
El 'Banksy sirio' regresa a Daraya y encuentra sus grafitis intactos tras la guerra
Durante tres años, de 2016 a 2019, no vivió aquí ni uno de los 250.000 habitantes que había antes de la guerra
Como un fantasma nocturno, el artista Bilal Shorba, conocido como el Banksy sirio, se deslizaba antaño entre las ruinas de Daraya para pintar sus grafitis, rezando para que los pistoleros del régimen no lo mataran. Años después, no sale de su asombro: su obra ha sobrevivido a la devastación que sufrió la ciudad durante la guerra civil.
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A su regreso del exilio, este rebelde se llevó la alegría de ver que algunos de sus grafitis escaparon a la destrucción en esta localidad de la periferia de Damasco, una de las primeras en sumarse a la rebelión contra el poder en 2011.
Uno de ellos, con impactos de bala, evoca la trágica evolución de la revolución siria: una mujer con traje de novia, violín en mano, encabeza la danza, seguida de un soldado, de un rebelde, y de un yihadista armado de un kaláshnikov.
Es "una victoria", dice Bilal Shorba, de 31 años.
"Pese a la entrada del régimen en la región, pese a nuestro exilio, estos grafitis han permanecido y el régimen se ha ido".
Y es que Daraya tiene un capítulo especial en la revolución siria.
Fue aquí, en marzo de 2011, donde los manifestantes regalaron flores a los soldados. Aquí también las fuerzas de Bashar al Asad perpetraron en agosto de 2012 su peor campaña de ejecuciones sumarias. Asediada luego durante años, Daraya fue la única ciudad siria que se vació completamente de su población.
Durante tres años, de 2016 a 2019, no vivió aquí ni uno de los 250.000 habitantes que había antes de la guerra, obligados a partir a Europa o a los países vecinos durante la gran oleada migratoria de 2015. Otros se refugiaron en Damasco, a siete kilómetros de distancia.
Con una pequeña maleta, en la que metió "ropa para dos o tres días, lápices de colores, un cuaderno de dibujo y un ejemplar de Los miserables" en árabe, Bilal Shorba, oriundo de Damasco, vino a Daraya en 2013 para apoyar arma en mano a los rebeldes.
Aquí estuvo durante tres años, sometido al implacable asedio, bajo los bombardeos terrestre y aéreos y sobreviviendo a base de hierbas silvestres. Obligado, como miles de combatientes, a evacuar Daraya en dirección de la zona rebelde del noroeste de Siria en agosto de 2016, pudo huir a Turquía.
Años después ha podido regresar con el propósito de dibujar nuevos murales y "borrar" las reliquias del pasado y los retratos a la gloria del clan Asad, que gobernó Siria de forma represiva durante más de medio siglo.
Regresar pese a la devastación
Bilal Shorba es uno de los miles de exiliados que regresaron a Daraya tras la caída de Bashar al Asad el 8 de diciembre de 2024, y la llegada al poder del grupo islamista sirio Hayat Tahrir al Sham (HTS) y de su líder, el ahora presidente Ahmed al Sharaa.
Médicos, ingenieros, profesores, obreros y agricultores han venido del extranjero cargados de nuevas competencias, conocedores de la libertad y con esa determinación tan propia de los habitantes de Daraya, que estuvieron en la vanguardia de la revolución de 2011.
Pero, ¿cómo volver con su familia a una ciudad donde el 65% de los edificios están totalmente destruidos, el 21% requieren renovación y el 14% tienen daños, tal como estimaba en abril la asociación de ingenieros siroestadounidense?
Hussam Lahham, exiliado desde 2016 en Idlib, en el noroeste, no se hizo la pregunta.
Fue uno de los últimos en irse de la ciudad rebelde, tras ejercer primero como motor de la sociedad civil, recopilando víveres, y luego como combatiente y comandante.
Lahham ha sido de los primeros en volver. Porque había que reconstruir Daraya, "en nombre de los sacrificios consentidos para recuperar su libertad, como la de toda Siria", explica.
Ahora voluntario en la administración civil, pelea para conseguir fondos para la reconstrucción.
Recorriendo la ciudad, el panorama es diverso: en algunos barrios hay obreros en los tejados, restaurando fachadas, pero en otros no hay más que edificios reventados, redes eléctricas inutilizadas y barrios desiertos.
Una infraestructura en ruinas
Las infraestructuras sanitarias resultaron especialmente dañadas: los cuatro hospitales de la localidad están fuera de servicio.
Muchos profesionales de la salud emigraron durante la guerra a Egipto, Jordania, Turquía o Alemania, y la mayoría no han regresado.
Sólo un equipo de Médicos Sin Fronteras garantiza una atención hasta final de año. "La gente se animará a venir si se facilita atención médica", incide Hussam Lahham, de 35 años.
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