Maximina Salazar
Maximina Salazar, presidenta de la Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar señala que el maltrato continúa, pero la lucha también.KATHERINE ARGUDO

Trabajadoras del hogar: una lucha que surge entre las violencias de clase y de género

El trabajo del hogar es una herencia colonial, que por décadas ha mantenido como sirvientas a niñas y mujeres. Hoy ellas buscan dignificar su labor y vencer los estereotipos 

Hablar del trabajo doméstico tradicionalmente nos traslada a pensar que es “el lugar natural” de las mujeres. Una labor que inicia siendo exclusiva de la esclavitud, y que más adelante sitúa a las mujeres en un espacio privado de explotación.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en América Latina y el Caribe, el mercado laboral segmentado discrimina a las mujeres por ser responsables de los cuidados del hogar, y de todas las personas que se dedican a esta labor, el 93 % son mujeres.

En Ecuador 9 de cada 10 trabajadoras del hogar son mujeres, y de ellas, el 29 % son jóvenes entre los 15 y 39 años (censo 2010).

Parte de la lucha de estas mujeres, ha sido conseguir el reconocimiento que son trabajadoras, y romper con el estereotipo de ser “cuidadoras” o que “son parte de la familia”.

Aura Carrillo, abogada y activista feminista, señala que históricamente las trabajadoras del hogar han sido vistas por su contraparte (empleadora) como una mercancía, y que su rol ha estado reservado a "facilitar la vida de otros".

La Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar (ATRH) ha permitido que estas mujeres encuentren en la organización un acompañamiento para luchar contra estos estereotipos.

Según Maximina Salazar, la presidenta de ATRH, vivir de esta labor ha significado tener que enfrentar tanto las violencias de clase, como las de género. Comenta que durante los inicios de la pandemia por covid-19, aquellas que lograron conservar su trabajo lo hicieron en condiciones precarias.

Señala que muchas de ellas tuvieron que cambiar su modalidad de trabajo a “puertas adentro” debido al riesgo sanitario que, se consideraba podía traer, al ellas salir todos los días de vuelta a sus casas.

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Según la OIT, las trabajadoras bajo esta modalidad “son particularmente vulnerables a las jornadas excesivamente largas”, además que ONU Mujeres afirma que esta “constituye una amenaza a su integridad física, psicológica y sexual, y facilita la obstaculización en el ejercicio de otros derechos humanos frente al potencial riesgo de abuso”

Valeska Chiriboga, activista en el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH) asegura que las trabajadoras remuneradas del hogar viven “doble vulnerabilidad”, primero por los estereotipos basados en su clase y segundo aquellos ligados a su género.

Maximina Salazar detalla que, aunque han logrado el reconocimiento de varios derechos como la afiliación social, una jornada más digna, y la ratificación de convenios de la OIT, aún "queda mucho por hacer" porque se viven diversas violencias en ámbito laboral.

Comenta que la mayoría de las trabajadoras remuneradas del hogar son excluidas en sus espacios de trabajo, que aún se conservan prácticas racistas y de género, como que deben comer sin sentarse en la cocina “porque han creído que ese es el lugar de las mujeres”.

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Maximina Salazar

No les permiten sentarse en los muebles, o alimentarse debidamente. Sin embargo, quienes trabajan puertas adentro deben cumplir responsabilidades a toda hora del día, sin que se reconozca ese exceso de trabajo.

Muchas de ellas iniciaron en estos trabajos desde la adolescencia. Maximina, por ejemplo, dice que desde los 11 años labora planchando y lavando ropa en otras casas, porque a ella le dijeron que si quería conseguir dinero “ese era trabajo de mujeres”.

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Gissell Panguillo, una trabajadora remunerada del hogar, dice que además deben sobrellevar el acoso. Ella asegura que es común que en los hogares donde se trabaja, los esposos o hijos de las empleadoras sean insistentes con las trabajadoras. Algunas han sido hasta golpeadas y violadas en sus lugares de trabajo.

Para Maximina es necesario que no se invisibilicen estas violencias. La Asociación busca frecuentemente dar talleres y foros para empujar a las mujeres a denunciar estos actos que se cometen contra ellas, pero exhorta a las instituciones públicas a facilitar los procedimientos.

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Maximina Salazar

En Ecuador existen más de 60 mil trabajadoras remuneradas del hogar, según registros del IESS y Registro Civil en 2018, y la mayoría de ellas vive en la pobreza (más del 55 %). El dato más preocupante al respecto es que, entre mayor es el nivel de pobreza de un hogar, menor es la edad en que las niñas y adolescentes ingresan al trabajo remunerado del hogar, como lo afirma el Estudio sobre el trabajo remunerado del hogar en niñas y adolescentes en el Ecuador.