
Navidad en modo ecuatoriano: calor, lluvias y el caos adorable de cada reunión
Con la llegada de ese calorcito, también aparecen villancicos acelerados y encuentros donde siempre pasa algo fuera de guion
Si algo nos une como país -sin mencionar la guerra gastronómica de la que ya hablamos- es que diciembre llega cargado de espíritu festivo, calorcito insistente, agendas imposibles y un caos organizativo digno de telenovela. La Navidad ecuatoriana no es solo villancicos y lucecitas, sino una comedia de situaciones que solo entienden quienes han sobrevivido a estas reuniones.
Diciembre en Ecuador tiene un estilo propio: uno no sabe si transpira por el clima, por las cuentas pendientes o por el maratón de compromisos que aparecen de golpe. Entre compras de última hora y tertulias que misteriosamente se programan todas a la misma hora, en puntos opuestos de la ciudad, empieza la temporada más caóticamente adorable del año.
La reunión con las amigas: brillo, confesiones y selfies imposibles
Entre la temperatura que sube sin pedir permiso y el maquillaje supuestamente ‘a prueba de agua’ (en realidad debería decir a prueba de sudor), una llega donde las amigas como modelo… y termina convertida en una versión ligeramente derretida de sí misma.
En diciembre todas queremos vernos divinas, pero el clima suele responder: “claro, mi reina, inténtalo”. Te arreglas una hora, sales radiante y, a los tres minutos, ya brillas como si tuvieras un reflector encima; mientras el cepillado -ese que tomó media vida- pierde glamour a velocidad récord.
Aun así, antes de que el look se esfume por completo, comienza la sesión de fotos obligatoria: la grupal, la de las besties, la del árbol, la de la mesa decorada. Todo perfectamente ambientado con adornos navideños… y, cómo no, el pan de Pascua que nadie quiere pero que siempre aparece ‘por tradición’.
La fiesta del trabajo: villancicos corporativos y regalos dudosos
No importa si trabajas en una tienda de barrio o en una transnacional que promete ‘cambiar el mundo’: el amigo secreto es el verdadero examen final del año. Siempre está la compañera que trae un regalo digno de catálogo… y la que aparece con un vaso térmico sospechosamente comprado en el Tuti más cercano.
Entre ‘Mi burrito sabanero’ y un remix tan desafinado que debería ser ilegal, todos terminan refugiándose en lo único realmente importante: la comida. Arroz con choclo, ensalada de papa con fideo (porque así se come aquí, no discutan) y un chanchito que vuela de la bandeja en menos de 10 minutos, como acto de magia colectiva.
Luego viene el discurso del jefe, inspirado por el espíritu navideño o por el recién cobrado décimo, nunca se sabe. Pero el verdadero momento estelar llega cuando ese compañero tímido, el que nadie sabía de su existencia, decide que es su hora. Y ahí, sin aviso, se lanza con una coreografía de Shakira que deja a todos fascinados, confundidos y un poquito traumados.
La reunión familiar: el verdadero espíritu navideño…
Nada dice ‘familia’ como el olor del horno encendido desde las 6 de la madrugada, las mil versiones del pavo, pollo, pavipollo, cerdo o lo que haya tocado este año, y la abuela diciendo que no cocinó mucho mientras presenta un buffet para treinta personas.
Los villancicos se cantan en modo libre: unos fuera de tono, otros fuera de ritmo y el primo menor que insiste en tocar pandereta como si estuviera en concierto. Después vienen los clásicos: la tía que pregunta por tu vida sentimental, el compadre que critica la ensalada (¿por qué le pusieron apio?) pero se sirve tres veces, y la foto familiar que queda de recuerdo, porque es el último con los abuelos...
Y al final… este caos es lo más bonito de nuestra Navidad
Porque sí, diciembre aquí es caluroso, ruidoso, desordenado y profundamente delicioso. Entre villancicos acelerados, sobremesas eternas y la inmortal disputa por el último pedazo del postre, la Navidad en Ecuador tiene ese sabor único que no se encuentra en ningún otro lugar.
Y aunque todos digamos “el próximo año hacemos algo más simple”, igual terminamos en lo mismo: comiendo demasiado, riendo de más y agradeciendo que, al menos en Navidad, el caos nos une.
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