Familias inclusivas
María José junto a su esposa Ángela, su mamá y su abuela.cortesía

Familias que acompañan con orgullo: relatos de aceptación LGBTIQ+ en Ecuador

Estas historias muestran cómo el amor incondicional puede transformar vidas y abrir caminos hacia la aceptación

En un país donde el prejuicio aún pesa más de lo que muchos admiten, cada abrazo visible entre una madre, un padre y su hijo LGBTIQ+ es un acto de resistencia que transforma silencios en amor. Luisa, María José e Iris son prueba de que acompañar con orgullo no solo implica aceptar, sino atreverse a desafiar creencias profundamente arraigadas.

Luisa encontró el alivio de ser recibida sin reservas por su madre, quien eligió el amor por encima de los dictados de su fe. María José vivió un proceso de evolución junto a su mamá, quien entendió que la aceptación es más fuerte que el miedo al qué dirán. Iris, por su parte, tuvo que partir de Ecuador para hallar la libertad de ser ella misma, mientras su familia comenzaba a comprenderla desde la distancia.

Estas historias muestran que el camino hacia el orgullo no es lineal ni sencillo: requiere valentía para deconstruir prejuicios, enfrentar presiones del entorno y convertir el afecto en un activismo cotidiano. A través de sus voces, esta nota busca iluminar la fuerza transformadora que tiene el amor incondicional cuando se convierte en el motor para cambiar no solo un hogar, sino también la sociedad entera.

“Mis hijos son más importantes que mi religión”

Luisa Carvajal lo recuerda con claridad. Era 2020, plena pandemia, y el amor que sentía por una chica con la que salía la impulsó a dejar de ocultar esa parte de sí. Su madre, católica practicante y trabajadora de colegios religiosos, representaba para ella “su mayor miedo y deseo de aceptación”.

Luisa escribió un mensaje en su celular y le pidió a su madre que entrara a su cuarto y lo leyera. El texto explicaba que era bisexual, que llevaba tiempo saliendo con una chica y que no era una fase.

Lo que vino después fue uno de los gestos más íntimos y liberadores que recuerda: su madre la miró en silencio, la dejó llorar y le dijo: “¿Por qué lloras? Si yo ya sabía”. Aquel momento, aparentemente simple, fue un antes y un después en su relación.

Luisa Carvajal
Luisa Carvajal es fotógrafa en la ciudad GuayaquilLuisa Carvajal

“El saber con certeza la noticia fue duro porque por mi crianza y mis creencias no estoy de acuerdo… pero cuando se trata de un hijo, uno lo ve de otra manera. Yo deseo que mis hijos sean felices y sean aceptados con el amor que siento por ti. Ese amor me da fuerza para entender y seguirte queriendo, pase lo que pase. Eres mi hija y te amo de cualquier forma. Solo quiero que seas feliz, que te sientas bien”, recordó su mamá.

Desde entonces, la aceptación no se ha quedado en palabras. La madre de Luisa ha recibido con naturalidad a sus parejas y las nombra con claridad, sin llamarlas “amigas” al hablar con otras personas. “Me trata de la misma forma que antes de decirle que era bi. Se refiere a mis novias como lo haría cualquier madre: sin subrayarlo, sin vergüenza”.

“Uno tiene que evolucionar”: la historia de María José y su madre

María José Pino tenía poco más de 20 años cuando decidió contarle a su mamá, Rosana, que le gustaban las mujeres. Fue en la universidad, una etapa de reafirmación personal en la que también empezó a cambiar su estilo de vestir. Aunque su madre no lo vio venir —“no lo imaginé, quizás no quería verlo”, reconoce— atravesó un proceso interno para llegar a la aceptación.

“Al comienzo se me hizo difícil”, confiesa Rosana. “Uno entra en negación. Pero después, conversando con ella, me di cuenta de que no se trata de que yo esté de acuerdo o no. Es su vida, su decisión, y yo tengo que aceptarla como es”.

Desde entonces, la relación se ha fortalecido. María José está casada con Ángela, y ambas son parte activa en todos los espacios familiares: celebraciones, reuniones, encuentros sociales. “No hay ningún tipo de rechazo. Las invitamos a las dos, se las toma en cuenta en todo, como a cualquier pareja”.

Maria José
María José junto a su esposa Ángela, su mamá y su abuelaMaría José Pinto

Rosana reconoce que la experiencia la hizo replantearse muchas creencias: “Uno no tiene que juzgar a las personas, sino aceptarlas tal como son. Ellos tienen sus propios gustos, su estilo de vida, y uno tiene que evolucionar”. Asegura que su hija le enseñó a mirar más allá del prejuicio.

Su mensaje para otras familias es claro: “Acepten a sus hijos. Hay personas que los rechazan, los botan de casa... a mí jamás se me habría ocurrido. María José es una excelente hija, simplemente tiene un gusto diferente. Eso no la define como persona”.

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“El costo fue irme de mi país”: Iris desde Australia

Iris Ardath Barreto quien se define en su cuenta de Instagram como "poliamoroso y orgullosamente trans", tenía 24 años cuando dejó Ecuador para mudarse a Australia. El cambio no fue solo geográfico, sino también emocional. “Vengo de una familia cerrada, un poco más conservadora. Les cuesta comprender o siquiera acercarse a estos temas”, cuenta.

La distancia le permitió respirar y encontrar espacios de seguridad. “Quizás el que viniera a Australia y ellos tuvieran tiempo para pensar ayudó. Dejé de hablarles un tiempo y poco a poco se dieron cuenta de que yo era feliz acá. Ahora el trato es mejor, pero el costo fue irme de mi país”.

Iris Gwendolyn Ardath Barreto
Iris Ardath se fue a Australia a los 24, salir de Ecuador ayudó a que su familia pudiera comprenderlaIris Gwendolyn Ardath Barreto

Aunque su familia sigue sin entender del todo, algo cambió. El vínculo se reconstruye lentamente desde la aceptación y una comprensión que avanza con paciencia. “A veces, simplemente se trata de dejar que las personas vivan, aun cuando no las entiendas del todo”, comenta.

Desde su experiencia, Iris también señala el peligro de los discursos que se oponen a la visibilidad LGBTIQ+: “Me gustaría que la gente deje de pensar que dar derechos o hablar de estos temas en los colegios va a ‘convertir’ a alguien en gay o en trans. El verdadero cambio sería dejar vivir, sin miedo, sin presión de tener que explicar todo”, expresa.

A quienes hoy sienten temor o incertidumbre, deja un mensaje: “El camino se ve oscuro y aterrador, pero eres tú, con tu fuerza de voluntad y amor propio, quien puede guiarse hacia un mañana lleno de esperanza y sueños cumplidos”.

Acompañar con orgullo no significa tener todas las respuestas, sino estar dispuestos a caminar junto a quienes se ama, incluso cuando el camino reta o incomoda. Porque cuando una familia elige abrazar sin condiciones, no solo transforma una vida: empieza a transformar el mundo.

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