
Daniel Noboa viaja a Estados Unidos sin siquiera dar la cara, tras la consulta
Análisis | El síndrome de negación se apodera del Gobierno. Noboa actúa como si el resultado no tuviera nada que ver con él
Aquí no ha pasado nada. Aquí todo sigue igual. Tal como lo anticipó en un decreto que firmó el lunes 17, Daniel Noboa tenía previsto ayer, 18 de noviembre de 2025, viajar en visita oficial a Estados Unidos, donde permanecerá hasta el jueves 20. ¿Para qué? Nadie lo sabe.
El presidente de la República ha cogido la mala costumbre de no hacer públicas las agendas de sus viajes, como si el país no mereciera conocerlas. Ya nos enteraremos a su regreso; y por retazos: todo dependerá de qué cosas le salieron bien y cuánto tiempo efectivo dedicó al trabajo, tomando en cuenta que el paseo (familiar o no) suele también ser parte fundamental de estas salidas.
Así que habrá que esperar a que vuelva para saber si valió la pena abandonar el país a las pocas horas de la consulta popular, en lugar de quedarse administrando los cambios urgentes de gobierno que exige la derrota.
Porque no hay derrota que administrar ni cambios urgentes que decidir, más allá los superficiales ya anunciados en el gabinete. Aquí no ha pasado nada. Aquí todo sigue igual.
¿Reunión 'aguada' con Donald Trump?
No hubo manera de conseguir información oficial sobre lo que hará el presidente en Washington (si es que fue directamente a Washington). Se sabe que pretende reunirse con Donald Trump, aunque en la agenda oficial de este último (esa sí, pública) dicha reunión todavía no aparece por ningún lado.
Hace pocos días, la plataforma Bloomberg informaba que Noboa estaba “tratando de reunirse con Trump” y que la cumbre “podría celebrarse” a los pocos días de la consulta. Pero nadie ha confirmado nada hasta el momento.
Según fuentes diplomáticas ecuatorianas, la idea original era comparecer ante el presidente de Estados Unidos con la reforma constitucional sobre las bases militares aprobada en consulta popular, para empezar las negociaciones de inmediato.
No pudo ser: el líder de corporación Noboa afronta ahora el trago amargo de presentarse ante el hombre más poderoso del mundo como un “loser”. Ojalá por lo menos obtenga el beneficio de una cumbre como debe ser y no vuelva a casa, como la última vez, con una simple foto de sobremesa en Mar-A-Lago.
¿Qué piensa Daniel Noboa de la derrota en la consulta?
El hecho es que el presidente se fue de viaje antes de haberse cumplido 48 horas de su revés electoral y sin tomarse la molestia de dar la cara y decirle al país lo que piensa de lo que pasó el domingo: cómo interpreta el resultado; que cree él que le corresponde hacer de ahora en adelante; que lecciones sacó de la derrota. Nada. Ni por delicadeza con aquellos a quienes durante dos semanas de sobreexposición mediática les pidió su voto.
Aquí no ha pasado nada. Aquí todo sigue igual.
Simplemente, el presidente publicó un tuit y se tomó un día para disponer un puñado de cambios de gabinete. La mayoría, cosméticos; alguno, inevitable (no se podía, por ejemplo, mantener una portavoz que no servía para nada); otro (el principal) fallido: Álvaro Rosero, nuevo ministro de Gobierno, está impedido de asumir el cargo por ser deudor del IESS y el presidente se enteró, probablemente, cuando aterrizaba… ¿en el John F. Kennedy?
¿Noboa aún tiene intocables?
Lo de los cambios en el gabinete fue, en gran medida, una rotación de sillas que confirma lo que se sospechaba: que lo que vemos en el equipo de gobierno es lo que hay. En cuanto al círculo íntimo del presidente, donde se encuentra el núcleo duro de sus conflictos de intereses, quedó intocado.
En cuanto al nombramiento (fallido o no) de Álvaro Rosero en la cartera de Gobierno, aparte de ser un movimiento estratégico en la política gubernamental de control de los medios de comunicación, demuestra la intención de mantener el ministerio de la política como un accesorio decorativo, mientras el núcleo duro de la negociación política sigue descansando (de manera aberrante) sobre la Secretaría de Inteligencia.
En suma: nada que haga pensar que el gobierno haya sacado una lección de los resultados del domingo y que, como hizo Milei tras su derrota electoral, esté dispuesto a enmendar su rumbo. De hecho, ninguno de los funcionarios que han emitido declaraciones al respecto ha querido reconocer que el resultado del domingo sea ni remotamente algo parecido a una derrota. Como si el gobierno hubiera sido neutral en la consulta.
El síndrome de la negación en Carondelet
Este síndrome de negación, que permite al presidente irse de viaje sin dar explicaciones y ni siquiera manifestar agenda pública alguna, tuvo su apoteosis este lunes por la noche, con la comparecencia del presidente de la Asamblea, Niels Olsen, en el nuevo programa “De lunes a lunes” que conduce la periodista Andrea Bernal en Teleamazonas. “No lo veo como una derrota -dijo a propósito del resultado de la consulta-, más bien lo interpretamos como un mensaje claro de los ecuatorianos que quieren que sigamos trabajando con las herramientas que tenemos en este momento”.
Lo despachó al principio de la entrevista y luego lo repitió dos veces más en apenas diez minutos. Eso de negar tres veces es más que proverbial: es bíblico. Y no puede ser una coincidencia.
Tanta insistencia en repetir aquello de que el pueblo ecuatoriano “quiere que trabajemos con las mismas herramientas” sólo puede ser interpretado como una claudicación: expresa la voluntad del gobierno para abrazar la Constitución de Montecristi (que tantos beneficios le reporta en lo político) y no promover una sola reforma más ni aun teniendo la mayoría parlamentaria que le permitiría hacerlo. Como si el voto por el No hubiera sido una manifestación de apoyo a la constitución correísta, cosa que no fue en absoluto.
Por eso el presidente guarda silencio y se va de viaje, como para imprimir un compás de espera antes de retomar la actividad política en el punto en que la dejó antes de la consulta.
Quiere que el país se olvide de que acaba de perder un plebiscito de aprobación, que es lo que en realidad son todas las consultas populares que se han celebrado en la democracia ecuatoriana desde los tiempos de Febres Cordero. Porque su intención es actuar como que aquí no hubiera pasado nada. Aquí todo sigue igual.
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