
El riesgo de las dietas de eliminación: Por qué no debes autodiagnosticarte
Cuidado con eliminar gluten y lácteos por tu cuenta. Una nutricionista explica los graves riesgos de las dietas restrictivas
Cuando una persona decide eliminar el gluten y los lácteos sin un diagnóstico médico (solo porque se siente hinchada y cansada, y leyó en internet que estos alimentos podrían ser los culpables), y descubre tres meses después que no solo sigue igual, sino que además está más irritable y se le cae el cabello, debe saber que su historia no es única.
En la era del bienestar, las dietas de eliminación se han convertido en una solución rápida para millones de personas. Pero, ¿qué pasa cuando terminan perjudicándoles?
La nutricionista Vanessa Montalván observa este fenómeno constantemente en su consulta: “Lo que se observa con mayor frecuencia en personas que han seguido dietas restrictivas por cuenta propia son deficiencias nutricionales relevantes”, explica. Nutrientes como el hierro, la vitamina B12, la vitamina D y el calcio suelen ser los primeros en escasear, lo que se manifiesta en cansancio persistente, pérdida de masa muscular o alteraciones en la salud ósea.
Pero el impacto va más allá de lo físico. Montalván destaca un efecto colateral igualmente dañino: la relación con la comida. “Es común que aparezcan ciclos de restricción seguidos de episodios de atracón, acompañados de sentimientos de culpa y ansiedad. En algunos casos, estas dinámicas pueden convertirse en la puerta de entrada a un trastorno de la conducta alimentaria”.
¿Es alergia?
Gran parte del problema radica en el autodiagnóstico erróneo. Como señala el National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID), es crucial distinguir entre una alergia alimentaria verdadera, una intolerancia y una sensibilidad no alérgica, ya que el abordaje de cada una es completamente distinto.
La experta lo explica: “Las alergias verdaderas (mediadas por inmunoglobulina E) suelen aparecer de manera inmediata, con reacciones como urticaria, hinchazón o dificultad para respirar, y se confirman con pruebas médicas específicas”. En cambio, las intolerancias, como la lactosa, “no involucran al sistema inmune y se presentan principalmente con síntomas digestivos”. Las sensibilidades no alérgicas son las más complejas de diagnosticar y suelen requerir un proceso supervisado de eliminación y reintroducción.
¿Cuándo la eliminación es necesaria?
Cuando existe una sospecha fundada y médicamente respaldada, una dieta de eliminación puede ser necesaria. Sin embargo, el protocolo debe ser riguroso y seguro.
“La prioridad es que el proceso sea siempre estructurado y acompañado”, enfatiza Montalván. Esto implica una evaluación inicial completa del estado nutricional del paciente. La eliminación debe ser “lo más específica y limitada posible: se retiran únicamente los alimentos sospechosos, para así evitar restricciones innecesarias”. Paralelamente, se planifican sustitutos adecuados para prevenir carencias.
Un paso que nunca debe saltarse es la reintroducción. “La etapa de eliminación es siempre temporal y breve”, aclara la especialista. “Posteriormente, se pasa a la fase de reintroducción controlada, en la que se incorporan los alimentos uno a uno, de forma gradual y en un entorno seguro. Este paso es fundamental para identificar el verdadero desencadenante”.
Las dietas pueden debilitar la flora bacteriana ¿por qué?
El Nature Reviews Microbiology señala que, uno de los efectos menos conocidos de las dietas autoimpuestas es su impacto en el microbioma intestinal. La evidencia científica concuerda en que la diversidad dietética es importante para una microbiota saludable. La eliminación innecesaria de alimentos diversos reduce la variedad de fibras y prebióticos que alimentan a las bacterias beneficiosas, lo que a largo plazo puede alterar procesos como la digestión, generar inflamación e incluso perjudicar el sistema inmune.
¿Qué pasa si de verdad te sienta mal algún alimento?
Vanessa Montalván es contundente “El primer paso no debería ser eliminarlo de inmediato, sino registrar la situación de manera estructurada”. Su recomendación es llevar un diario alimentario y de síntomas detallado durante al menos cuatro semanas. Este registro debe incluir todo lo consumido, las cantidades, la hora de la comida y la aparición de cualquier síntoma, junto con su intensidad y duración. También es crucial anotar el estado emocional y los niveles de estrés.
“Con esta información, el especialista puede identificar patrones concretos”, afirma. Este simple acto de observar y anotar evita restricciones prematuras y proporciona al profesional la información necesaria para guiar el proceso de manera segura y efectiva.
La conclusión es clara: mientras que el internet está lleno de diagnósticos y soluciones rápidas, la salud intestinal y la nutrición son complejas. Escuchar al cuerpo es importante, pero interpretar sus señales correctamente requiere, la mayoría de las veces, de la guía de un profesional que asegure que el camino hacia un bienestar percibido no termine dañando la salud real.
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