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Intervención. El staff del candidato Daniel Noboa improvisó una rueda de prensa en uno de los pisos del Banco del Litoral, en Malecón e Imbabura, centro de Guayaquil.Amelia Andrade

La falta de opiniones dio la victoria a Daniel Noboa

El país ignora el pensamiento de Daniel Noboa sobre temas clave: la defensa de la democracia, su posición ante proyecto autoritario... Un análisis

Sentado entre su esposa y su madre, rodeado por su equipo más cercano de colaboradores (casi todos hombres costeños y rollizos), el candidato Daniel Noboa, la gran sorpresa de la primera vuelta, anuncia su victoria. “Estamos muy contentos -empieza diciendo en tono no lo suficientemente exultante como exigía la ocasión y sin ningún despliegue de elocuencia-. Estamos muy felices, en verdad, de que el pueblo ecuatoriano ha ganado. El candidato de la juventud, el candidato de las personas que buscan una esperanza, el candidato de las personas que buscan un cambio positivo para el país, ha triunfado”… Hasta aquí, todo parece indicar que el candidato está desarrollando, con estas frases intercambiables y sosas que podría decirlas cualquiera en cualquier momento, un preámbulo de ocasión para el discurso que viene después, el gran mensaje a la nación de aquel de quien nadie esperaba nada y se convirtió, de pronto, en la alternativa frente al movimiento que ha dominado la política nacional durante los últimos 16 años. Pero no: “No tengo nada más que decir”, remata el candidato. Y en efecto: no tenía. Lo que siguió fue una ronda de preguntas que contestó con la misma parsimonia e idéntica vacuidad. Entre ovaciones y gritos de júbilo.

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Así con Daniel Noboa: el día del gran triunfo electoral que lo coloca en la segunda vuelta con grandes probabilidades de alzarse con la presidencia de la República, no tiene nada que decirle al país. Pero nada de nada, ni una jota. ¿Es normal? ¿Quién es esta persona de tan pocas palabras y tan nulo entusiasmo?

Candidato de bajísimo perfil y escasas proyecciones hasta el día en que el asesinato de Fernando Villavicencio echó todas las tendencias por el suelo, terminó experimentando un explosivo repunte en la recta final de la campaña que los analistas atribuyen a su actuación en lo que llaman “debate presidencial”. “Daniel Noboa ganó el debate”, es la muletilla indiscutible del momento. Y los datos de las encuestas parecen confirmarlo. Sin embargo, ninguno de esos analistas que le adjudican tal victoria, es capaz repetir, resumir o interpretar ni remotamente (y ninguno lo ha hecho) lo que Noboa dijo en ese debate que supuestamente ganó. ¿Dejó sentadas las bases de su programa de gobierno con claridad tan incuestionable que ilusionó a todos? No. ¿Tocó el corazón de los ecuatorianos con un mensaje de unidad y de esperanza? Tampoco, nada de emotividad con este personaje. ¿Se enfrentó con sus adversarios y desnudó sus flaquezas, denunció sus corrupciones y los pintó como incapaces de gobernar este país tan problemático? Menos aún, él no confronta a nadie, no se complica la vida. ¿Acuñó, por lo menos, una frase contundente, algo del tipo “míreme a los ojos” o “Andrés, no mientas otra vez” que la gente adoptó como suya y continuó repitiendo por días? Ni tan siquiera. Entonces, ¿qué dijo? Vamos a ver: ¿alguien se acuerda?

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En lo que llaman debate, las intervenciones de Noboa fueron las de un tecnócrata gris y vagamente eficiente, con tendencia a citar cifras que nadie (porque el formato del show lo impedía) se tomó el trabajo de poner a prueba. De haberlo hecho, quizá estaríamos hablando de otra cosa. Cuando la candidata correísta a la que ahora enfrenta, Luisa González, le preguntó qué piensa hacer con las hidroeléctricas construidas por su gobierno y que hoy están inactivas por falta de mantenimiento, dijo algo sobre la necesidad de construir un sistema de conducción eléctrica, pero ni debatió el supuesto de la pregunta (que era falso) ni fundamentó su propuesta de manera convincente. No informó ni conmovió ni impactó ni nada. No dijo nada. Y diciendo nada, se supone (se asume, porque así lo dice todo el mundo) que Noboa ganó el debate.

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Lo que sí sabemos de él con total certeza es que prefiere no entrar en debates con nadie. Quizá por eso se le atribuye el triunfo en un debate que no lo era. En un Ecuador marcado por la influencia de un líder prófugo de la justicia que impulsa un proyecto político antidemocrático y que impone desde Bélgica las agendas de organismos tan decisivos como la Asamblea Nacional, el Consejo de la Judicatura o el Consejo de Participación Ciudadana, el candidato Daniel Noboa no tiene ninguna opinión formada al respecto. Al menos no la ha dado a conocer. Ya que le toca enfrentarse en la segunda vuelta contra el correísmo, ¿piensa llamar a la conformación de un frente anticorreísta?, le preguntaron anoche en su brevísima comparecencia ante los medios. “Nooo”, contestó automáticamente, y fue quizá la respuesta en la que más énfasis puso. Él no quiere saber nada de anticorreísmo y quizá es eso, precisamente, lo que le granjeó la simpatía de un gran segmento de los votantes más jóvenes que están hartos de la dicotomía correísmo-anticorreísmo en la política nacional, que la consideran cosa del pasado (como si Correa estuviera retirado o muerto) y creen que es necesario superarla. Lo cual puede estar muy bien, pero nos deja una gran interrogante con respecto al candidato Daniel Noboa: ¿qué postura tiene frente al proyecto político autoritario? Ya que no está dispuesto a confrontar con él, incluso cuando le toca competir contra él por la presidencia de la República, ¿acaso estaría dispuesto a tenderle la mano? ¿Cuáles son sus líneas rojas? En definitiva: ¿qué entiende Daniel Noboa por democracia?