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Declaraciones. Horas después de decretada la muerte cruzada, Leonidas Iza salió ante los medios con el fin de postergar la revolución para más tarde.Cortesía

El cuco asusta cada vez menos

Leonidas Iza postergó el estallido. Ahora se mantendrá vigilante de los decretos presidenciales que se emitirán en los próximos meses. Un análisis.

¿Quién le teme a Leonidas Iza? El miedo al estallido social con el que había amenazado al país en caso de que al presidente de la República se le ocurriera decretar la muerte cruzada, se desactivó en menos de 24 horas. Que sería una dictadura, vociferaba el presidente de la Conaie, sin considerar que se trata de un mecanismo perfectamente constitucional. “No permitiremos -había dicho semanas atrás- que Guillermo Lasso pretenda disolver funciones del Estado y gobernar por decreto”. A la hora del té, resulta que ya lo están permitiendo. ¿Tienen alguna forma de impedirlo? ¿Les interesa hacerlo, realmente? ¿Qué camino les queda a los apóstoles del comunismo indoamericano y la “violencia sagrada de los pueblos” en los meses preelectorales que tienen por delante? Todo parece indicar que ni ellos lo tienen claro.

Decir que Leonidas Iza reculó es poco. En la rueda de prensa que ofreció horas después de decretada la muerte cruzada, rodeado por los cuadros de la Conaie (entre los que se contaba la asambleísta expulsada de la bancada de Pachakutik Mireya Pazmiño), el dirigente indígena pasó sin solución de continuidad del “no permitiremos” al “convocamos a toda la estructura organizativa para debatir y dar una salida”. O sea que tiene que consultar. ¡Cómo! ¿No lo habían hecho ya? Parecía un acuerdo cuando hablaba de ello un mes atrás; ahora resulta que la decisión tiene que pasar por una serie de instancias político-administrativas en un proceso más engorroso que sacar cédula nueva. Y Leonidas Iza enumera sin pestañear: el Consejo de Gobierno de la Conaie, el Consejo Político de la Conaie, las asambleas territoriales permanentes, la Asamblea Nacional de la Conaie… Y esos son apenas los pasos previos que conducen a “la consolidación de la Asamblea del Poder Popular y Plurinacional, con la responsabilidad histórica de construir una agenda de consenso desde los sectores populares”.

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Iza despacha todos los lugares comunes de la coartada cultural según la cual el movimiento indígena es plenamente democrático (“a diferencia del gobierno”, asegura). Pero esta retórica política es una caricatura risible: cualquiera sabe que, en el momento decisivo, las cosas se resuelven entrando a saco en las asambleas, repartiendo palo, rompiendo narices y gritando consignas, como ocurrió en las recientes elecciones de Pachakutik. ¿Democracia interna? La supuesta democracia comunitaria del movimiento indígena, supuestamente ejercida a través de asambleas permanentes, es un mito: no hay espacio más profundamente antidemocrático que una asamblea donde las decisiones se toman por aclamación o, en su defecto pero a menudo, a palo.

En consecuencia, si Guillermo Lasso decretó la muerte cruzada y el movimiento indígena, que tuvo tiempo suficiente para prepararse, no se ha levantado todavía, como había anticipado su líder máximo, no es porque las bases no se han pronunciado: es porque Leonidas Iza no quiere. El problema de Iza es que está condenado a representar el papel de cuco (el fantasma que nos mete miedo) porque no sabe hacer otra cosa: con algo tiene que amenazar al país. Primero decía que si Lasso decreta la muerte cruzada, se levantará. Ya la decretó y no lo hizo. Ahora dice que estará vigilante de los decretos que vaya firmando el presidente, con la amenaza latente de levantarse en cualquier momento. Tampoco lo hará.

Por una simple razón: hay elecciones en el horizonte. Y los correístas, el aliado natural de la Conaie de cuya colaboración depende el éxito de cualquier levantamiento, están muy interesados en ellas. Por permisivos que sean los protocolos de recepción de manifestantes indígenas que el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, tenga en mente, difícilmente van a permitirles quemarlo todo, como estila la Conaie. El mismo Iza deberá considerar si está dispuesto a poner en riesgo su propia participación (o la de sus cuadros) en las elecciones parlamentarias, a cambio de incendiar las calles y obtener la cabeza de un presidente que ya está de salida. Si tan sólo el presidente de la Conaie tuviera formateada la cabeza de otra forma, si dispusiera de los recursos verbales para plantear un discurso que no consista en proferir amenazas, quizá podría ensayar un cambio de estrategia. Pero su único filtro es de volumen: consiste en meter más o menos miedo. Ahora, por ejemplo, no es capaz de meter ninguno.

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Declaración de asamblea permanente, advertencias varias contra la maldad neoliberal, exhorto a la Corte Constitucional para que se pronuncie sobre la muerte cruzada, llamado a las Fuerzas Armadas para que marchen junto al pueblo, rechazo a la injerencia de Estados Unidos... Las últimas resoluciones de la Conaie son una pieza acabada de folclor político nacional. El 25 de mayo se celebrará un nuevo Consejo Ampliado de la organización para resolver lo que todo el país creía ya resuelto: si estallan o no.