no se trata de encontrar una “gran solución” aplicable en todo lugar. Cada territorio es distinto y requiere respuestas propias. La sostenibilidad no se construye desde la distancia, sino desde el compromiso, la escucha y la cooperación. No estamos solos: necesitamos redes, necesitamos humildad, y sobre todo, necesitamos creer que desde Ecuador, desde nuestras montañas, páramos y comunidades, también podemos liderar un cambio global.