
Los violentos secuestran a Imbabura: ¿Cuánto durará? | Martín Pallares
Análisis | El politólogo Andrés Ortiz señala que los nuevos dirigentes indígenas actúan al margen de la Conaie
Imbabura es una provincia secuestrada por violentos y, hasta el cierre de esta edición, un convoy humanitario con comida, gas y mil militares para habilitar las vías estaba por entrar en Ibarra para buscar su rescate.
Quizá la mejor explicación de lo que ahí ocurre es lo que una joven otavaleña lo plasmó en un breve video de TikTok. Con voz serena y gran aplomo, la chica cuyo nombre de usuario es Kailly inicia diciendo que lo que se vive en esa ciudad “se está volviendo insostenible”. Luego de aclarar que no tiene una lectura política de lo que pasa en su ciudad y que no está en contra de la protesta porque está convencida de que la protesta es la expresión más sublime de la justicia, afirma que lo que están viviendo no es justicia sino imposición.
Cuenta sobre el desabastecimiento que hay y de cómo ahora los precios de muchos productos de primera necesidad se han duplicado: un pollo que antes costaba cinco dólares ahora cuesta hasta 12 dólares. Luego relata lo que quizá es lo más perverso: los violentos solo permiten vender el gas de uso doméstico a quienes apoyan el paro. “Incluso hoy hasta salir a comprar comida se siente como si estuvieras cometiendo un delito porque si ven que estás comprando te pueden hasta quitar y saquear el local en el que compraste”, relata la joven. Más adelante, dice que cuando trataba de hacer una transmisión en vivo para TikTok un grupo de protestantes intentó quitarle su celular. “¿Por qué? ¿Por qué no podemos mostrar lo que está pasando?”, se pregunta la voz quebrada.
Silencio de las autoridades y fractura social en Otavalo
No hay alcaldesa ni autoridad que se haga presente, agrega y luego dice que está ocurriendo algo es lo que más duele: el racismo. Lo hay de ambos lados, sostiene y se escucha en el video a una mujer insultando a los indígenas por indios y a un indígena insultando a los mestizos diciéndoles que si no fuera por ellos no tendrían ni con qué comer. Y Kailly termina preguntándose: “¿cuando dejó de ser Otavalo la ciudad más amable del país, en un pueblo que teme a su propio pueblo?”.
Explicar los motivos por los que Imbabura se ha convertido en el foco de las protestas y manifestaciones, en este paro decretado por la Conaie que exige al gobierno que derogue el decreto que elimina el subsidio al diésel, es particularmente complicado. Para comenzar porque las visiones más o menos objetivas que normalmente provienen de la prensa son escasas ya que ejercer el periodismo en esas zonas es particularmente peligroso por el caso de los protestantes. Quedan, pues, como fuentes las redes sociales que muchas veces obedecen a versiones que salen del gobierno o de los grupos sociales que apoyan el paro y justifican la violencia y a testimonios de personas que viven ahí, pero que muchas veces temen hablar por miedo a retaliaciones. Sin embargo, hay algunas pistas.
El paro que aparece como monolítico y apoyado por todos, no parece serlo. Hay muchas comunidades que están en contra de la medida como varias que se ubican en la carretera que une a Ibarra con Cayambe, por Olmedo, que no participan. Y hay otras que sí participan activamente, pero cuyas bases, sin estar de acuerdo, acatan las órdenes de sus dirigentes.
El poder vertical de los dirigentes indígenas
El sentido de comunidad es tan fuerte en el mundo campesino andino que contradecir a un dirigente es impensable. El politólogo Andrés Ortiz Lemos, que ha hecho estudios de campo en la zona, sostiene que estos dirigentes actúan sin sujetarse a todas las órdenes y directrices de la Conaie y que responden, más bien, a sus aspiraciones y agendas políticas. Se trata de una nueva generación de dirigentes que quieren entrar pisando firme en el nuevo escenario político que se abrió luego de la gestión de Leonidas Iza que fue desastrosa para la organización del movimiento indígena. Todo esto sumado a la inminencia de una consulta para llamar a una Asamblea Constituyente, en la que estos dirigentes tienen intención de ser parte. En otras palabras, la situación se le salió de las manos a la Conaie que ya no sostiene la jefatura política que tenía antes.
Un antropólogo que vive en la zona de Zuleta y que pidió que se mantenga su nombre en reserva, coincide con Ortiz Lemos: las bases casi siempre están en desacuerdo con sus dirigentes, pero en el mundo andino hay una actitud que viene de la minga, en la cual no hay lugar a las discrepancias con los caudillos. “Si el gobierno dialogara directamente con las bases, ese verticalismo se vendría abajo”, le dijo a este medio. Ambos están convencidos de que una de las pocas formas de quebrar ese monopolio del poder que tienen las dirigencias de las organizaciones de primer nivel, como la Unorcarc de Cotacachi, es que el gobierno ofrezca a las bases algo así como un trofeo que les haga sentir que fueron tomadas en cuenta y por las que su lucha valió la pena. ¿Volver a vender un diésel subsidiado? No, dice Ortiz Lemos, pero sí entregar recursos para trabajos en salud, educación o nutrición infantil.
El convoy humanitario y la esperanza en medio del caos
Al cierre esta edición, el convoy enviado por el gobierno con gas, oxígeno para los hospitales, comida y mil soldados para habilitar las vías interrumpidas por los manifestantes estaba en Cayambe, en medio de la calma. A esa hora, además, se reportaba una relativa tranquilidad en Ibarra que era el destino del convoy. ¿Hasta cuándo durará el secuestro de Imbabura? Muy difícil saberlo. Ortiz Lemos cree que si no hay otro muerto por la represión, la situación se hará insostenible para los violentos, pues hay una clase media, urbana y comerciante que está indignada con lo que está pasando.
¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!