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ASAMBLEA DEL BIZCOCHO
Correístas. Última foto de la bancada que marcó el ritmo del complot, consagró el analfabetismo como virtud parlamentaria y convivió con el crimen.CORTESÍA

Nadie extrañará a la Asamblea del bizcocho

Análisis. La legislatura de Virgilio Saquicela, con sus cuatro tentativas de golpe de Estado, sus miserias y sus excesos: la peor de la historia

Necios, inmorales, hampones y analfabetos: nadie ha hecho tanto por desprestigiar la democracia ecuatoriana como la Asamblea Nacional que acaba de pasar a mejor vida. Modelo y promotora del lumpenparlamentarismo, la legislatura que tuvo en Virgilio Saquicela a su presidente perfecto, hecho a su medida, marca el nivel más bajo alcanzado jamás por el debate público en la historia de la democracia ecuatoriana. Expresión de una crisis política, cultural y ética de la que difícilmente se vuelve sin reformas estructurales de fondo y que no basta una muerte cruzada para remediar, la depuesta Asamblea empoderó a los iletrados incapaces de escribir y leer dos líneas, convivió con el delito y hasta con el crimen y durante dos años se dedicó a lo único para lo cual la mayoría de sus integrantes estaba capacitada: la conspiración. Estas son algunas de las razones por las cuales nadie en el país la echará de menos.

Está la asambleísta Bella Jiménez, de la Izquierda Democrática, destituida de la vicepresidencia por tráfico de influencias y gestión de cargos públicos, por no decir, directamente, venta de puestos de trabajo en modalidad pesetera y al menudeo. De 6 mil dólares era la transferencia que sirvió como prueba decisiva para su remoción. Se fue repartiendo lodo a manos llenas, acusando a unos de tener glosas pendientes, a otros de adeudar pensiones alimenticias, a los de más allá de farrear con plata pública y al coordinador de su bancada, Alejandro Jaramillo, de hacerse regalar un reloj suizo de alta gama. Mientras más hablaba, más se cubría medio mundo de vergüenza. Hasta que se calló y la echaron.

Está la historia vergonzosa de Eckenner Recalde, otro pesetero del mismo partido, una Izquierda Democrática que en esta legislatura demostró que puede ser una cloaca como cualquier otra. 200, 300, 500 dólares cobraba el angelito a sus subordinados para “chanchos solidarios” y otras delicadezas. El Comité de Ética lo investigó, lo encontró culpable y recomendó su destitución. Lo salvaron los 47 votos del correísmo, que a partir de ese día se convirtieron en 48. A los diezmeros que fueron apareciendo luego (Joel Abad, de Pachakutik; Guadalupe Llori, ya para entonces destituida de la presidencia) ya ni siquiera los investigaron, pues los rabos de paja tienden a neutralizarse unos a otros.

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Está la historia de Mariano Curicama, quien perdió su escaño parlamentario cuando la justicia ordinaria lo sentenció a un año de prisión por incumplimiento de decisión legítima de autoridad competente. Le habían ordenado pagar jubilaciones cuando era prefecto de Chimborazo y él, al parecer, tenía otra idea de cómo usar esos fondos. También cobraba diezmos en el Gobierno provincial y recibió, por eso, una segunda condena de dos meses.

Y entre tanto ratero, un presunto violador: Peter Calo, también de Pachakutik, pescado en flagrancia en un motel a la vuelta de la Asamblea. Según la denuncia, este también cobraba a cambio de puestos de trabajo, pero en especie. No lo podían echar porque la Ley Orgánica de la Función Legislativa no establece la violación como causal de destitución. Parece mentira, pero así funciona el cerebro de esta gente: carentes del más elemental concepto de ética pública, que debería ser el criterio para juzgar a un asambleísta, se refugian en lo puntillosamente específico. Primero, no podían echar a los diezmeros porque cobrar diezmos no constaba entre las causales de destitución. Reformaron la ley. Ahora no podían echar a un violador. En el futuro tendrán que seguir añadiendo a la lista de causales todos los crímenes horrendos de los que son capaces nuestros caciques locales, que son todos los posibles: narcotráfico, por supuesto, pero también pederastia, mutilación, tráfico de órganos en el delta del Mekong, cualquier cosa. El artículo correspondiente terminará siendo más largo que la propia la ley orgánica.

