Premium

Rubén Montoya Vega | La mentira paga muy bien...

Avatar del Rubén Montoya

El problema de las mentiras es que cuestan mucho, demasiado

Siempre la mentira ha cotizado alto porque entrega buenos dividendos a sus cultores vocacionales. Y siempre habrá gente que miente como respira. Pretender desterrar eso por completo es iluso, porque es consustancial a la condición humana, marcada por el instinto de supervivencia, la ambición y el egoísmo. Sin embargo, conviene no olvidar esto: si en materia privada el precio es alto, en materia social es infinito. Si yo traiciono a un amigo, la víctima es él. Incluso si yo tuviera (merecidos) cargos de conciencia, la víctima es mi amigo. Pero él sufrirá y sobrevivirá. Con la sociedad no pasa así.

Yo podría ganar un contrato mintiendo, un concurso de merecimientos mintiendo, una elección mintiendo. Yo podría, mintiendo, ganar un pulso de poder con la Corte Constitucional. Podría decir, por ejemplo, que la culpable del incremento bestial de las muertes violentas en mi país es ella y listo: con la misma mentira le endoso una responsabilidad que es mía, que no he podido gestionar ni como principiante, y de paso, me invento el rostro de la culpable. Sí, todo eso podría hacer yo. O un presidente. Si ese presidente es de los que no mueven un músculo de la cara cuando mienten, 38 que no juega. Y si ese presidente tiene defensores con micrófono, algunos muy bien amaestrado$, mesa. Porque la mentira paga muy bien…

El problema es que cuestan mucho, demasiado. Porque esas mentiras no solo se pagan con dinero; también se pagan con salud, ánimos, tiempo. Y si exagero, pregúntenselo a las víctimas de las depredadoras, perdón, prestadoras de salud que saquean al Seguro Social.

Cuando le mienten, la sociedad paga con mucho más que dinero. También se llevan sus valores, los que sostienen su estructura. Corroen su confianza, minan su fe. Como la mentira tiene patas cortas, la sociedad descubre pronto que no hay Estado de derecho sin división de poderes, tal como no hay carretera que dure 30 años ni apagón que se resista. Y entonces su confianza en las instituciones se evapora, se deshace.

En política, la mentira paga muy bien, pero solo a sus devotos. El precio es muy alto y lo pagamos otros. Con onzas de democracia.