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En el país del tinterillo influencer

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El problema con Alí Lozada y los jueces que firmaron el dictamen de admisibilidad del juicio político es que son incapaces de reconocer un golpe

1.El hombre de la jeta de oro. “No había participado en los tres procesos anteriores de destitución”, dijo el ahora exvicepresidente de la Asamblea Esteban Torres, como si de comerse un ceviche se tratara. “Pero en esta ocasión -continuó- sí existe una causa”. Claro está: le dio hambre. Al distinguido joven hijo de su papá y prematuramente envejecido (“un muchacho de 33 años”, como lo describió un despistado), le parece de lo más normal que la Asamblea de la que forma parte haya dedicado el primer año y medio de un gobierno a tratar de tumbarlo. Ojo: sin causa. Nunca lo denunció ni dijo esta boca es mía, acaso porque en cada nuevo intento de golpe parlamentario esperó sacar algún provecho, que en eso consiste la política para arribistas de su especie. Consideremos ahora el tiempo y el esfuerzo que cuesta cada tentativa: la fabricación de una causa, el papeleo, el simulacro de debido proceso (porque no hay que olvidar que un golpe parlamentario debe guardar la apariencia de ajustarse puntillosamente a los procedimientos), la negociación, la compra de conciencias, en fin… Lo que en el fondo está diciendo Esteban Torres (y esas palabras fueron pronunciadas en su deplorable e inocuo discurso pronunciado el martes, en la cuarta tentativa fallida de destitución del presidente de la República a la que se sumó tarde y sin entender un rábano) es que la Asamblea Nacional se ha pasado dos años tratando de dar golpe de Estado. Lo cual configura una crisis política en toda regla. Que después venga a decirnos que no hay causales para que el presidente de la República decrete, de una buena vez, la muerte cruzada, es solo una manifestación más de su aborrecible jeta.

2. Seis jueces poco ilustrados. A la Corte Constitucional acudió Torres para exigir reparaciones. Y de la Corte Constitucional, todo el mundo lo sabe a estas alturas, se puede esperar cualquier cosa. El problema con Alí Lozada y los otros que firmaron el dictamen de admisión del juicio político es que, evidentemente, son incapaces de reconocer un golpe parlamentario cuando lo ven. O les importa un carajo, que es peor. Por eso pasaron por alto los atropellos al procedimiento y se limitaron a jalarles las orejas a los asambleístas y pedirles que, para la próxima, sean más prolijos. Una vergüenza, pues la manipulación del procedimiento es precisamente el ‘modus operandi’ de todo golpe parlamentario que en el mundo ha sido. Alguien dijo que fue la “soberbia intelectual” de los jueces constitucionales la que nos trajo hasta aquí. Quizá más bien sea su ignorancia: sin formación humanística, el Derecho puede ser un peligro.

3. Los influencers del nuevo Ecuador. Todo lo anterior sea dicho con el debido permiso de los dueños del debate. En este país, probablemente el único del mundo donde los tinterillos son influencers, los constitucionalistas (por más asalariados de Nebot que sean) son los que nos dicen cómo han de hacerse las cosas y los profanos en Derecho (por ciudadanos con criterio que creamos ser) somos unos imbéciles que no entendemos nada, se ha vuelto arriesgado criticar a la Corte Constitucional sin tener título universitario. El Ecuador ha llegado al peligroso punto en el cual el debate público, que debería convocarnos a todos, se ha convertido en el patrimonio de unos cuantos especialistas con proyección mediática. Y resulta difícil imaginar algo peor para una democracia. Mientras tanto, los jueces de la Corte Constitucional son incapaces de reconocer un golpe parlamentario aunque lo tengan en las narices. O les importa un carajo, que es peor.