El caso es que Peter Calo, menos mal, renunció por voluntad propia y fue sustituido por Pilar Llano, involucrada en el presunto intento de asesinato de otra asambleísta, Gisella Molina, a quien no puede acercarse por orden judicial. “Dondequiera que esté, tenemos que cogerle el pueblo enardecido”, se le escucha decir en un audio que Molina compartió en el Pleno. Y así fue: le provocaron un accidente de carretera que casi la mata y cuando salió de entre los fierros retorcidos, malherida, la esperaba “el pueblo enardecido”, cabalmente, para lincharla. Todo por no votar por la destitución del presidente de la República en la tentativa de golpe de Estado del año pasado.

En fin… El hampa.

El récord absoluto proviene, como no podía ser de otra manera, de filas correístas: Ronny Aleaga, a quien el país creía expandillero pero que probablemente lo siga siendo, pasó sin solución de continuidad de la famosa piscina de los tetones en Miami, donde remojaba los michelines en compañía de lo más granado de la mafia criolla, al Consejo de Administración Legislativa y de ahí, eventualmente, a presidir sesiones del Pleno: la consagración de la narcopolítica.

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Otro correísta, Walter Gómez, uno de los consejeros del CPCCS del cura Tuárez destituidos por corrupción en la legislatura anterior, se convirtió en uno de los asambleístas que impulsaron el juicio político a los integrantes del CPCCS. Su aliado Luis Almeida, tío de la presidenta de ese organismo, encabezó la iniciativa de censurar a los cuatro consejeros que se oponían a su sobrina. Mireya Pazmiño, a quien la Fiscalía abrió un expediente por fraude procesal y falsedad ideológica en el caso Flopec, fue quien planteó la acusación de peculado en el caso Flopec contra el presidente de la República. Mario Ruiz, a quien una empresa minera que opera en Imbabura denunció por extorsionarle para que los mineros ilegales la dejen trabajar, fue el asambleísta que auspició las amnistías para los mineros ilegales. Rosa Cerda, sancionada con ocho días de suspensión por haber declarado escandalosamente aquello de “si roben, roben bien”, se convirtió en el voto decisivo para determinar si se enjuiciaba políticamente o no al contralor general del Estado...

Fue la Asamblea del fraude, de la maña, de la trampa, y se pasó dos años intentando dar golpe de Estado. Con ese objetivo (y el de tomarse los organismos de control a través del CPCCS, pero esa fue otra conspiración distinta que siguió su propio curso y que pasó incluso por la destitución de la propia presidenta Guadalupe Llori) se juntaron los supuestos enemigos ideológicos, correístas y socialcristianos, con la más variada fauna de advenedizos y arribistas provenientes de todos los rincones del espectro político. Cuatro conspiraciones montaron desde 2021. Y no conocieron líneas rojas: con la complicidad de Virgilio Saquicela (acaso por su iniciativa), manipularon el sistema de curul electrónica para destituir al presidente de la República con votación amañada; pretendieron (Viviana Veloz y Mireya Pazmiño por delante) manipular burda, torpemente la Constitución para acusar al jefe de Estado de traición a la patria, ¡mutilando dos que tres líneas del artículo correspondiente, para que no se notara que se refería exclusivamente a contextos de guerra! Finalmente, fabricaron un cargo de responsabilidad política en un caso de peculado del que no había ni un indicio, y se inventaron una jurisprudencia según la cual no tenían nada que demostrar. Groseros, ignorantes, muertos de hambre, los asambleístas de la legislatura 2021-2023 pasarán a la historia como los más canallas y angurrientos de todos los tiempos.

Buenos para nada

El día del bizcocho se convirtió en el símbolo de la frivolidad de una Asamblea estúpida. Pero es solo una de las 432 resoluciones inservibles que se aprobaron en el período, cada cual con su correspondiente debate bizantino. ¡432 debates sobre nada! Incluidos cientos de condecoraciones: al imitador de Camilo Sesto, a los guardaespaldas narcos de Ronny Aleaga, ¡a Pierina Correa por su trabajo en Fedeguayas!

  • Sin escrúpulos. Manipularon el sistema de votación electrónica para echar al presidente de la República. Manipular la Constitución para acusarlo de traición a la patria.
  • 137 angelitos. Bella Jiménez, Eckenner Recalde, Mariano Curicama, Peter Calo... La Asamblea de Virgilio Saquicela convivió con el delito.