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Gabriela Alvear guarda decenas de fotos de gatos, entre los suyos y los rescatados.Cortesía

El esfuerzo por conseguir un buen hogar a los gatos

Gabriela Alvear es parte del área de adopciones de la fundación Amigos con cola.  Tiene casos de éxito, pero también unas cuantas decepciones

Gabriela Alvear confiesa que cada vez que llega un gato a la fundación Amigos con cola, siente un apego especial y la necesidad de cuidarlo. De inmediato, junto al grupo de voluntariado, empieza su tarea de conseguirle un hogar.

No es un trabajo sencillo. Detrás de esta labor hay un equipo que sube a las redes sociales fotografías de los mininos que esperan ser acogidos. En esos días de suerte, llega al correo de la fundación una ficha de inscripción de alguien que desea adoptar. Allí empieza un análisis minucioso para conocer si será el hogar que el gato necesita.

Gabriela sabe que la ficha les ofrecerá información clave sobre el cuidado que están dispuestos a dar a la mascota. En estos días, por ejemplo, tuvieron que negar dos solicitudes, pues los postulantes dijeron que como habían decidido adoptar machos, no iban a esterilizarlos.

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Esta voluntaria de 29 años, quien es consultora ambiental, reconoce que la labor se complica más en ciertos casos, como cuando los gatos son adultos, negros o con alguna enfermedad que requiere de cuidados especiales. Los blancos, los siameses y los amarillos, y especialmente los más pequeños, son los que tienen un poco más de suerte.

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Gabriela Alvear es ingeniera en Gestión Ambiental y voluntaria de Amigos con cola.Cortesía

Pero en medio de esas complicaciones, hay personas que la sorprenden, como aquella mujer que acogió a Diógenes, un gato negro. Casi un año después, cuando la adoptante supo que había un pequeño del mismo color, recién llegado, escuálido y enfermo, decidió darle un hogar temporal. Al final, se quedó con él y ahora, además, es madrina de Coco, un minino negro que vive en la fundación y que sufrió una fractura de fémur, fue operado y necesita cuidados especiales para los que se han desarrollado varias campañas.

También tuvieron suerte con Chiquito, un gato de más de un año que había perdido un ojo por una infección, pero que también consiguió casa.

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Al hacer un recuento, no puede olvidar a Bigotes, un rescatado al que les costó conseguirle una familia, y cuando finalmente lo hicieron, sus dueños no tomaron precauciones para evitar que se escapara y el felino desapareció, casi al inicio de la pandemia.

Por eso, junto a Javier Cevallos, fundador de Amigos con cola, intenta que los casos tengan finales felices.

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Encontrar un hogar a los rescatados es el compromiso de los rescatistas.Cortesía

Gabriela sabe lo que es darle un hogar a los rescatados, lo hizo con un perrito que llegó a ella en malas condiciones y con un gato que una de sus amigas encontró en la calle y se lo entregó. Se quedó también con sus crías. “En esa época yo también fui irresponsable al no esterizarla, por eso ahora insisto mucho en la importancia de hacerlo”, cuenta.

Para ella no hay mayor emoción que cuando recibe fotografías de un gato en su hamaca o con sus juguetes. Sabe que llegaron a buen hogar.

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