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Los científicos Keafon Jumbam (izq.) y Olufemi Olubodun, caminan en la arena roja de la Reserva Natural de Tswalu, en el desierto del Kalahari.DPA

El Kalahari, una ventana al futuro climático

Un grupo de científicos investiga cómo cambiará el planeta si la temperatura en la Tierra sube 1,5 grados. Allí hace ya más calor que en otros lados

El desierto del Kalahari brinda una extraordinaria visión en el futuro, porque allí ya hace hoy más calor y está más seco que en muchas otras partes del mundo, y los científicos pueden investigar qué significa el aumento de la temperatura para los animales y las plantas y cómo el planeta puede aprender de ello.

En eso trabaja Olufemi Olubodun, de 30 años. Miles de cigarras brindan un concierto atronador, mientras el sol arde desde un cielo sin nubes sobre la arena rojiza. La lluvia es considerada una bendición en este rincón de la tierra. Solo pueden sobrevivir los más resistentes, ya sean plantas o animales.

Bajo un calor encegecedor, Olubodun busca un nido de tejedores. Estos pájaros, que empollan sus huevos en colonia, armaron con hierba y ramas un gigantesco nido que luce como tres enormes racimos entre las ramas de una acacia.

La vivienda colectiva de enormes dimensiones consta de docenas de cámaras de cría entrelazadas que mantienen fresco el interior del nido comunitario a pesar de las altas temperaturas exteriores. En el Kalahari, a menudo se superan los 40 grados centígrados.

Olubodun inspecciona una cámara de cría, en la que una pareja de halconcitos africanos ha anidado, junto con los tejedores de la colonia.

Estas pequeñas aves rapaces ayudan a proteger los nidos de las serpientes hambrientas, pero también representan un enemigo que puede matar a las crías de los tejedores.

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Con cuidado, Olubodun saca un polluelo de halcón tras otro del nido. Los mide, los pesa y les coloca un anillo. De este modo, hace un seguimiento de cómo se desarrollan estas aves a pesar de las temperaturas extremas y los largos periodos de sequía.

La investigación de Olubodun en el Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciudad del Cabo (UCT) forma parte de un estudio más amplio. El Proyecto de Ecosistemas en Peligro del Kalahari (KEEP) reúne a científicos de numerosas universidades en el Centro de Investigación de Dedeben, en la Reserva Natural de Tswalu, en Sudáfrica, pocos kilómetros al sur de Botsuana.

Su objetivo es investigar un tema central: cómo cambiará el planeta si la temperatura en la Tierra sube 1,5 grados, un nivel de calentamiento que según el Acuerdo de París de las Naciones Unidas no debe ser superado.

El Kalahari, una región de desierto y sabana, abarca cerca de un millón de kilómetros cuadrados a lo largo de Namibia, Sudáfrica y Botsuana. Actualmente es considerado como uno de los lugares clave del cambio climático, por lo que se ha convertido en el lugar ideal para investigar.

En el Kalahari hace más calor y reina un clima más seco que en muchos lugares del planeta. Los animales y las plantas deben adaptarse a las crecientes temperaturas y a las cada vez más exiguas precipitaciones para poder sobrevivir. Numerosas especies se encuentran en peligro de extinción.

Según el servicio meteorológico de Sudáfrica, las temperaturas en diversas partes del sur africano han aumentado en los últimos 50 años dos veces más rápido que en el promedio mundial. Los investigadores pronostican que la temperatura media del Kalahari subirá 2,2 grados cuando el aumento global sea de 1,5 grados.

Esto significa que el desierto del Kalahari representa para los científicos ambientales una ventana extraordinaria al futuro, de la que el resto del mundo puede extraer importantes conclusiones.

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KEEP investiga no solo algunas especies de animales y plantas en particular, sino que también busca obtener un panorama general de toda la cadena alimenticia que va desde las hierbas y los insectos, los pájaros y reptiles hasta los mamíferos.

¿Cuál influye en cuál? ¿Quién depende de quién y qué consecuencias tiene esto? Los científicos buscan identificar así especies clave que son indispensables para la cadena alimenticia y que por ello deben ser especialmente cuidadas para proteger todo el ecosistema.

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El investigador Olufemi Olubodun examina un nido colectivo de tejedores republicanos en una acacia.DPA

"Se trata del efecto dominó que se desata cuando un integrante de la cadena es afectado por el cambio climático", declara Dylan Smith, director de investigación de Tswalu.

El proyecto iniciado en 2019 aún está dando sus primeros pasos. Los científicos necesitan conjuntos de datos a lo largo de muchos años, si no décadas, para poder sacar conclusiones fiables.

No obstante, señala Smith, ya existen indicadores orientativos, en especial de científicos que iniciaron sus investigaciones antes del lanzamiento del proyecto KEEP. "Definitivamente, estamos viendo primeros patrones de comportamiento", asegura.

Wendy Panaino, directora de proyecto en KEEP, afirma que las severas sequías de 2015 y 2019 fueron buenos indicadores de las posibles consecuencias del cambio climático.

Panaino indica que en ese período de tiempo se redujo, por ejemplo, el crecimiento de la hierba. Como consecuencia hubo menos termitas, que necesitan de la hierba para sobrevivir. Y esto tuvo efecto en los animales que se alimentan de termitas, entre ellos el pangolín, que se encuentra en la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).

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La investigadora observó que durante los dos períodos de sequía hubo un marcado descenso del número de pangolines, así como también que muchos otros animales también habían muerto o estaban hambrientos.

"Los animales del Kalahari ya se han adaptado a las extremas condiciones climáticas. Ahora habrá aún más calor y sequía. Esto plantea una pregunta: ¿cuándo se alcanzará el límite?", cuestiona.

También se ve afectado el licaón, el perro salvaje africano que se encuentra en grave peligro de extinción en Sudáfrica, donde se estima que quedan solo 500 ejemplares.

La fisióloga especializada en conservación de animales Keafon Jumbam, investigadora postdoctoral de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo, observa una pequeña manada en Tswalu a cuyos animales se les implantaron dispositivos de medición de la temperatura. En los días más cálidos, según señala Jumbam, la temperatura corporal de los perros salvajes alcanza casi los 40 grados.

"Los animales comen menos porque la caza de sus presas elevaría aún más su temperatura corporal", comenta.

Jumbam subraya en tanto que cada vez se acorta más el período de tiempo en el que refresca lo suficiente como para poder cazar presas. Según la investigadora, esto lleva de forma lenta pero segura a una disminución de la población de estos animales.

Paso a paso, los investigadores del proyecto KEEP van uniendo las piezas del rompecabezas que les permitirán obtener un panorama sobre todo el ecosistema del Kalahari. El trabajo es lento y laborioso, pero Panaino está segura: "Nuestros resultados serán relevantes para los ecosistemas de todo el planeta".