
La demanda supera la oferta: cuatro de cada diez quedan fuera de la universidad
El sueño de estudiar convoca a todas las clases sociales, pero sigue siendo un camino desigual para miles de jóvenes
En Ecuador, estudiar una carrera universitaria se ha convertido en el principal mecanismo de movilidad social para miles de jóvenes. Más de un millón de estudiantes están actualmente matriculados en universidades, escuelas politécnicas e institutos superiores del país, una cifra que no solo revela el creciente interés por acceder a la educación superior, sino también las profundas tensiones del sistema, que lucha por responder a una demanda que crece más rápido que su capacidad. Estudios universitarios señalan que en la última década la matrícula universitaria aumentó un 50%, mientras que la de institutos superiores lo hizo en 62%. Detrás de estos números hay historias, expectativas y también frustraciones.
El aumento en la matrícula se explica en parte por los cambios sociales de los últimos años y por el impacto de la pandemia, que aceleró el uso del aprendizaje en línea. Según datos del Ministerio de Educación, más de un millón de jóvenes cursa actualmente una carrera de tercer nivel, repartidos entre 900 mil estudiantes en universidades y 150 mil en institutos técnicos y tecnológicos. Este incremento masivo tiene efectos tanto positivos como preocupantes. Por un lado, muestra que más jóvenes buscan profesionalizarse para enfrentar los desafíos del siglo XXI; por otro, expone las brechas que aún persisten en el acceso y la calidad educativa.
La universidad continúa siendo vista como un símbolo de aspiración social y progreso. Así lo señala Walter Mera, rector de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil: “Somos formadores de líderes. La universidad sigue siendo importante y clave en toda sociedad”. Su mensaje resume la centralidad que mantiene la educación superior en el imaginario colectivo ecuatoriano: sin estudios, las oportunidades laborales se reducen y las brechas sociales se profundizan.
Un sistema que crece, pero no alcanza
El contraste más fuerte aparece en el acceso. Aunque 7 de cada 10 bachilleres llegan a la universidad, no todos logran un cupo. En 2025 se graduaron cerca de 350.000 bachilleres, de los cuales 332.000 postularon a las universidades públicas. Pero la oferta total de cupos fue de apenas 213.000. En términos prácticos, significa que cuatro de cada diez jóvenes —aun cumpliendo los requisitos— no pudieron ingresar. Esta exclusión silenciosa revela la presión que enfrenta el sistema y la urgencia de ampliar la capacidad de las instituciones públicas.
Esta realidad es compartida por Fabricio Guevara, rector de la Universidad Estatal de Milagro, UNEMI, quien subraya el papel que la institución ha asumido frente a la demanda nacional:
“Hoy, 7 de cada 10 jóvenes ecuatorianos acceden a las IES. Un total de 120.000 cupos están entregando las universidades públicas anualmente. De esa cifra, la UNEMI da 20.000, consolidándose como la universidad que más cupos entrega a escala nacional”.

Educación como motor de desarrollo: la inversión pendiente
Más allá de la cobertura, el desafío estructural es garantizar calidad educativa e investigación científica. Para Cecilia Paredes, rectora de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), el camino es claro:
“La educación superior es importante para el desarrollo de Ecuador. Las universidades son cruciales para formar profesionales que generen valor, resuelvan problemas reales y profundicen el conocimiento, además de fomentar la calidad y la innovación educativa. También son necesarios los consensos para el financiamiento y el fortalecimiento del ecosistema de educación superior del país”.
El señalamiento apunta a un problema de fondo: el financiamiento. Aunque las universidades públicas reciben presupuestos estatales importantes —la Universidad Central, la de Guayaquil, Cuenca y ESPOL lideran la lista—, la inversión aún es insuficiente frente a la demanda y la necesidad de fortalecer investigación, laboratorios, programas de posgrado y formación docente.
Por qué estudiar sigue marcando la diferencia
El impacto de obtener un título universitario es contundente. Los egresados tienen 20 puntos más de empleo formal que quienes no acceden a la educación superior, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). Así lo resume Marcos Zambrano, rector de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (ULEAM):
“La educación abre puertas: te permite ser quien quieras ser. Permite movilidad, a través del conocimiento: salir de la pobreza, tener herramientas para asumir desafíos profesionales. Y aportar a la sociedad”.