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Mirar atrás para encontrarseFREEPIK

La historia personal y el sentimiento de pertenencia

En tiempos obsesionados con el futuro, mirar al pasado puede ser el camino más profundo hacia la libertad interior

Cuando un paciente consulta a un psicólogo clínico, lo hace porque ha perdido, en alguna medida, el sentimiento de pertenencia a sí mismo. Hay algo que no termina de sentirse bien, aunque muchas veces no se perciba un cambio visible en la vida cotidiana. El trabajo del psicólogo será confiar en que lo que no aparece como causa evidente en el presente debe, por fuerza, encontrarse en el pasado, en la historia del paciente.

A menudo se ironiza esta confianza en el pasado, desestimándola como anticuada o haciendo bromas a sus expensas. Pero el humor, en estos casos, es una forma de defensa: allí donde algo nos resulta risible o de poco valor, admitimos, a pesar de nuestro pensamiento consciente, que nos sentimos íntimamente concernidos.

Recuperar la historia para sanar

Vivimos en el vértigo del futuro. Ante la posibilidad de cuestionar un malestar, preferimos, como sociedad, las promesas del mercado, que ha sabido confeccionar identidades y productos para convencernos de que nuestro yo de mañana será mejor que el de hoy. Es una forma muy pobre de tramitar el malestar.

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Si avanzamos con la confianza ciega de que la próxima promesa del futuro -un aumento, un nuevo teléfono, un nuevo cuerpo- nos traerá la solución, caeremos en la trampa de parecernos todos a todos; de ser cada vez más similares a los productos, ideas y servicios que consumimos. 

La insistencia en no mirar hacia el pasado tiene como consecuencia la pérdida de lo que nos hace únicos e irrepetibles como personas. El futuro solo puede tener un verdadero efecto si antes se ha logrado establecer el pasado del cual será la continuación.

El adagio de que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir los mismos errores se aplica plenamente a la formación de la subjetividad. No se trata de vivir con un registro total de cada experiencia, ni de llevar anotadas todas las anécdotas que la memoria pueda evocar, sino de poder seguir los pensamientos que se conectan con el malestar actual y ver a qué parte de nuestra historia nos llevan.

Allí, bajo el disfraz del olvido, espera una parte de nuestra vida que, al ser reconocida, puede restituirnos el sentimiento de pertenencia. La libertad que nos promete el futuro solo se alcanza si somos capaces de atribuirle a nuestra historia el valor que merece.

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